Abandonar a los jóvenes, matar un país

Por Javier Carrero

La situación de los jóvenes es algo que no forma parte de la agenda política de este país. Al menos, no goza de la importancia que debería. Entre otras cosas, la juventud es víctima de uno de los principales problemas que tiene nuestro país: la dualidad del mercado laboral. A pesar de que la dualidad es uno de los mayores fallos del modelo de bienestar español, se trata de un tema del que prácticamente no se habla. Y hay un perverso motivo por el que esto es así; existe una razón, nada digna, que explica por qué la situación de los jóvenes no se trata como tendría que ser tratada. La razón y los culpables los señalaré más adelante.

Qué es eso de la dualidad

Antes de entrar en ello a fondo, voy a explicar brevemente qué significa eso de la dualidad, para que todo el mundo pueda seguir el hilo del artículo. De acuerdo con David Rueda, la dualidad consiste en la fragmentación del colectivo de los trabajadores en dos grupos.  Por un lado, están los insiders que ocupan puestos de trabajo fijos, regulados legalmente y protegidos. El colectivo de los insiders está formado fundamentalmente por gente mayor de 50 años (los babyboomers). Por otro lado, tenemos a los outsiders, que son los trabajadores cuyo puesto apenas está regulado. Los outsiders son trabajadores temporales, precarios y cuyo coste de despido es cero. El colectivo de los outsiders está formado básicamente por los más jóvenes, aunque también se ven especialmente afectadas las mujeres –así que, es de imaginar cómo afecta esto al grupo de jóvenes que, además, son mujeres–. En definitiva, una de las consecuencias principales del dualismo es que concentra todo lo peor de las crisis en un colectivo: los jóvenes.

Pues bien, sabiendo lo que es la dualidad del mercado laboral, qué tal si ahora os digo que España es el país con un mayor nivel de dualidad de Europa.

En el gráfico de arriba, de Fernández-Albertos y Dulce Manzano, observamos como España es el país europeo con más dualismo. La otra dimensión, la de la correlación entre la preferencia por la Redistribución y el Estado de Bienestar, no la trataré en este artículo.

Esta realidad, además de ser horrible para los jóvenes, tiene sus consecuencias negativas en la economía española. La existencia de asimetría en los costes de despido, hace que en situaciones de crisis serán despedidos los jóvenes con mayor facilidad. Una de las consecuencias de esto es que las empresas no invierten en el capital humano, no ponen esfuerzo en formar a sus jóvenes empleados outsiders, porque se los van a cargar más pronto que tarde. Por lo tanto, veremos que la mano de obra barata crece, a la par que la eficiencia laboral desciende, convirtiéndonos en un país que trabaja mucho, mal y prácticamente gratis.

Se desplaza a las familias toda la carga de la provisión del bienestar, lo que supone un aumento de la desigualdad global, acarreando aún más consecuencias negativas. Es un bucle que nos lleva continuamente al desastre como país

Por si fuera poco, nuestro Estado de Bienestar se basa en cotizaciones a la Seguridad Social. Esto tiene como consecuencia que aquellos que no cotizan, no se ven protegidos por el Estado. No tenemos modelos de transferencias universales, ni selectivas para colectivos desfavorecidos, propios de los modelos de bienestar más justos y avanzados –como, por ejemplo, la renta básica universal–. Si al dualismo le sumamos esto, tenemos como resultado una parte enorme de la población totalmente desprotegida, y sin esperanza de dejar de estarlo.

Otra de las muchas consecuencias negativas es que los jóvenes nos vemos obligados a emanciparnos más tarde. Esto es así, porque el Estado y el mercado de trabajo no aportan al joven el bienestar, la protección y la estabilidad necesarias para llevar una vida digna, o simplemente para llevar una vida. Se desplaza a las familias toda la carga de la provisión del bienestar, lo que supone un aumento de la desigualdad global, acarreando aún más consecuencias negativas. Es un bucle que nos lleva continuamente al desastre como país. En resumidas cuentas, se roba a los jóvenes el derecho a construir planes vitales, se nos roba la autonomía. Todo esto sin olvidar que se provoca un aumento en el abandono escolar y que los jóvenes que trabajemos, lo hagamos en puestos de cualificación inferior a la que realmente tenemos.

Somos la generación más preparada de la historia, pero lo que más nos caracteriza es que también somos la generación más desaprovechada.

¿Cómo hemos llegado hasta este modelo? Se admiten apuestas: ¿Quién crees que ha contribuido más a que se fragmente el mercado laboral en insiders y outsiders? ¿La UCD? ¿El Partido Popular? La primera gran reforma laboral que fue determinante para la dualidad del mercado laboral, tal y como lo conocemos ahora, la llevó a cabo el PSOE. El presidente del Gobierno, Felipe González, liberalizó por completo el contrato temporal, fomentando la dualidad, y la destrucción de empleo. ¿Cómo te quedas? Toma PSOE de izquierdas, para que vuelvas.

Y la crisis nos golpeó más fuerte

Como vemos, hemos sido testigos de varias reformas laborales y retoques, que no hacían más que aprovecharse de la situación para “flexibilizar el mercado” y quedar bien, dando la apariencia de que se ejecutaban políticas a favor del empleo. Mientras, los sindicatos protegían más o menos bien a los trabajadores insiders que de ellos dependían. Y en medio de todo esto, los outsiders cada vez más precarizados y abandonados por gobiernos y sindicatos. Luego llegó Rajoy a gobernar durante la gran crisis. En 2012, Mariano Rajoy hizo su reforma laboral y, como resultado, vemos hoy ya 1,3 millones de empleos destruidos.

Pero aquí también encontramos el secreto de por qué nos ha afectado tanto la crisis. Como bien explica Pau Marí-Klose, la crisis ha sido más dañina en España que en otros países parecidos al nuestro, también intervenidos por la troika. El motivo de que España haya sufrido más es la estructura dual de nuestro mercado laboral, que impide el acceso a los puestos de trabajo, lo que supone la no entrada a la Seguridad Social y, en última instancia, la ausencia de prestaciones. Así, España es el país en el que la desigualdad ha aumentado más, como consecuencia de las políticas laborales del PSOE y especialmente de Rajoy, que continúa ahondando en la dualidad del mercado cuando más daño hace al país y a su gente. Esto podemos verlo en el gráfico siguiente.

Ahora que sabemos que la dualidad es el motivo del mayor azote de la crisis y de la aceleración del aumento de la desigualdad, recordemos, ¿quiénes son los más afectados por esto? Las generaciones más jóvenes. Nos están hundiendo, privándonos del derecho a decidir cómo queremos construirla y empobreciéndonos, haciendo que comer o tener un hogar propio sean cosas absolutamente inalcanzables. Nos están expulsando de aquí. Están expulsando del país a la que es posiblemente una de las generaciones con más talento. Están consiguiendo que España sea un país sin ninguna esperanza para el futuro, sin el talento capaz de hacernos avanzar como sociedad y adaptarnos a las circunstancias que la modernidad nos exige. Pero, además, se están olvidando de algo, se están olvidando que los jóvenes no somos únicamente los que estudiamos. La único de lo que los partidos son capaces de hablar cuando toca juventud es de las tasas universitarias.

Es evidente que el mal planteamiento del sistema educativo es un gran problema, uno que muchos sufrimos y que debe solucionarse ya, pero con esto no se llega hasta el fondo del asunto, solo nos quedamos con una pequeña parte del problema. Se está dejando de lado que, según los datos de la OCDE, el 10% de nuestra población más pobre, está en peor situación que el 10% más pobre de cualquier otro país europeo –incluyendo a Grecia e Italia–, y muy por debajo de la media de la propia OCDE. Ahí hay muchos jóvenes especialmente afectados por la dualidad y la crisis; hay que recordar que muchos jóvenes salen al mercado laboral a partir de los 15 años y ni siquiera pueden votar a los que van a legislar sobre su pésima situación laboral.

El hecho de dedicar la mayoría de los recursos a políticas dirigidas a los mayores provoca un efecto desplazamiento que acelera aún más el empobrecimiento de jóvenes e infancia

El oscuro motivo por el que solo se habla de las pensiones

Ahora que me expliquen por qué todo esto es así realmente. Tiene que haber un maravilloso motivo que justifique que se siga legislando hacia la dualidad y que no se hable de todos estos problemas. Pues resulta que el motivo no es nada maravilloso, es más bien oscuro. Dejando a un lado los intereses económicos compartidos por los últimos Gobiernos y los grandes empresarios, David Rueda explica que uno de los motivos de que se legisle así es que los partidos y los sindicatos se vuelcan en defender más o menos bien únicamente a los que forman parte de su electorado de referencia. Es decir, una de las razones está en los votos. Los malditos votos.

La realidad en este país es que los insiders, la generación del baby boom, suponen la mayoría de los votos. Y los que votan internamente en los sindicatos son obviamente los afiliados, los protegidos; de nuevo, los insiders.

Por otro lado, vemos que cuando se habla de política socio-económica a nivel estatal únicamente se habla de pensiones. Dos de los grandes problemas de España, pobreza infantil y precariedad juvenil, están totalmente silenciados; sin embargo, se habla continuamente de pensiones. Otra vez, la explicación está en los votos. Además del hecho de que los insiders, que votan más, estén más cerca de la jubilación, nos encontramos con que las zonas rurales y más envejecidas –electorado habitual de PP y PSOE–, están sobrerrepresentadas por nuestro injusto sistema electoral –sobre todo por la división en circunscripciones–. Por eso la agenda socio-económica del país está copada por las pensiones. La gente mayor vota mucho y su voto vale más, la gente joven vota menos y los niños no votan.

El siguiente gráfico, del instituto Bruegel, muestra claramente como, en Europa, los jóvenes son los más desempleados y los más empobrecidos con la crisis, mientras que los mayores de 65 han ganado incluso poder adquisitivo. Y este gráfico es de Europa, los datos en España son aún más preocupantes.

En el gráfico siguiente, elaborado por Marí-Klose a partir de los datos de Eurostat, se muestra la evolución de la tasa de riesgo de pobreza por edades en España.

A pesar de esto, se sigue hablando de pensiones, pero ni una palabra de pobreza infantil y juvenil.

Antes de seguir, no quiero que se me malinterprete. Debemos defender los derechos de los trabajadores, y debemos defender el derecho y la dignidad de las pensiones. El Estado debe proteger a los mayores, que todos algún día seremos, tras haber trabajado toda su vida. El problema está en basar por completo la política económica en las pensiones, que sea de lo único que se hable públicamente. El hecho de dedicar la mayoría de los recursos a políticas dirigidas a los mayores provoca un efecto desplazamiento que acelera aún más el empobrecimiento de jóvenes e infancia. A diferencia de lo que se puede pensar, esas inversiones en mayores no sirven para sostener a las familias, no revierten en sus nietos e hijos.

Por los votos de los mayores de 50, se está empobreciendo a la gran mayoría de la población (mirar gráfico superior: distribución de la población en edades), e hipotecando el futuro de los menores de 18. Es decir, se está profundizando en la miseria con el único objetivo de mantenerse en el poder.

El problema es que nadie es tan valiente como para decir esto públicamente. Se necesita una inmensa voluntad política para poner esta realidad encima de la mesa y plantear reformas realmente encaminadas a aumentar el bienestar y reducir las desigualdades. Nadie se atreve a decir la verdad, ahora que todavía podemos rescatar el futuro de este país.

Lo que hay que hacer

No es que yo tenga una receta secreta para solucionar los problemas de España y para reparar las grietas que la crisis ha provocado en nuestra sociedad. Pero es de sentido común que lo que hay que hacer es centrarse en políticas activas de empleo para la protección y la estabilización de los trabajadores outsiders. Es necesario regular su situación para que, a base de buenas reformas, entren dentro del sistema y pasen a ser insiders. Esto pasa por revertir la liberalización del despido y limitar los excesivos privilegios que se están concediendo a los empleadores, en detrimento de sus empleados.

Además, es necesario poner en marcha sistemas de transferencias universales, que no sea necesario formar parte del sistema de la Seguridad Social para beneficiarse de ellas, para rescatar a los outsiders que tengan más complicada, por el momento, la entrada.

Por otro lado, es necesario un cambio de modelo productivo. Debemos dar la espalda a los sectores turístico y urbanístico, de los cuales dependíamos por completo. Hay que centrar los esfuerzos en la educación y en el I+D, como dice Rueda.

Para esto, es importante ser valientes en el debate público. No tenemos que dejar de defender los derechos ya adquiridos por los trabajadores. Pero no podemos permitir que, mientras se pone el grito en el cielo por los ERE injustos, se olviden a miles y miles de jóvenes que no son renovados, ni estabilizados en sus puestos de trabajo, por la avaricia vil de las grandes empresas. Tenemos que pensar una serie de reformas para afrontar los restos del dualismo y la desigualdad, en vez de centrar la atención únicamente –que también– en las pensiones, con el único objetivo de pescar el mayor número de votos posible.

De lo contrario, los jóvenes seguirán exiliándose o empobreciéndose, el país seguirá envejeciéndose y todo este problema se irá agrandando como una bola de nieve imparable. Y no queremos saber cómo puede acabar eso. Si se sigue abandonando a los jóvenes, acabaremos por matar a nuestro país.

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