Por Paula Albornoz
Hace años que pienso que este día no tiene nada que ver con ustedes, y que es la única vez en el año en que tienen que dar un paso al costado y ser simplemente espectadores. Pero pensar eso es pensar que los hombres tienen una posición pasiva en el movimiento de las mujeres, como si dicho movimiento no existiera justamente por el rol de los hombres en la sociedad. El 8 de marzo es el día en que más atentos tienen que estar: escuchar todo lo que tenemos para decir, para gritar, para llorar. Los otros 364 días del año, lo que les compete es actuar en consecuencia.
Sé que hay algunos que están más al tanto de todo, otros a los que les interesa saber más y muchos que no quieren saber nada. Quizá no tanto porque estén en contra, sino porque como no les afecta, no les interesa en lo más mínimo. Hoy quiero apelar al cariño y a la deuda que sé que tienen con decenas de mujeres que cruzaron en sus vidas para que decidan empezar a cambiar, a aprender y a difundir un nuevo modelo de hombre.
“Yo no le debo nada a nadie”, tal vez piensen. Entonces, me propongo ayudarlos a hacer memoria. La madre que te parió (la que siempre usan como insulto), te crió, te abrigó, te enseñó, te cuidó, te vistió, te formó. Las tareas de cuidado siempre se dan por sentado, por eso hoy quiero que se vayan con la certeza de que es un trabajo. Uno no pago, además. Si pensás que no es un trabajo, te propongo que empieces a hacerlo en tu casa, sumado al que seguro ya tenés en otro lado, para que te des cuenta de la carga enorme que conlleva. Si nunca lo pensaste como tal, y encima pensás que si hacés alguna tarea del hogar estás “ayudando”, ahí tenés el primer problema. Tu pareja o ex pareja, la que cuida a tus hijxs y limpia y cocina y lxs lleva a la escuela y sabe todo sobre ellxs y a vos también te limpia y cocina y escucha; a ella también le debés un montón. A tus amigas o compañeras de trabajo a las que menospreciaste o molestaste con bromas sexistas, sin darte cuenta, para que se rían los varones alrededor tuyo pero nunca ellas. A ellas también les debés. A las que les dijiste un “piropo” (se llama acoso) en la calle, porque la viste y te pareció hermosa. A ellas también les debés.
¿Alguna vez notaste que al caminar detrás de una mujer ella aceleraba el paso? Si eso no te hizo sonar las alertas, ahí también tenés un problema. Y si te sentiste mal al notarlo, imaginate lo horrible que se siente tener miedo de cualquier hombre que pasa detrás nuestro. Sentir eso no es excepcional para nosotras; es algo que nos pasa a absolutamente todas. A tu abuela (y sus predecesoras), a tu madre, a tus hermanas, a tus primas, a tus amigas, a tu pareja, a tus hijas, a tus nietas (y a las que les sigan). Sé que no podés llegar a dimensionar un miedo así, tan constante, tan presente y tan eterno. Es enorme y es mundial. Y la causa, son los hombres. Sí, los hombres. Aunque pienses “no todos los hombres son así”. Son los suficientes para que tengamos miedo. Más aún, aunque pienses que “no todos”, todos tienen al menos cinco conductas machistas de las que seguramente ni se dieron cuenta y contribuyen a la pesadilla que vivimos cada día y cada noche.
Te invito a reflexionar, a aprender, a escuchar a las mujeres que te rodean y primordialmente, a actuar. Los “chistes” denigrantes del siglo pasado y las fotos de mujeres desnudas en los grupos de WhatsApp no van más. Mucho menos difundir una foto privada que te compartió una mujer, depositando en vos su confianza. ¿Te pusiste a pensar alguna vez qué sentirías si te hicieran eso a vos?
Las mujeres no te deben las tareas de cuidado. Ni limpiarte, ni cocinarte, ni cuidar de tus hijxs o de tus ancianxs. Las tareas de cuidado son colaborativas. No ayudás; colaborás, porque también es tu responsabilidad.
Decirle algo a una chica en la calle no es un piropo, se llama acoso callejero. Ni miradas sugerentes, ni comentarios fuera de lugar. Si querés dejar de contribuir a nuestro miedo e inseguridad, es un gran primer paso. Ni hablar de no orinar en la vía pública (¡nadie quiere ver tus genitales!) o tocar mujeres en los medios de transporte. Aunque no lo vivas y por eso no lo tengas en mente, son cosas que pasan todos los días, en todos lados. Si no las hacés vos, te cuento que las están haciendo otros hombres. Y esos hombres pueden ser tus hijos, tus amigos, tus compañeros de trabajo o del club, tus hermanos. Es por eso que otra cosa fundamental que tenés que hacer es detenerlos.
Rompé con el pacto de silencio de los hombres. Acostarse con una chica borracha o inconsciente no es una travesura, es una violación. Burlarse de una mujer en el trabajo o por cómo maneja o cómo se viste no es divertido, es insoportable. Prohibir a tu esposa o novia salir a trabajar porque vos ya lo hacés no es protegerla, es encerrarla. Leerle los mensajes de WhatsApp o romper la pared de un golpe cuando te enojás con ella no es amor, es violencia. Asumir que las mujeres tienen que hacerse cargo de otros porque son “maternales” no es lo normal, es machismo. Ver como otros se envían videos pornográficos o insultan mujeres que conocen en grupos de varones no es ser compañero, es ser cómplice.
Hoy les pido, les ruego y les demando que sean el cambio. Les exijo que dejen de quedarse a un costado, que dejen de fingir que no es problema suyo. La violencia hacia las mujeres es pandemia y es un problema de todas y todos. Los incluye. Los hombres son los que perpetúan esa violencia; si la detienen, se resuelve el problema.
Sé que no es fácil. Sé que debe costar mucho dimensionar y darse cuenta de todas las conductas machistas que tenés. Pero si tenés dudas, buscá en internet, leé, pregúntale a las mujeres que conozcas. Pedí perdón. Revisá conductas anteriores y ya no las repitas. Sé el cambio que necesitamos, un paso a la vez.
Que este 8 de marzo sea el primer día. Que la revolución también la hagan los hombres, porque si ustedes no cambian, nada cambia. Y yo quiero estar a salvo. Todas queremos. Depende de ustedes.
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