Amaparo Barayon, no perdones a sus asesinos
En marzo de 1939 Ramón J. Sender abandona definitivamente España y se marcha al exilio llevando de la mano a dos niños absolutamente desamparados que fueron depositados al cuidado de la escritora Julia Davis en Nueva York, y que crecieron y maduraron alejados de su padre, acogidos por una familia americana. Sender encerró en sus recuerdos la triste historia de Amparo y jamás la dejó salir.