Hoy vemos un movimiento feminista dividido. Una lucha histórica que está siendo manipulada y nos presenta un feminismo que supuestamente se debate entre la fiesta, la pseudo diversidad, los deseos, el autocuidado y las escobas.
Por Reme Madrona | Activista feminista
Hoy 8 de marzo, la situación actual del movimiento feminista nos ha revelado la necesidad, por encima de otras consideraciones, de reivindicar esta jornada como lo que fue desde un principio: el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Todas conocemos el origen de esta fecha. Sabemos que fueron más de 100 mujeres trabajadoras las que perdieron su vida en la fábrica de Nueva York en 1911 y sabemos que fue el hecho de ser explotadas laboralmente por sus patronos, a cambio de un salario de miseria y en condiciones deplorables, lo que las llevó a la muerte.
Sabemos que fueron las mujeres de la Segunda Conferencia Internacional de mujeres socialistas, encabezadas por Clara Zetkin, las que en 1910 acordaron una fecha para reivindicar los derechos de las mujeres, tomando como partida el derecho al sufragio y defendiendo la conciencia de clase como base para alcanzar la plena igualdad política de los sexos. En ese día las mujeres invocaron la unidad de clase de organizaciones políticas y sindicales para reivindicar un Día internacional de la Mujer.
Son esas dos condiciones, ser mujer y ser trabajadora, las que determinan la situación de doble explotación a que somos sometidas las mujeres. Y sabemos que ser mujer y ser trabajadora afecta prácticamente a la mitad de la población del planeta.
Es cierto que el olvido de una de las dos condiciones, por parte de aquellos a los que un día pedimos unidad de lucha, nos ha llevado en ocasiones a incidir más en el hecho de ser mujeres y relegar en parte nuestra posición de clase.
Pero hoy vemos un movimiento feminista dividido. Una lucha histórica que está siendo manipulada por todos y cada uno de los partidos políticos, por organizaciones sociales y medios de comunicación y nos presentan un feminismo que supuestamente se debate entre la fiesta, la pseudo diversidad (los machismos son los mismos), los deseos, el autocuidado y las escobas, un feminismo que ahora, (¡ahora!) se dedica a pelear por la paridad en los consejos de administración de las empresas…
No, señores y señoras del gobierno, grupos parlamentarios aliados, autoridades regionales o locales:
Las mujeres luchamos, este día al menos, por el acceso a un trabajo digno y en igualdad de condiciones que nuestros compañeros, por ejercerlo sin sufrir acoso, por acabar con el desempleo femenino, con la brecha salarial, por unas pensiones dignas para las mujeres, por la regularización de las trabajadoras migrantes… y por supuesto por acabar con toda violencia que, por razón de su sexo, sufren las mujeres en todo el mundo.
Sabemos también que así es el programa del feminismo de clase: único que llama a luchar contra el sistema capitalista, además del patriarcal.
Porque sin cambiar el sistema, los supuestos avances se volverán tarde o temprano en contra y volverán a introducirse caballos de Troya en el feminismo para dividirlo como hicieran en su día con el movimiento obrero.
¿O acaso desconocemos que esta división es consecuencia de la movilización sin precedentes que llevó a millones de mujeres en todo el mundo a la huelga general de 2018? En marzo de 2017, centenario de la Revolución Rusa, las mujeres avisamos de que podíamos hacerlo. En 2018 se confirmó y toda la maquinaria del sistema se puso en movimiento para impedir el éxito en los años siguientes.
Compañeras: No dejemos pasar otro siglo. Alcémonos en lucha contra el capital y sus defensores, contra el patriarcado y sus abanderados.
Por un 8 de marzo de clase, de lucha y de revolución.
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