A quien el diablo le ha cargado las elecciones es al rey, señor Casado

Domingo Sanz
Politólogo


Solo le faltó decir “excepto las que convocaba Franco”, por lo que la pregunta es: ¿A qué votantes considera diabólicos el señor Casado?

O quizás el del PP se refería al demonio que gobernó la mano del redactor del comunicado oficial de la Casa Real, un texto con el que el Rey se ha colocado al margen de la Constitución, asumiendo unas funciones que no le corresponden e incumpliendo los plazos mínimos establecidos para convocar las nuevas elecciones, según acaba de documentar de manera inapelable el ex magistrado del Tribunal Supremo, Martín Pallín.

La verdad, no sé cómo se me ha ocurrido pensar que Pablo Casado pueda conocer estos detalles constitucionales. Ni que los hubiera estudiado en su máster.

El caso es que si PSOE y Podemos no estuvieran tan entregados a la monarquía restaurada por el asesino de masas Francisco Franco, al menos alguno ya estaría trazando una estrategia de movilizaciones para hacer morder el polvo al borbón. Su actuación es imperdonable, sin paliativos.

Y al del PP más le vale demostrar autoridad ordenando a Cayetana que pare de una vez la verborrea con la que está envenenando a muchos de su partido.

Si algo tiene la inestabilidad política prolongada es que los líderes políticos pierden el control y se desnudan con frases lapidarias. Me refiero a discursos con los que se lapidan a sí mismos.

Y al cada día más peligroso Felipe VI le ocurre lo mismo. Al menos, desde el 3 de octubre de 2017.

En España, la incapacidad de los políticos frente a la crisis económica terminó por hacer estallar el feliz bipartidismo que PP y PSOE compartieron durante más de 30 años. Ocurrió en las elecciones generales de 2015.

Y, por si éramos pocos, los partidos de la mayoría parlamentaria en Catalunya decidieron liderar, como es su obligación, la respuesta social contra un estado español que se había atrevido a convertir en papel mojado una reforma estatutaria aprobada con total respeto a la legalidad.

Tanto desconcierto y tantas arenas movedizas han terminado por romper los nervios de muchos políticos.

Lo malo es que antes, mucho antes, ellos ya se los habían roto a millones de contribuyentes.

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