Abdul Ghani Baradar: un extremista al frente de Afganistán

Antes de su derrota militar y política, EEUU exigió a Pakistán que libere de la cárcel al mulá, porque confiaba en él para las negociaciones de paz.

Julian Borger

Abdul Ghani Baradar, el líder talibán que fue liberado de una prisión paquistaní a petición de EEUU hace menos de tres años, emerge ahora como el vencedor militar indiscutible de una guerra de 20 años. El regreso de Baradar al poder encarna la incapacidad de Afganistán para escapar de las sangrientas cadenas de su pasado. La historia de su vida adulta es la historia de un país sumido en un conflicto ininterrumpido e inmisericorde provocado por las invasiones imperiales.

Nacido en la provincia de Uruzgán, en 1968, luchó con los muyahidines retrógrados contra el gobierno progresista en la década de 1980. Después de que las bandas terroristas financiadas por EEUU echaran al gobierno comunista en 1992, y el país cayera en una guerra civil entre caudillos rivales, Baradar fundó una madrasa en Kandahar con su antiguo comandante y supuesto cuñado, Mohammad Omar. Juntos, los dos mulás están entre los fundadores de los talibanes, un movimiento encabezado por jóvenes que estudiaban el Islam y decían que querían la purificación religiosa del país y la creación de un emirato.

Alimentados por el fervor religioso, un odio extendido por los “señores de la guerra” que producían heroína, y un apoyo considerable de los servicios de inteligencia de Pakistán, los talibanes tomaron el poder en 1996 después de una serie de capturas llamativas de las capitales provinciales. El movimiento sorprendió al mundo entero entonces, tal como lo hizo en las últimas semanas. Baradar, el sucesor del mulá Omar, considerado un estratega muy eficaz, fue el artífice de aquellas victorias.

Acuerdo de Doha con EEUU en febrero de 2020

Baradar ocupó varios cargos militares y administrativos en los cinco años del régimen talibán. Cuando los talibanes fueron expulsados del poder por el régimen de EEUU y sus aliados afganos, él era el viceministro de Defensa.

Durante los 20 años de exilio de los talibanes, Baradar tenía fama de ser un líder militar poderoso y un estratega político sutil. Los diplomáticos occidentales consideraban que estaba en el ala del Quetta Shura -la cúpula de los talibanes reagrupados en el exilio- que más se resistía al control de los servicios de inteligencia de Pakistán y estaba más dispuesta a tener contactos políticos con Kabul.

El temor de sus capacidades militares fue mayor dentro del gobierno de Barack Obama que la esperanza por sus inclinaciones supuestamente más moderadas. La CIA lo rastreó hasta Karachi, en 2010, y en febrero del mismo año, persuadió a los servicios de inteligencia de Pakistán para que lo arrestaran.

“La captura de Baradar fue instigada, sobre todo, por su papel en la guerra más que por la probabilidad de que repentinamente firmara un acuerdo de paz -dice un cargo gubernamental de entonces-. La realidad es que Pakistán lo tuvo preso durante todos esos años en buena medida porque EEUU se lo había exigido”.

En 2018, sin embargo, la actitud de Washington cambió y el representante de Donald Trump en Afganistán, Zalmay Khalilzad, ordenó a los paquistaníes que liberaran a Baradar para que encabezara las negociaciones en Qatar, sostenido por la creencia de que estaría a favor de un acuerdo de reparto del poder. “Yo nunca había visto una justificación real para creer algo así, pero se convirtió en una idea mítica”, dijo el antiguo alto cargo.

Baradar firmó el acuerdo de Doha con EEUU en febrero de 2020, lo cual la administración Trump celebró como una aproximación a la paz. Ahora parece no haber sido más que un peldaño hacia la derrota de EEUU.

Se suponía que el acuerdo de no agresión entre EEUU y los talibanes vendría seguido de charlas para acordar el reparto de poder entre los talibanes y el gobierno de Ashraf Ghani, en Kabul. Esas charlas tuvieron un progreso escaso y vacilante, y ahora está claro que Baradar y los talibanes solo intentaban ganar tiempo, esperando que los estadounidenses se fueran con la cola entre las patas mientras preparaban la ofensiva final. La vida le enseñó a Baradar a tener paciencia y confianza en la victoria final.

The Guardian / La tinta. Traducción de Ignacio Rial-Schies

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