Yihad contra el independentismo

Por Daniel Seijo

Pasados ya los homenajes, las visitas reales a los heridos; con su consiguiente séquito de fotoreporteros presente, las primeras explicaciones y el estupor que siempre causa la barbarie terrorista, el duelo a garrotazos en el que suele basarse la lucha política (muy a menudo fratricida en nuestro país) no ha tardado en hacer su aparición para recordarnos la vileza del poder y la futilidad de la sangre de los inocentes.  Atrás quedan las grandes loas a los Mossos d’Esquadrala supuesta unidad política ante la adversidad o la ejemplaridad del modelo español en lucha contra el terrorismo. Ni un mes ha tardado la agenda política en anteponer sus intereses inmediatos a la reflexión sosegada y al respeto a la memoria de las víctimas. Nos querrán contar que este duelo entre posiciones enfrentadas que lo enfanga todo a uno y otro lado de la frontera entre Cataluña y España, nada tiene que ver con el análisis de lo sucedido, nos dirán que es parte de la investigación rutinaria, de la reflexión periodística y que la mejor manera de evitar que algo así vuelva a suceder, es encontrar las fisuras en los protocolos de actuación contra el terrorismo. Y nosotros lo creeremos, lo creeremos no porque nos convenzan sus argumentos, sino porque de no hacerlo, tan solo nos quedaría comenzar a pensar en que alguien está haciendo un uso político del atentado en Barcelona, para condicionar un proceso social y político.

Todos podemos recordar, a poco que nos esforcemos, las primeras noticias sobre los atentados en Cataluña, la heroica actuación ciudadana socorriendo a los heridos en La Rambla, la rápida intervención policial en Cambrils evitando un nuevo atentado o la psicosis informativa del terrorista (o terroristas) huido, la información bullía rápidamente por los medios y las redes sociales, haciendo del titular y el desmentido uno. Ataques en otras partes de la ciudad, avisos de bomba y operativos policiales e informaciones de inteligencia grabados y difundidos como carnaza para la publicidad o los retuits. Las primeras jornadas tras el primer gran atentado de la era digital en nuestro territorio dejaban tras de sí la sensación de una sociedad escasamente reflexiva, acostumbrada a comprimir la realidad en 140 caracteres y a no cuestionarse por norma nada, simplemente dispuesta creer, difundir y multiplicar. Nadie parecía preguntarse en esos primeros días como resultaba posible que la explosión en la casa de Alcanar no llamase especialmente en su momento la atención de los diversos cuerpos de seguridad, que había pasado durante la huída de Younes Abouyaaqoub o como era posible que el imán Abdelbaki Es Satty pudiese actuar en Ripoll pese a su clara hoja de antecedentes. Nadie se preguntaba nada entonces, y no lo han hecho hasta que finalmente les han dicho que era el momento de hacerse preguntas.

La línea que separa la miseria moral y el ridículo más absoluto, de la búsqueda de información, se torna demasiado fina en estos días en donde filtraciones periodísticas y tramas políticas pueden llegar a confundirse con demasiada facilidad.

La aparición de una nota de los servicios de inteligencia de Estados Unidos al Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO), en la que supuestamente se confirma el aviso remitido a los Mossos d’Esquadra el 25 de mayo sobre el riesgo de atentado en la Rambla y otros lugares turísticos de Barcelona, vuelve a verter gasolina a un circo mediático y político que parecía haber vivido su momento culmen con el ignominioso guirigay acerca de la necesidad de instalar bolardos de protección en los espacios públicos, pero ahora desgraciadamente, renace con más fuerza si cabe para proporcionar una pobre munición a quienes desde la Moncloa o desde el Govern están dispuestos a hacer uso de cualquier medio para enarbolar lo que ellos consideran “su inmaculado patriotismo”. La línea que separa la miseria moral y el ridículo más absoluto, de la búsqueda de información, se torna demasiado fina en estos días en donde filtraciones periodísticas y tramas políticas pueden llegar a confundirse con demasiada facilidad. No debiese por tanto olvidar en toda esta polémica el periodista, ni el ciudadano, su capacidad para contextualizar la información.

El texto remitido por los servicios de inteligencia de Estados Unidos se refiere a “información sin concretar de veracidad desconocida” sobre “atentados terroristas sin especificar”, una información remitida tanto a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad españoles como catalanes, que el Gobierno catalán y el máximo responsable de los Mossos d’Esquadra han admitido (no sin incomprensibles vacilaciones previas) descartarón, conjuntamente con el Ministerior del Interior, por no considerarlo fiable. Mientras tanto el Gobierno, mediante su portavoz Iñigo Méndez de Vigo, ha rehusado hacer comentarios sobre los operativos policiales relativos al atentado en Barcelona “El Gobierno no va a hacer ninguna declaración ni comentario sobre cuestiones operativas”, un relativo silencio que sin embargo no ha impedido a Moncloa exigir responsabilidades al presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, acerca de las vacilaciones de la Generalitat a la hora de admitir el aviso recibido el 25 de mayo.

Mientas el Ejecutivo asegura simplemente poner el foco en si el Gobierno catalán ha dicho o no la verdad respecto a lo sucedido, el baile de informaciones, las barrabasadas tuiteras o las disputas a golpe de editorial, enfangan una vez más, uno de los peores atentados de la historia de España. De nuevo, los intereses de propios y extraños se anteponen a la verdad, una verdad que pasa simplemente porque el responsable de Interior, Juan Ignacio Zoido, acuda al Congreso a dar explicaciones acerca de la importancia operativa del comunicado de ese 25 de mayo. Debemos recordar que el Departamento de Estado norteamericano ya el 1 de mayo de 2017, emitía una alerta de viaje (que permanecería en vigor hasta el 1 de septiembre de este año) por el riesgo de atentados terroristas para los ciudadanos estadounidenses que viajasen a Europa. Una alerta que no estaba relacionada con ninguna amenaza concreta, pero que sí advertía de la capacidad del Estado Islámico y Al Qaeda para planificar y ejecutar atentados terroristas en nuestro continente, haciendo uso de “varias tácticas, incluidas las armas de fuego, explosivos, el uso de vehículos para embestir a la multitud y armas afiladas que son difíciles de detectar antes de un ataque”, entre los posibles objetivos de estos ataques se especificaba el riesgo de atentados en centros comerciales, instalaciones estatales, hoteles, clubes, restaurantes, lugares de culto, parques y aeropuertos. ¿Acaso debería haber blindado Europa su territorio por una amenaza real pero no específica? ¿Hubiésemos hablado de irresponsabilidad o falta de criterio de las autoridades por no haber podido evitar un atentado en alguna de las instalaciones europeas que en dicho comunicado se especificaban? No lo creo, los avisos genéricos como este simplemente buscan “fortalecer las defensas contra posibles amenazas” y extremar las precauciones de los ciudadanos y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, pero desengañémonos, el riesgo cero de atentados terroristas no existe, y no debemos predicar un estado policial o una ciudad blindada en la búsqueda de semejante quimera.

No seré yo quien critique las publicaciones de El Periódico, ni quien acuse a las diferentes instituciones españolas o catalanas de utilizar un atentado terrorista para continuar cavando en las trincheras previas al referéndum del 1 octubre, no puedo hacerlo sin recordar la ineptitud política de nuestro país, quizás toda esta polémica sea solo eso y no pura mezquindad, mejor creer en ello. Mientras tanto, el show debe continuar olvidando entre los focos el pacto de PP, PSOE y Ciudadanos para mantener los niveles de secreto en las relaciones militares con Arabia Saudí, el aumento de las mezquitas radicales en nuestro país, el desbordamiento de las cloacas de Interior, la peor cara de los Mossos y tantas cosas por las que ahora, todavía parece no es hora de preguntar.

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