Adiós, Franco, adiós

Por Javier F. Ferrero

Pedro Sánchez necesita un gran gesto político que marque el principio de su legislatura. Ya el PSOE hizo desde la oposición de la ley de memoria histórica uno de sus caballos de batalla, hasta el punto de presentar una proposición de ley para reformarla e incluir demandas de los damnificados por la dictadura y sus familiares que quedaron fuera de la primera versión. Ahora, el recién estrenado presidente camina con paso firme hacia la pronta exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos. “Os pillaré trabajando”, ha dicho cuando los informadores le han preguntado si el traslado de los restos del dictador coincidiría con sus vacaciones estivales.

Ilustración de Javier F. Ferrero

José Luis Rodriguez Zapatero ya encargó en su día a un comité de expertos un informe sobre cómo reinventar el Valle de los Caídos para convertirlo en un centro de memoria y reconciación, como marca la ley de memoria histórica, maltratada en estos años de Gobierno del Partido Popular. La llegada de Mariano Rajoy supuso que la petición de los especialistas quedara paralizada sin dar demasiadas explicaciones. No hacían falta, ya que todo el mundo sabe de donde salió el Partido Popular y que el Valle significa más para ellos que para el resto de grupos políticos.

El Congreso ya aprobó en mayo del 2017 en una proposición no de ley del PSOE que instaba a exhumar a Franco, por lo que la iniciativa legislativa del Ejecutivo podría ser aprobada con el apoyo de los mismos grupos en las Cortes, con el seguro rechazo del Partido Popular y de sus cachorros naranjas, aunque estos últimos tienen que estudiar primero que les beneficia más de cara a las urnas.

El estado de un valle

La historia del Valle de Franco fue complicada desde su comienzo. El dictador ordenó en 1940 comprar el valle de Cuelgamuros, en la localidad madrileña de San Lorenzo del Escorial, para construir un monasterio, una basílica y la cruz más grande del cristianismo. Parecía que inaugurar pantanos se le quedaba pequeño y quería dar visibilidad a la grandeza de España a través de un gesto a la iglesia a la que tanto le debía. La elección del lugar fue pésima. La piedra es permeable y la basílica se excavó en la roca, de modo que la humedad y las filtraciones están a la orden del día. El agua corre libremente por la iglesia cuando llueve y solo se podría resolver esto aislando por fuera esa roca, un costoso parche que no soluciona de forma definitiva el problema. Diferentes informes revelan graves desperfectos en los columbarios, fosas caóticas con huesos amontonados sin identificar, hongos, e incluso prevé el colapso de muchos de los enterramientos. En el exterior, las esculturas de 20 metros se deshacen porque se usó una piedra porosa para esculpirlas.

En la basílica reposan 33.833 cadáveres, de los cuales 12.410 son de personas desconocidas, por lo que se antoja una misión casi imposible dar digna sepultura a los enterrados del Valle. La dictadura decidió unilateralmente trasladar miles de cuerpos de republicanos represaliados, en muchos casos sin permiso ni conocimiento de sus familias, como también reposan allí personas del bando franquista contra su voluntad y en fosas comunes. Entraban las excavadoras, cogían cuerpos por toda España y los llevaban a los monjes benedictinos, que se encargaban de enterrarlos. La idea era llenar el espacio, habían invertido mucho dinero y necesitaban muertos a paladas.

El futuro

La principal idea es convertir el Valle de los Caídos, ahora lugar de peregrinaje de gente con poco pelo en la cabeza y menos contenido en el cerebro, en un centro de homenaje a las víctimas.  Pero no nos engañemos, el Valle de los Caídos no es un espacio de reconciliación, es un emplazamiento lleno de carga fascista: se construyó para celebrar el triunfo del Franco iniciada ya la dictadura, no es un espacio neutro. El dictador lo ordenó construir en 1940 por Decreto de 1 de Abril de 1940 «para perpetuar la memoria de los caídos de nuestra gloriosa Cruzada», según el texto de la época. «La dimensión de nuestra Cruzada, los heroicos sacrificios que la Victoria encierra y la trascendencia que ha tenido para el futuro de España esta epopeya, no pueden quedar perpetuados por los sencillos monumentos con los que suelen conmemorarse en villas y ciudades los hechos salientes de nuestra historia y los episodios glorioso de sus hijos», continúa el Decreto, lo que no deja lugar a dudas. Esto nos lleva a entender que el lugar no puede quedarse como está, aunque solo sea por principios democráticos.

Ahora, el futuro del Valle fluctúa entre la demolición y una millonaria reconstrucción, aunque también está la loca idea de Albert Rivera de emular allí el cementerio de veteranos de guerra de Arlington (EE.UU). Ochenta años después de que Franco ideara Cuelgamuros, la única certeza es que su cuerpo embalsamado saldrá de ahí y lo que pase con la construcción franquista dependerá de los grupos políticos.

1 Comment

  1. Todo al suelo. Franco y acólitos a una pequeña fosa, que Mister Bahamonte debe ocupar poco a día de hoy, y un cartel en el lugar donde estaba la cruz de marras(derribada para ese momento): «Aquí yacen, para vergüenza de España, esclavos, soldados de un bando y de otro, y algún que otro cuerpo traído en contra del criterio de sus familias.»

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