Los grandes medios de comunicación españoles están simplificando y ocultando buena parte de lo que está ocurriendo durante los últimos meses en mi país.
Por Simone Vögele. LQSomos.
El nuevo gobierno de coalición llamado semáforo por los colores que identifican a los partidos que lo forman, poco tiene que ver con los esperados cambios progresistas respecto a los anteriores gobiernos conservadores liderados por la canciller Ángela Merkel.
El rojo no corresponde a la socialdemocracia cuando el socialismo hace una política dependiente de las multinacionales –sobre todo las de origen estadounidense- y se ocupa en desmantelar los servicios públicos atacando los bienes comunes. Scholz, el actual canciller ya demostró su neoliberalismo durante los años de participación en el gobierno Merkel como ministro de Finanzas.
(Hay que recordar –para evitar confusiones y sobre todo dada la extraña admiración europea por Ángela Merkel- que su política privatizadora compensaba la eliminación de camas hospitalarias con cantidades de entre 4.500 hasta 12.000 euros por cama suprimida, también que impulsó los ajustes salvajes a Grecia durante la crisis de 2008, que durante sus años de canciller se generalizó el trabajo precario y la mala gestión de los apoyos a las víctimas de las inundaciones del pasado julio en el valle de Ahr y la mortandad producida en una región en la que mucha gente carece aún de suministro energético).
En cuanto a los verdes, que tienen sus raíces en el movimiento por la paz y contra la Europa de los misiles y que en base a aquello ganaron el apoyo de sectores importantes de ciudadanía, perdieron esa identidad durante el liderazgo de Joschka Fischer alentando la participación alemana en las guerras de Yugoslavia. Hoy los verdes impulsan el despliegue de tropas de la OTAN en Ucrania, intensificando la política de tensión del gobierno respecto a Rusia, tensión que no lleva a ninguna parte.
Los liberales (el naranja del semáforo) no son en ninguna parte de fiar, estén en la oposición, participando en gobiernos o encabezando presidencias como Macron en Francia. Su neoliberalismo es de viejo origen y conocido recorrido.
En todo caso “el naranja” es señal de alerta y empiezo señalando algunas ALERTAS ante las actuales medidas del gobierno semáforo.
El 16 de abril de 2021 seguí el desarrollo de un debate en el Bundestag, un debate que me puso en estado de alerta porque trataba de la modificación de la Ley de Infecciones del año 2000, la Infektionsschutzgesetz (ISFG). Como en tantas ocasiones esa modificación se presentó como una simple adaptación a la situación pandémica y fue justificada como “necesidad de proteger a la ciudadanía frente a la pandemia de Covid”.
Sin embargo ese cambio supone una erosión de derechos y libertades antes garantizados por La ley Fundamental. La Ley Fundamental equivale a la Constitución, pero no es una constitución porque no fue aprobada por el pueblo alemán, sino que fue inspirada por los aliados vencedores en la Segunda Guerra Mundial y presentada y aprobada por el gobierno del canciller Adenauer.
Pasados unos meses, el 12 de diciembre nuevas disposiciones publicadas en el Boletín Legislativo nº 83 (Para el fortalecimiento de la vacunación contra el Covid 19) y que habían sido firmadas dos días, antes -el 10- por la más alta jerarquía (el Presidente de la República, Steinmeier- el Canciller, Olaf Scholz- y el Ministro de Sanidad, Karl Lauterbach) presentaba en sus artículos 22 y 23 lo que resumo (adjunto el documento original).
En el artículo 22 se limitaba la libertad individual y la libertad de reunión. También la libertad de movimientos y la inviolabilidad del propio domicilio. También el cuerpo dejaba de ser inviolable por el estado (avanzando así la vacunación obligatoria). Y en el artículo 23 se determinaba el calendario de aplicación de esas modificaciones restrictivas desde el día de publicación, el 12 de diciembre, hasta el 1 de enero de 2022 y el 1 de enero de 2023. La decisión del canciller Scholz designando al general del ejército Carsten Breuer para probablemente imponer y controlar la vacunación obligatoria a partir del próximo enero de 2022, lo que confirma que el proceso de militarización está en marcha para vacunar a la fuerza.
El pasado miércoles 22 de diciembre, Boris Palmer, alcalde verde de Tubinga, propuso junto a la vacunación obligatoria, la reclusión de quienes se negasen y su mantenimiento en prisión hasta que aceptasen y suprimir la prestación de desempleo y negar el acceso al puesto de trabajo a quienes no tengan pasaporte de vacunados. Sus propuestas están en debate y sean o no un sondeo de la opinión pública, calientan el clima de enfrentamiento en el país entre vacunados y no vacunados.
Las disposiciones en marcha apuntan a una grave situación de limitación de libertades individuales, prohibición de manifestaciones (que cuando las hay ya están siendo duramente reprimidas por la policía) prohibición de la movilidad fuera de los distritos, autorización de entrada policial en domicilios de personas no vacunadas, sin ninguna autorización judicial y estimular las denuncias vecinales de personas no vacunadas (incluso se empieza a estudiar como gratificar esas denuncias).
Todo lo cual marca un muy preocupante giro hacia una distopía autoritaria que parece decir que las formas democráticas valen en los buenos tiempos, pero sobran en las crisis en las que lo útil es liquidar la soberanía popular porque crea problemas al poder.
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