Uno de septiembre
Al otro lado del portón una pareja de la Guardia Civil y algunos falangistas de la localidad. No hay cruce de palabras. Tan solo insultos que le incluyen de inmediato en la lista de las hordas rojas que quiere aniquilar el Francisco Franco, el que ahora se hace llamar «caudillo por la gracia de dios». Mientras le conducen a la cárcel del pueblo siente uno a uno en su cansado cuerpo los golpes de las culatas de las escopetas. Después el silencio y tal vez el miedo, mucho miedo.