El debate en torno a la Transición está muy abierto. Una versión oficialista nos hablaba de un proceso modélico y ejemplar, nada más lejos de la realidad. La Transición fue violenta, sucia e incompleta en muchos ámbitos.
Por Miguel Moneo
Lo que sucedió en Vitoria aquel 3 de marzo de 1976 condicionó el inicio de la Transición resquebrajando la credibilidad del primer proyecto reformista. La masacre de Vitoria supone una aciaga marca de nacimiento para la democracia española, pero desgraciadamente no se trataría del último acontecimiento de tal calibre. Las tragedias sin duda alguna no fueron ajenas a este proceso histórico.
El dictador Franco murió y aun así su régimen prevaleció comandado por Arias Navarro y representado por Juan Carlos I. La democracia no llegaría de un día para otro, ya que los hombres fuertes del régimen tenían en mente unas reformas superfluas basadas en el mínimo número de cambios del sistema. La revista Cambio16 definía este proyecto como una “democracia pactada con todos los antidemócratas”.
Todo esta situación dio un vuelco el 3 de marzo de 1976. Después de 2 meses de huelgas gestadas en la clandestinidad a expensas del Sindicato Vertical, el cese de actividad que comenzaría en Forjas Alavesas, se extendió por toda la ciudad aglutinando empresas hasta alcanzar una huelga general. Unos 10.000 trabajadores unidos en la lucha.
En una maniobra negligente, la policía gasea el interior del edificio, provocando una evitable estampida humana.
Aquel día, tras desplegar sus fuerzas y marchar por Vitoria, los huelguistas se dirigieron a la parroquia de San Francisco de Asís, donde venían celebrando sus asambleas asiduamente. Decididos a detener la asamblea, más por las malas que por las buenas, los miembros de la Policía Armada rodearon la iglesia quedando, a su vez, cercados por cientos de manifestantes que no pudieron entrar en el edificio.
En una maniobra negligente, la policía gaseo el interior del edificio, provocando una evitable estampida humana. La represión policial que vino a continuación se saldó con 5 muertos y un centenar de heridos, 43 de ellos con heridas de bala. Los agentes no repararon en usar armas de fuego contra la población.
Mientras las fuerzas del orden tiroteaban a los manifestantes en las calles de Vitoria, Fraga Iribarne, Ministro de la Gobernación, se encontraba en Alemania intentando mejorar las relaciones diplomáticas y probablemente vendiendo el éxito de las reformas del régimen.
La carrera de Fraga Iribarne, de cabeza pensante del franquismo a fundador de cierto partido conservador, daría para otro extenso artículo. Lo único que merece la pena señalar, es que tan solo unos meses después de los asesinatos de Vitoria y tras prohibir las marchas del primero de mayo, Fraga reclamó las calles como “suyas”.
Aquel triste acontecimiento conmocionó al país y la prensa se hizo eco de los acontecimientos desplazando a sus corresponsales. El poderoso diario ABC hablaba de los policías heridos y hacía hincapié en el daño realizado al mobiliario urbano(farolas, cabinas telefónicas…) todo con tal ponerse del lado del gobierno y equiparar el daño infligido a los manifestantes, ¿os suena?
Para ABC estas jornadas de lucha eran destructivas, dificultaron la labor del gobierno de Arias Navarro y espantaban a los inversores. Vemos como algunos medios no cambian un ápice su discurso. También se dijo por parte de medios regionales que los disturbios perturbaban la tranquilidad alavesa, como si en Vitoria no llevasen en aquel momento 3 meses de lucha amen de otra huelga general en 1972.
Lo cierto es que los sucesos de marzo desestabilizaron las reformas que se iban a llevar a cabo desde arriba, las movilizaciones sociales que vinieron tras este evento forzaron a tratar a la sociedad civil como un actor político más en la transición.
En el funeral multitudinario se evidenciaba que la lucha obrera continuaba con vida. Cerca de 80.000 personas se reunieron en las amplias calles que rodean la Catedral de Santa María en solidaridad con sus compañeros y anunciaban jornadas de lucha ardua que se extenderían por todo el país.
El debate en torno a la Transición está muy abierto. Una versión oficialista nos hablaba de un proceso modélico y ejemplar, nada más lejos de la realidad. La Transición fue violenta, sucia e incompleta en muchos ámbitos.
Tras lo sucedido el 3 de marzo algunos sectores de la sociedad pudieron sumarse al sogatira político pagando un alto peaje, ya que fue la clase trabajadora quien puso la sangre en las calles, las cuales, además, nunca pertenecieron a Fraga.
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