A continuación brindo una lista sobre distopías cinematográficas y televisivas que critican al capitalismo.
Por Francisco Martorell Campos
Las distopías políticas más reconocibles para el gran público y que mejor reputación tienen en el mundo académico tratan de Estados totalitarios del futuro altamente colectivistas e intervencionistas. Estados omnipresentes y policiales que cercenan la autonomía, la singularidad y la intimidad de los súbditos; que planifican los tiempos y los espacios con vistas a convertir la sociedad en una masa mecánica, disciplinada y homogénea, rendida al pensamiento único del Leviatán. Naturalmente, estas narraciones anti-colectivistas de la cultura popular, lideradas por la canónica “1984” (G. Orwell, 1949), apuntan, casi siempre y desde diversas ópticas, contra el socialismo. De manera explícita o implícita, directa o indirecta advierten que la planificación estatal de la existencia, la primacía del bien común sobre los derechos individuales y el dictado de la igualdad corren el serio riesgo de mutar en dogmas absolutos y alumbrar lo opuesto de la civilización emancipada que dicen buscar: un presidio atroz donde el “nosotros” monocolor aplasta sin compasión cualquier expresión del “yo” diferencial.
Menos conocida, existe una tradición de la distopía política diferente, dedicada denunciar el capitalismo. Encabezada por novelas precursoras como “Cuando el durmiente despierta” (H. G. Wells, 1910) y “El talón de hierro” (J. London, 1908), inspecciona futuros donde el totalitarismo y la violencia son ejercidos por las multinacionales, no por el Estado. Tanto es así, que las obras implicadas transcurren, a menudo, en civilizaciones donde los Estados propiamente dichos han desaparecido, o cuanto menos menguado a su mínima expresión. El gobierno de facto del planeta está en manos de las corporaciones, propietarias de los ejércitos y las tecnologías, de las infraestructuras y los recursos de subsistencia, de los media y las industrias. La única lógica que mueve el mundo es la competencia salvaje entre ellas y el más duro darwinismo social. De los servicios públicos y los lazos comunitarios (del “nosotros”) no queda nada. Todo es mercancía, inclusive los seres humanos. Más que vivir, la mayoría sobreviven. La desigualdad económica, la estratificación económica y la explotación laboral alcanzan máximos históricos. Mientras los privilegiados exaltan la libertad desde lujosos (y fortificados) enclaves, los demás han devenido esclavos de la miseria.
Voy a enumerar, sin afán de exhaustividad, algunas obras cinematográficas y televisivas representativas de este tipo de distopías.
1. “Viva la libertad” (R. Clair, 1931)
No es una distopía estricta, pero las secuencias de la fábrica conectan con el género distópico. Denuncia afilada de la deshumanización laboral bajo el capitalismo fordista. Y de muchas cosas más. Obra maestra.
2. “Tiempos modernos” (Ch. Chaplin, 1936).
Otra obra maestra centrada en atacar el industrialismo y la alienación del trabajo.
3. “Rollerball” (N. Jewison, 1975).
Repudiada en su día, lo cierto es que esta película fue pionera a la hora de llevar al gran público la distopía que denuncia el poder omnímodo de las multinacionales y el ocaso de los Estados.
4. “Freejack” (G. Murphy, 1992).
Los ricos del futuro roban a jóvenes moribundos del presente para utilizarlos como nuevos recipientes de su mente y salvarse de la muerte. Un ejemplo temprano de lo que denomino “distopías de la inmortalidad de clase”.
5. “La chica del lunes” (H. Hartley, 2005).
Película indie del siempre interesante Hartley sobre un futuro gobernado por el Gran Capital Global, entidad omnipresente que potencia el consumo mercantilizando la sexualidad. Una de mis preferidas. Netamente izquierdista.
6. “Hijos de los hombres” (A. Cuarón, 2006).
Palabras mayores. Descripción gráfica sobre cómo en la era del capitalismo global fenece el futuro y la capacidad de imaginar alternativas. Una llamada de atención a los antiguos activistas, hoy desencantados.
7. “Renaissance” (C. Volckman, 2006).
En el año 2054, el mundo está gobernado por grandes corporaciones. La más poderosa es Avalon, que ofrece remedios contra el envejecimiento y la muerte a los que pueden pagarlos. Visualmente espectacular el París futuro.
8. “Sleep Dealer” (A. Rivera, 2008).
Otra cinta alejada de los grandes estudios, centrada en la explotación laboral de los más pobres a manos de las multinacionales y la globalización capitalista. Su falta de presupuesto se compensa con un relato muy activista y sugerente.
9. “Metropía” (T. Saleh, 2009).
Película de animación muy interesante que desenmascara cómo las grandes empresas invaden y condicionan el pensamiento a través de la publicidad ubicua.
10. “Carré Blanc” (J. B. Leonetti, 2011).
Tengo debilidad por esta desconocida película. Pero no es para todos. Muy dura, introspectiva y oscura. En mi opinión, una de las representaciones más desagradables y certeras que la ciencia ficción ha hecho del sistema capitalista.
11. “In Time” (A. Niccol, 2011).
Copia del “Arlequín” de Ellison, la película de Niccol construye algunas imágenes brillantes sobre la estratificación social. No se atreve, claro está, a desafiar las coordenadas ideológicas dictadas por la industria blockbuster.
12. “Branded” (J. Brandshaw, 2012).
Cinta rusa sobre un porvenir invadido por la publicidad continua de las grandes marcas, que actúan a través de un virus. Grandes ideas mal desarrolladas. Pasa a menudo.
13. “Continuum” (2012-2015).
Serie canadiense sobre viajeros del futuro que luchan en el presente para impedir que la dictadura del capitalismo global que gobierna y destruye el futuro llegue a forjarse.
14. “Elysium” (N. Blomkamp, 2013).
Conocida por todxs. Poco que añadir. A mi juicio, no abandona el marco de la corrección política. Un producto notable, en cualquier caso.
15. “Snowpiercer” (B. Joon-ho, 2013).
Memorable, no exenta de aspectos sospechosos y discutibles (ese final pro-primitivista, la idea de la revolución inducida por las élites, etc.). Una gran alegoría sobre la lucha de clases y la tesis del fin de la historia.
16. “Mr. Robot” (2015-2019).
Serie formidable: el hacktivismo de la FSociety contra el capital. Valiente y compleja. Por desgracia, termina sacrificando lo político en pos de las idiosincrasias psicopatológicas de Elliot. Imprescindible.
17. “3%” (2016-2020).
Ataque palomitero y para todos los públicos de la brecha económica abierta entre ricos y pobres. A mí me gustó, pues tiene observaciones potentes y progresistas. Pero ese final reconciliador, ¡ay el final!
18. “Incorporated” (2016).
Otra serie sobre un futuro donde los ricos habitan espacios idílicos fortificados y los pobres (el 95% de la gente) entre chabolas y basura. La historia tiene potencial. Empero, la denuncia contra las multinacionales se asfixia bajo el relato amoroso.
19. “Trepalium” (2016).
Teleserie francesa. En el futuro el desempleo afecta al 80% de la población. Un muro (este es el cliché principal de muchos títulos aquí señalados) separa a la minoría privilegiada del resto.
20. “Snowpiercer” (2020-?)
Adaptación televisiva muy libre del cómic de Lob y Rochette. Mejor de lo que leerás por ahí. Gana con el paso de los capítulos. Reflexiona sobre la dupla miedo-esperanza de manera muy top. Pese a los típicos capítulos de relleno, avanza y cautiva.
21. “Severance” (2022-?).
Y cerramos con la gran revelación del año. Una maravilla total. Relato sobre el origen de una distopía capitalista atroz.
En pos de la síntesis, he dejado fuera cuantiosas películas de dispar calidad, por ejemplo “Cuando el destino nos alcance” (obra maestra), “Wall-e”, “Ready Player One”, “Código 46”, “La isla” y “Repo Men”. Y series como “Max Headroom”, “Years and Years”, “Carbono alterado”, “Charlie Jade” y el episodio “15 millones de méritos”, incluido en la primera temporada de “Black Mirror”.
Nótese, antes de acabar, que he evitado la expresión “distopías anticapitalistas”. El motivo es claro. Algunos de los títulos citados en la lista merecerían ese rótulo, pero otros no llegan tan lejos. Lo habitual es que la denuncia distópica del capitalismo planteada por el cine y la televisión se realice sin hurgar demasiado ni reivindicar de forma abierta alternativas socioeconómicas de izquierdas al mismo, por borrosas que sean. No olvidemos que, salvo excepciones y/o anomalías imprevistas, son los grandes estudios quienes financian y emiten esa denuncia. O bien, pasa con bastantes películas y series recientes, cae dentro de la ideología anticapitalista impulsada por el propio capitalismo de la que hablaba Mark Fisher, o bien se enarbola en nombre de un capitalismo con rostro humano (del mito según el cual el sistema capitalista falla porque lo dominan malas personas), o bien sucumbe al derrotismo e insinúa que la única salvación reside en el amor o la amistad. A pesar de los pesares, las distopías de esta tradición tienen la virtud de desacreditar, poco o mucho, bien o mal, al auténtico dueño del mundo en el presente y no, como hacen otras muchas, a leviatanes colectivistas procedentes de la Guerra Fría. Al margen de sus contradicciones, aportan imágenes puntuales sobre la lucha de clases y, en ocasiones, de la revolución muy atractivas. Pueden servir como introducciones didácticas a denuncias más coherentes, transgresoras y completas. O como materiales de análisis de los imaginarios “anticapitalistas” de la cultura de masas actual. Sea como sea, en tanto que distopías su utilidad es limitada. Sirven, en el mejor de los supuestos, para realizar diagnósticos críticos de la situación, no para aportar ideas que la mejoren o cambien.
Francisco Martorell Campos es Doctor en Filosofía. Autor de “Soñar de otro modo. Cómo perdimos la utopía y de qué forma recuperarla” (La Caja Books, 2019) y “Contra la distopía” (La Caja Books, 2021). Su última publicación es “Empastillados. El meme de la red-pill de Matrix y los usos reaccionarios de la distopía”, capítulo incluido en: A. Pajares (ed.), “Memeceno. La era del meme en internet” (La Caja Books, 2023).
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