Adriana Fernández: “Hasta que España no tome absoluta conciencia de que vivió un genocidio silenciado, no podrá seguir adelante y mirar hacia el futuro.”

Entrevistamos a Adriana Fernández, nieta de Antonio Fernández González “El Cesterín” asesinado por la dictadura franquista, integrante de la Plataforma Argentina de Apoyo a la Querella contra los Crímenes del Franquismo, y presidenta en Argentina de la ARMH (Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica).

Por Isabel Ginés | 2/09/2024

¿Qué opinión tiene sobre los discursos negacionistas y de apología del franquismo que se están viendo en España actualmente?

Pienso que actualmente los discursos negacionistas son producto del avance de la ultraderecha que embiste sobre los procesos de Memoria histórica pretendiendo hacer un “blanqueamiento” de la dictadura franquista con una mal llamada “ley de concordia”.

Lamentablemente los cuarenta años de régimen donde el terror se impuso sobre quienes no lo apoyaban, hicieron que se hable sobre las víctimas sólo en el ámbito privado, lo que propició que las generaciones posteriores no conozcan lo ocurrido ya que el silencio y el olvido fueron impuestos por ley, lo que sumó aún más impunidad. Los familiares y las víctimas nunca fueron escuchadas, condenándolas a llorar en silencio a sus muertos sin tener siquiera una tumba donde llevarles una flor.

Los sucesivos gobiernos que siguieron a partir de la muerte del dictador, jamás incluyeron políticas públicas de reparación por los crímenes cometidos, muy por el contrario, aplicaron fuertes políticas de represión y las víctimas del franquismo quedaron relegadas por un estado totalmente ausente. Sólo las Asociaciones Memorialistas comenzaron a interesarse por la búsqueda de Memoria, Verdad y Justicia y así se fueron generando espacios donde se podía acudir para tratar de encontrar al familiar desaparecido.

Pasaron muchos años para que el estado genere políticas de Memoria concretas para quienes buscaron justicia durante décadas y aún falta mucho por hacer. Hasta que España no tome absoluta conciencia de que vivió un genocidio silenciado, en el que se llevó a cabo un plan sistemático de exterminio que necesita ser investigado y juzgado, no podrá seguir adelante y mirar hacia el futuro.

Adriana Fernández con Darío Rivas e Inés García Holgado

¿Cómo describiría la experiencia de descubrir la historia de su abuelo, Antonio Fernández González, «El Cesterín»? 

Descubrir la historia de mi abuelo marcó en mi vida un antes y un después. El silencio impuesto que describí anteriormente hizo que mi padre no conociera verdaderamente lo que había sucedido con el suyo. Tenía sólo un año cuando lo asesinaron y lo único que le dijeron era que había muerto en una “reyerta entre vecinos” y que en un paraje llamado La Cortea, cerca de Villanueva de Valdueza, en El Bierzo, estaba enterrado “donde el pasto crecía más alto y más verde”.

Cuando tuve la certeza de que mi abuelo era un represaliado del franquismo y que no estaba enterrado en el campo “porque a los campesinos se los enterraba en ese lugar” sino que seguramente lo que allí había eran fosas comunes, me propuse sacarlo de ese sitio, rescatar su historia del olvido, darle un entierro digno y luego continuar luchando por las y los más de cien mil republicanas y republicanos que aún siguen en fosas y cunetas. No podía continuar mi vida tranquilamente sabiendo que hay miles de personas que ni siquiera tiene idea de dónde ubicar a su familiar represaliado.

Tanto terror llevó en varios casos a dejar todo atrás y tratar de olvidar situaciones traumáticas como mecanismo de defensa para seguir adelante, pero realmente no se puede ignorar un pasado que continúa siendo presente porque los restos siguen en las fosas, los familiares mueren sin encontrarlos, el trauma se hace generacional y las heridas no cierran.

¿Qué diferencias observa entre los procesos de memoria y justicia en Argentina y España?

Primeramente, España vivió cuarenta años de dictadura y Argentina siete. Es una gran diferencia ya que mínimo hubo una generación que naturalizó lo que es vivir bajo un régimen dictatorial.

Creo que el proceso de Memoria, Verdad y Justicia en Argentina se debe en gran parte a que la sociedad misma generó esos espacios de lucha y resistencia para que ello ocurra. Comenzando por las Madres de Plaza de Mayo que salieron del ámbito del hogar para exigir la aparición con vida de sus hijas e hijos desaparecidos, las Abuelas buscando a sus nietas y nietos nacidos en cautiverio, los Organismos de Derechos Humanos, los movimientos sociales, políticos y culturales que nunca bajaron los brazos primero con las leyes de obediencia debida y punto final y luego con los indultos. Al declararse la inconstitucionalidad de esas leyes y abrir la posibilidad de llevar adelante los juicios a los genocidas a lo largo y a lo ancho del país, se fue avanzando en el conocimiento de la verdad y se hizo justicia condenando a los represores a cumplir la pena correspondiente en cárcel común.

España nunca juzgó a sus victimarios y durante décadas torturadores y torturados podían cruzarse en cualquier calle o lugar público con total impunidad. Quizás la sociedad española en su conjunto no ha tomado todavía conciencia que vive en un país que tiene el mayor número de fosas comunes después de Camboya. La impunidad hace que delitos de lesa humanidad como los nombrados, se los considere delitos comunes sin juzgamiento ni condena, y puedan así en cualquier momento de la historia volver a repetirse.

Otra diferencia notable entre los procesos de ambos países es el acompañamiento de los y las jóvenes en la lucha y el reclamo por Memoria. Verdad y justicia. Ante el desconocimiento de un pasado que se ocultó y que por miedo también se silenció, las nuevas generaciones en España, sólo ven fotos en blanco y negro de personas que forman parte de una Memoria que sienten ajena, como si no les perteneciera. Sería un gran desafío generar espacios y proyectos en los que la juventud pueda sentirse parte involucrada y reconocer que esa historia silenciada es parte de su propia identidad y debe ser contada, esclarecida y asumida.

Adriana Fernández con Nora Cortiñas

¿Qué papel han jugado las nuevas generaciones en España en la búsqueda de verdad y justicia?

Creo que las nuevas generaciones han heredado un relato hegemónico instalado durante el período de Transición en el que se equipara a “ambos bandos” en una guerra entre hermanos cuyos sucesos era preferible olvidar y dejar atrás para lograr una genuina “reconciliación”. Pero hubo un quiebre a partir de la generación de las nietas y nietos que no quiso olvidar para seguir perpetuando la impunidad, y comenzó a preguntarse qué había sucedido con sus abuelos y abuelas. 

En Argentina Las Abuelas buscan a sus nietos y nietas. Las nietas y nietos de republicanas y republicanos buscamos a nuestros abuelos y abuelas. No podemos mirar hacia adelante sin conocer el pasado que se hace presente en cada pregunta sin respuesta, en cada gesto adusto, en cada mirada perdida. Hubo que romper ese muro de silencio y sacar a la luz la Memoria colectiva.

Lo que el Estado nunca había hecho, lo empezaron a hacer los nietos y nietas formando Asociaciones Memorialistas, costeando exhumaciones, investigaciones, difundiendo y dignificando la Memoria de aquellos y aquellas a quienes quisieron exterminar hasta de los recuerdos.

Por eso es tan importante que se sostengan proyectos de políticas públicas sobre Memoria resistiendo todo intento de negacionismo por parte de ideologías que quieren instalar un discurso reconciliador poniendo en un mismo plano dictadura y democracia.

¿Cuál fue su experiencia personal al encontrar la fosa común donde estaba enterrado su abuelo?

La exhumación de un familiar es un proceso que no se puede explicar con palabras. Está allí, bajo tierra, en un lugar determinado por decisión de un régimen que asesinaba y desaparecía a quienes pensaban distinto. No son sólo huesos, es también la propia historia y la propia identidad enterrada en una cuneta. En mi caso particular fue muy difícil armar un relato ya que tenía muy poca información sobre mi abuelo y lo que pude saber fue a través de testimonios de vecinos que se acercaban al lugar de la exhumación. La familia nunca habló, jamás dio algún dato a través del cual pudiese saber algo más sobre su persona, su militancia, sus sueños, sus ideas por las cuales le habían arrebatado la vida.

Me identificaba con esos restos a los que no podía ni puedo ponerle rostro porque no hay fotos, ni recuerdos, nada que guarde su memoria. Sólo sentía que estaba en el lugar y momento preciso rescatando a mi abuelo del olvido y devolviéndole a mi padre, una verdad oculta que él más que nadie debía y merecía saber.

Muchas preguntas sin respuestas a lo largo de mi vida se esclarecían ahí, junto a la fosa. Recordé una frase que una vez le había escuchado a Osvaldo Bayer: “Los nietos cumplen los sueños de los abuelos”. También pensé en el momento del crimen, en lo que habría sentido, la traición, el pánico, el dolor, y lloré mucho, lloré setenta y cinco años de silencio y lágrimas mudas…

¿Qué significó para usted y su familia el proceso de exhumación de los restos de su abuelo?

Al llegar a España la actitud de la familia al principio fue algo incómoda, ya que me decían que no querían “abrir heridas” porque era una forma de volver a recordar un pasado y un dolor que habían dejado atrás. Finalmente, cuando “El Cesterín” fue llevado al cementerio, a la tumba familiar, sintieron que esa herida por fin cerraba de verdad y fue muy sanador para todos y todas.

Anteriormente dije que a mi papá de niño los paisanos del pueblo le decían que “Dónde el pasto crecía más alto y más verde estaba enterrado su padre”. Ese paraje, cuyas tierras araba, quedó para siempre grabado en sus retinas y en su corazón, ya que cuando llegamos al lugar donde habían comenzado los rastrillajes, lo pudo identificar.

Cuando en un pueblo empiezan a realizarse los preparativos para una exhumación, a medida que pasan las horas y se difunde la apertura de una fosa comienzan a llegar vecinos del lugar movidos por la curiosidad y también aparecen algunos testigos de los hechos que todavía con miedo, relatan lo que vieron o escucharon, y así la Memoria individual exclusivamente del ámbito privado se va convirtiendo en colectiva. Esto fue lo que ocurrió en “La Cortea”, sitio donde mientras se trabajaba en la búsqueda de los restos de mi abuelo, ancianos y ancianas del lugar comenzaron a relatar lo que recordaban que había sucedido setenta y cinco años atrás.

De esa manera supimos que no había muerto en una “reyerta entre vecinos”. Falangistas del pueblo, conocidos por mi abuelo, le dijeron que vaya a buscar al alcalde republicano de San Esteban de Valdueza para tenderle una trampa. Él fue, lo alertó para que escape porque lo iban a matar y volvió negando haberlo encontrado. Ese fue su delito y sentencia de muerte. Alguien lo delató y para aleccionar al pueblo lo fueron a buscar a su casa con lo que una vecina identificó como “el camión de la muerte”, mientras estaba cenando con su familia. Luego lo “pasearon”, torturaron y mataron.

El 9 de octubre de 2011, exactamente setenta y cinco años después del crimen, mi papá se enteraba a pie de fosa por boca de testigos, que Antonio Fernández González “El Cesterín”, su padre, cuyos restos tenía frente a él, había sido un héroe, con convicciones y principios. Creo que cerró su propia historia porque al año siguiente falleció de un cáncer repentino.

¿Qué papel cree que deberían jugar las escuelas en la educación sobre la dictadura franquista?

Siempre existió una historia “oficial”, hegemónica, avalada y aprobada que atraviesa los diferentes programas de enseñanza en las escuelas como así también los libros de texto. Un viejo dicho dice “si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia”, y esa otra historia es la Memoria de los pueblos que han resistido y luchado en defensa de su libertad y sus derechos.

En España durante décadas no se habló en los colegios del régimen franquista como una dictadura atroz y mucho menos se hizo mención de los crímenes cometidos. La distancia que separa el presente y los hechos acontecidos juega un papel preponderante porque esa falta de información ha impedido a generaciones conocer su propia historia, la misma de la sociedad a la que pertenecen, una historia trágica que no pueden ignorar porque son parte de la misma, son descendientes de un pasado que desconocen porque se ocultó y es tiempo de que se plantee desde las políticas educativas un programa de enseñanza que los acerque de manera crítica y reflexiva a interpelar, plantear e investigar. Como sabemos “Un pueblo que no conoce su historia, está condenado a repetirla”

¿Puede hablarnos sobre el trabajo de la ARMH en Argentina y sus principales objetivos?

Descubrir que era nieta de un represaliado del franquismo, poder encontrarlo y exhumar sus restos marcó un antes y un después en mi vida. Ya me había sumado a la única Querella contra los crímenes del franquismo presentada en Argentina en 2010 a través del Principio de Justicia Universal, cuyo primer querellante fue Darío Rivas, un luchador que nos dejó como legado su ejemplo a seguir.

Con el tiempo en este devenir de realizar charlas, proyectos y conferencias, con un grupo de compañeras militantes de Derechos Humanos e inspiradas en el trabajo de la ARMH en España, presentamos la ARMH Argentina (Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica por los crímenes del franquismo Argentina) cuyo objetivo es la recuperación, divulgación y dignificación de la Memoria histórica contra los crímenes del franquismo. Difundimos historias de hombres y mujeres afines a los ideales de la República, y hacemos Memoria de los hechos acaecidos desde el golpe de Estado del 18 de julio de 1936. También denunciamos los crímenes ocurridos en el llamado tardofranquismo y la “transición modélica” porque transmitimos a través del aporte de abogados, abogadas y querellantes los avances y retrocesos de la “Querella Argentina”.

Si bien no podemos hacer mucho porque jurídicamente España no ha aportado datos relevantes para poder investigar los crímenes denunciados, ni contestado exhortos, apoyamos las diferentes causas y trabajamos en la defensa de la Memoria colectiva. Lo hacemos de manera gratuita y sin fines de lucro, a través de charlas, cursos, homenajes, conversatorios, programa radial semanal, rescatando historias olvidadas, desconocidas y recordando aquellas que son más al sentir popular.

Pero no sólo hacemos Memoria de hechos del pasado, los traemos al presente denunciando cualquier tipo de delito que vaya en contra de la defensa de los Derechos Humanos, ya que la mejor manera de honrar a nuestros familiares es seguir luchando por los ideales por los cuales les quitaron la vida o los condenaron al exilio. Nuestro faro y ejemplo son las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo que fueron y son ejemplo en el mundo en su lucha por Memoria, Verdad y Justicia por los 30.000 detenidos/as desaparecidos/as. Ellas también, reivindicando la militancia de sus hijos e hijas, extendieron esa lucha, junto con los Organismos de Derechos Humanos, para alzar la voz y poner el cuerpo ante cualquier acto de persecución o atropello hacia los sectores más vulnerables de la sociedad, condenando al neoliberalismo con sus políticas represivas de exclusión que vulneran los derechos más básicos y libertades de los pueblos.

Adriana Fernández con su padre y su tío, Constantino y Antonio, en la exhumación de su abuelo, junto al arqueólogo René Pacheco. — Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH)

¿Cómo cree que la memoria histórica influye en la identidad colectiva de una sociedad, especialmente en países que han pasado por dictaduras o conflictos internos?

La Memoria histórica es el arma más eficaz para poder luchar contra el fascismo y las políticas represivas que nombré anteriormente, porque supera al individualismo, se transforma en colectiva y genera resistencia. Por eso el negacionismo que impulsan actualmente los sectores de derecha en Argentina no es casual, ya que pretenden arrasar con todo el trabajo que se realizó durante años preservando sitios y espacios de Memoria, archivos, documentación y búsqueda de menores apropiados, La Memoria hace a la identidad de un país, es una construcción en movimiento.

Sobre el proceso en España, la abogada Ana Messuti decía: “La culpa no se hereda, pero se hereda el trauma”, esta frase muestra parte de la identidad colectiva española. El terror que atravesó a varias generaciones, instalando un silencio que culminó con un pacto de olvido en la Transición, terminó imponiendo una reconciliación forzada sin tener para nada en cuenta el sentir de miles de víctimas que siguieron esperando justicia a la sombra de los acontecimientos. El Estado quedó fuera de cualquier responsabilidad para generar herramientas públicas que puedan sanar el trauma en forma colectiva.

En la actualidad, a partir de la lucha comenzada por las generaciones de nietos y bisnietos, Asociaciones memorialistas, organizaciones políticas y sindicales, han comenzado a realizar homenajes señalizando lugares de asesinatos, de bombardeos, de fosas comunes, a recordar historias de hombres y mujeres que han sido fieles a sus principios e ideales.

Estas acciones no sólo sirven para generar conciencia y dar visibilidad a esa parte de la historia que quedó relegada al ámbito privado, sirven también para terminar con la naturalización de que la mayoría de las calles o espacios públicos lleven los nombres de responsables de delitos de lesa humanidad. Es menester seguir avanzando en proyectos sobre políticas públicas de Memoria, enfrentar como sociedad el trauma generacional y construir una verdadera Memoria Histórica Colectiva que incluya verdad, justicia y reparación.

En su opinión, ¿qué papel juegan el olvido y el silencio en la construcción o destrucción de la memoria histórica, y cómo pueden las sociedades superar estas barreras para lograr una reconciliación genuina?

No hay reconciliación. No puede haber reconciliación. Palabras como reconciliación o concordia trazan un paralelismo entre víctimas y victimarios, poniendo a todas y todos en un mismo plano. Lo que sí debe haber es justicia.

En España existió un golpe de estado hacia un gobierno legítimamente elegido por el pueblo, y ese pueblo resistió y se defendió. Miles de asesinados por la violencia iniciada por los militares sublevados en julio de 1936, nunca fueron nombrados ni recordados y sus familiares todavía siguen buscando sus restos. A partir de esa fecha, las fuerzas republicanas, junto a una gran parte de la población civil y las Brigadas Internacionales, defendieron la causa republicana intentando derrotar a las fuerzas fascistas.

El 1 de abril de 1939 culminó la guerra con la imposición final de la dictadura franquista. Así se iniciaron años de persecución, censura, proscripción, robo de bebés, exilios, torturas y asesinatos. El proyecto de la República y todo lo que esa forma de gobierno significaba fue barrido. El movimiento obrero, sus organizaciones, su cultura y educación, resultaron sistemáticamente eliminados. Todavía quedan por exhumar más de 100.000 historias que siguen reclamando justicia desde las cunetas. La Guerra en España fue un acontecimiento singular en el preludio de la Segunda Guerra Mundial. También fue un ejemplo de lucha y solidaridad internacional.

A pesar de los crímenes cometidos, al retornar la vida democrática, el Estado español poco y nada realizo para promover un proceso de justicia y reparación, y las víctimas mueren sin reconocimiento y los victimarios sin que se hayan investigado sus crímenes. Esto se debe a que los principios de la dictadura franquista aún permanecen enquistados en gran parte de la sociedad española. Además, según las más altas instancias judiciales de España, los hechos que se investigan estarían prescriptos, ya que no se los considera delitos de lesa humanidad y se les aplica la Ley de Amnistía. Vuelvo a repetir que la construcción de la memoria histórica es un camino en el que aún queda mucho por hacer y transitar y también es una deuda pendiente por parte del Estado. 

Los crímenes son delitos de lesa humanidad que no prescriben y deben tener la condena que merecen. Sin justicia no hay reconciliación posible.

¿Cómo ha impactado personalmente en su vida y en su percepción del mundo el descubrir la historia de su abuelo y, por extensión, la historia de muchas otras víctimas del franquismo?

Conocer la historia de mi abuelo y poder recuperar sus restos fue una situación de privilegio ya que mi padre por la referencia que le habían dado vecinos del lugar, conocía el sitio de la fosa y pudimos exhumarlo, pero hay miles de personas que no tienen idea de dónde puede estar su familiar y mueren sin haber podido encontrarlo. La desaparición forzada es en sí uno de los delitos más perversos ya que sin la aparición del cuerpo, el duelo no termina de cerrarse.

Lo que me llamó mucho la atención es el ensañamiento del régimen para con las mujeres. Yo lo llamo “femicidio franquista” porque es terrible la estigmatización de la mujer por roja, miliciana o sólo por ser esposa, hermana o hija de un republicano. En Sevilla, Queipo de Llano arengaba por radio a los soldados a violar mujeres republicanas, aunque “chillen y pataleen” para que sepan lo que eran “hombres de verdad”. Rapadas, purgadas con aceite de ricino, expuestas desnudas y paseadas por el pueblo delante de su familia, de sus hijos, fueron nuestras abuelas y bisabuelas las que pagaron con sus cuerpos el precio de soñar con un futuro de igualdad y libertad.

Luego de la muerte de Franco, las mujeres que luchaban y resistían también fueron reprimidas y torturadas. Solo se salvaban aquellas que aceptaban el sometimiento del patriarcado en todas sus formas y a lo único que podían aspirar era a ser esposas y madres abnegadas.

Otra de las causas que aun increíblemente lucha por incorporar una ley en el Parlamento es la de bebés robados, delito que comenzó a implementarse con las mujeres republicanas a las que le quitaban sus hijos para entregárselos a familias franquistas y con el tiempo y la complicidad de la iglesia católica y personal de salud, la práctica se naturalizó apropiando bebés a mujeres mayormente en estado de vulnerabilidad hasta bien entrada la década del ‘80. La cifra que se maneja es de aproximadamente 30.000 menores apropiados. Pensar que treinta mil personas en España viven o han vivido con una identidad falsa mientras sus familiares hace décadas que los están buscando se vuelve inexplicable.

Silencio, impunidad, identidades robadas, la justicia sin investigar mientras el tiempo pasa inexorablemente y el Estado no da respuestas.

¿Qué lecciones considera que son cruciales para aprender y transmitir a futuras generaciones para evitar que se repitan los errores del pasado, tanto en España como en otros contextos similares? 

Cuando pienso en la dictadura argentina que dejó un saldo de 30.000 detenidas y detenidos desaparecidos, no puedo no asociarla con la dictadura franquista. Creo que si España hubiese juzgado sus crímenes, no hubiera sido tan fácil volver a repetirlos. Con una diferencia importante en años, ambos regímenes se valieron de un plan sistemático de exterminio para arrasar con todo lo que se oponía a la implantación de una dictadura cívico-militar-clerical apoyada por elites de poder y empresas que se enriquecieron con trabajo esclavo.

Desapariciones forzadas, torturas, fosas comunes, violaciones, amenazas, apropiación de menores, centros clandestinos de detención, campos de concentración, son algunas de las similitudes de un genocidio silenciado que en España todavía no fue investigado.

Hace décadas se pide la Derogación de la ley de Amnistía, y declaración de la Imprescriptibilidad de los crímenes cometidos en el marco de la represión franquista. Que se considere delitos de lesa humanidad como delitos comunes no es una falta de justicia solamente, sino también una connivencia con los sectores más retrógrados que prefieren el olvido antes que los derechos de las víctimas.

Es hora de que España se enfrente con su pasado para reencontrarse con su dignidad, reivindicar a quienes murieron por la democracia, resistiendo al golpe de Estado y la dictadura posterior, dando al mundo un ejemplo de lucha por una vida más justa. Sólo así las nuevas generaciones podrán construir un futuro asumiendo un pasado, aún presente, que no puede ni debe volver a repetirse.

No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos. Seguimos exigiendo Memoria, Verdad y Justicia!

1 Comment

  1. Creo que no hay palabras para expresar tanto horror, pero quienes somos mayores y hemos tenido la suerte de poder reconstruir documentalmente lo ocurrido, tenemos la obligación de hacerlo saber para que nuestros hijos y nietos conozcan la verdad.

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.