Por Daniel Seixo
“La clase obrera necesita conquistar las reivindicaciones democráticas de carácter general sólo como medio para desbrozar el camino que conduce a la victoria sobre el enemigo principal de los trabajadores: el capital.”
Vladimir Ilich Lenin
“Y la burguesía no sólo forja las armas que han de darle la muerte, sino que, además, pone en pie a los hombres llamados a manejarlas: estos hombres son los obreros, los proletarios.”
Karl Marx
“La Historia es el único maestro infalible, y la revolución la mejor escuela para el proletariado.”
Rosa Luxemburgo
“La riqueza de la sociedad es creada por los obreros, campesinos e intelectuales trabajadores.”
Mao Tse Tung
1 de mayo de 2021, Día Internacional de los Trabajadores. La pandemia y los desastrosos efectos para el día a día de la clase obrera todavía no nos han abandonado, pero los recientes despidos colectivos anunciados por entidades como H&M, Caixabank, el grupo hotelero NH, Casual Hoteles, Carrefour Viajes, Iberostar… Hace prever que la movilización comienza a resultar más urgente que nunca.
137.500 empleos destruidos en el primer trimestre de 2021, un creciente porcentaje de población absolutamente derrotada ante la perspectiva de un callejón sin salida en el deprimido mercado laboral español y unos ERTE que poco a poco comienzan a destaparse como lo que realmente han sido: un parche momentáneo destinado a capear políticamente la situación, inyectando ineficientes ayudas económicas a diferentes empresas que no han tardado demasiado en anunciar una cascada de ajustes de plantillas que de momento ya afectan a decenas de miles de trabajadores. La perspectiva resulta desoladora para el pueblo trabajador y profundizamos en ella con demasiadas falsas promesas acumuladas y una reforma laboral que las urgencias electorales llevaron a prometer derogar, pero que la sumisión al gran capital ha consolidado como un peso insuperable sobre la espalda del pueblo. Y no debemos engañarnos, aquí se encuentra el punto clave de la batalla política que a día de hoy se desarrolla en nuestro estado: en la capacidad de la derecha para imponer unas condiciones materiales en las que 12,7 % de los trabajadores en España se encuentren en situación de pobreza pese a poseer un empleo y el 16% de la población se encuentre sin empleo alguno, formando parte de un inalterable ejército industrial de reserva, desempleados permanentes, arrojados a una constante realidad de precariedad, explotación laboral y condiciones de supervivencia marcadas por los antojos y apetencias de un sistema más volcado en las aduladoras cuentas de resultados destinadas a los grandes ejecutivos que en garantizar unas condiciones dignas de vida a la población o la propia viabilidad social a largo plazo.
Parece quedar ya demasiado lejos la realidad de los Mártires de Chicago, ese grupo de sindicalistas estadounidenses que fueron condenados por participar en la revuelta de Haymarket. Unos hechos que se enmarcan en la huelga que comenzó el 1 de mayo de 1886 en la capital del Estado de Illinois y en la simplemente que se reclamaba el cumplimiento de una jornada laboral de ocho horas que la patronal no cumplía, pese a que la Ley Ingersoll así lo establecía. Ocho trabajadores fueron detenidos durante las protestas, cinco de ellos fueron condenados a muerte
Relato de la ejecución por José Martí, corresponsal en Chicago del periódico La Nación de Buenos Aires:…
“Salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro… Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita: «la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora». Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable…“
«Ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa». Algo que hoy nos puede parecer lógico, irrebatible, un derecho consolidado, pero que en aquel 1886 les costó la vida a George Engel, Adolph Fischer, Albert Parsons, August Vincent Theodore Spies y Louis Lingg. Nunca olvidemos sus nombres, no olvidemos que pese a ser sin duda alguna insuficientes, las condiciones laborales que hoy disfrutamos esconden en el desarrollo de su historia el sacrificio de numerosos mártires de la clase trabajadora. Mártir, persona que sufre o muere por defender sus ideales. Ideales que si excepción en el caso de la lucha obrera dibujan la esperanza de un mundo justo para el conjunto del pueblo, una lucha compartida, heredada, librada batalla a batalla por todos aquellos que decidieron no resignarse ante la aplastante realidad de un sistema que busca perpetuar la explotación del hombre por el hombre y que por ello dieron un paso al frente para desafiar las precarias condiciones impuestas. Una lucha y una realidad que todavía desafían hoy millones de trabajadores y trabajadoras y miles de sindicalistas dispuestos a complicarse un poco su vida, para intentar cambiar definitivamente las nuestras. No os dejéis engañar por el aparentemente transversal bombardeo de mensajes en dirección contraria, la organización obrera y la lucha sindical es el único camino posible para enfrentar al capital en nuestro entorno de trabajo. Pese a sus numerosos fracasos, pese a sus grandes derrotas y sus innegables errores, el sindicato sigue suponiendo a día de hoy un arma imprescindible para el cambio. Y que nos entierren ya si no es cierto que tarde o temprano la devolveremos el golpe a Margaret Thatcher y a todos los bastardos herederos de sus políticas y recetas económicas. Tarde o temprano, los bloques de trabajadores unidos, firmes y decididos plantarán cara a todos los policías que puedan reunir los gobiernos alimentados por el capital.
Una reforma laboral que las urgencias electorales llevaron a prometer derogar, pero que la sumisión al gran capital ha consolidado como un peso insuperable sobre la espalda del pueblo
Pero para ello toca reflexionar antes, admitir el triste estado actual de las cosas y comprender que empresas como Amazon o Glovo han dejado incluso a la CEOE como adversarios aparentemente moderados. Debemos reorganizarnos asimilando que la siniestralidad laboral causó en 2020 más muertes que el #COVID19, con 2,7 millones de fallecidos en el mundo, dibujando sin duda alguna una realidad que bien podríamos definir como terrorismo patronal. Es hora de comprender que el 1 de mayo no es una fiesta, ni un día destinado al consumo o el ocio, se trata de una batalla crucial en el prolongado calendario de la guerra de clase que diariamente libramos, aunque puede que no nos percatemos de ello. Un termómetro, una oportunidad para medir nuestros avances y para hacerles saber a quienes se oponen a la agenda obrera que esto no está ni mucho menos decidido. Así que hoy cálzate las botas de marchar, ondea firmemente la bandera roja y codo con codo sal a la calle dispuesto a no retroceder ni un palmo de terreno junto a tus compañeros, teniendo presente que ese mismo espíritu deberá contagiar a toda la plantilla cada maldito día hasta que las cosas realmente cambien. Y nadie ha dicho que vaya a resultar sencillo, ni rápido, ni quizás satisfactorio a corto plazo. Pero sin duda terminará valiendo la pena. Porque fueron, somos; porque somos, serán.
Feliz y combativo 1 de mayo camaradas, organícense y luchen.
Se el primero en comentar