Y el ganador es…

Por Matías Furriol @furriolmatias

Y pasó el primer cara a cara de la nueva (pre)campaña para las próximas elecciones del 26J y, como era de esperar, el «espíritu del Tío Cuco» quedó enterrado a la primera de cambio como ya había avisado Jordi Évole días antes y como creo que ya todas y todos podíamos intuir a tenor de lo que llevábamos viviendo en los últimos meses, donde los ataques y reproches mutuos se aireaban a la opinión pública día sí y día también.

En parte, era algo normal y evidente ya que sería lamentable que después de los múltiples cruces de declaraciones, hicieran borrón y cuenta nueva para quedar bien ante la sociedad. No sé vosotros, pero yo prefiero las cosas claras y a la cara, que buenas formas y que a la primera de cambio, donde dije digo…

Debate a 2
Ilustración de Javier F. Ferrero @SrPotatus

Entrando ya en materia del debate, puedo decir que fue un debate sin llegar a serlo. Me explico: había uno de los dos que no quería debatir. Había uno de los dos que solo quería bajar al barro a revolcarse y ensuciar todo lo posible, para que ese barro ensuciara los mensajes y que no quedaran claros.

Evidentemente hablo de Albert Rivera, parece ser que mientras las cosas fueron fáciles y las cosas iban cuesta abajo, el chico parecía un heladero en la puerta de un colegio. Se sentía como un pez en el agua. Pero cuando pasado el tiempo de pactos, se estrelló estrepitosamente con su pacto a la naranja con el PSOE, todo cambió.

Las sonrisas del chico guapo y pulcro se transformaron en mensajes incoherentes, nerviosismo continuo, mensajes contradictorios, etc.

Tal es el cambio que ha dado este chico y su partido, que donde todas las encuestas le daban como la opción más moderada y coherente para el voto del centro, de repente, empezó a perder ese favor de buena prensa que le caracterizó durante meses.

Encuestas que le hacían sacar pecho, hasta tal punto que se llegó a hablar de ganar las elecciones, se convirtieron en las últimas semanas en un martirio que lo está llegando a desquiciar.

Ya no es ese chico coherente y tranquilo que vendía una cosa y luego hacia otra, pero que aún así la gente lo seguía valorando positivamente.

Creo que lo alzaron tanto que el chico, con el afán de atacar a Podemos y a su líder Pablo Iglesias, se atrevió a realizar un viaje al país de moda entre los partidos viejos (PP y PSOE). Por supuesto me estoy refiriendo a Venezuela, un país que está en horas bajas y que dudo que necesitara la aparición de un candidato a presidente del gobierno de España. Con esto quiero decir que este chico no tiene ninguna legitimidad para desplazarse a un país en representación de otro del que no posee cargo alguno. Y creo, sin miedo a equivocarme, que ese viaje a hacer campaña y demagogia con el único fin de atacar a quienes consideran su enemigo directo por el gobierno, acabará pasándole factura en las próximas elecciones.

Centrándonos en el «debate», creo que quedaron demostradas las incoherencias de Rivera y su partido. Basta con seguir el hashtag #PartidoDeVuelta, para darse cuenta de los múltiples «gif» donde se retratan los repetitivos argumentos de centrarse en atacar a Iglesias con el Comunismo y el miedo que fomentan con él, las repetitivas e insistentes alusiones a Venezuela y Grecia, la demagogia con la que habló de los refugiados Sirios a los que se jactó de ir a abrazar sin ser capaz de explicar por qué dijo que votaría a favor de los bombardeos sobre las casas de esos mismos refugiados a los que había ido a abrazar y a hacerse la foto pertinente. Y muchos de los refugiados a los que no pudo abrazar, fue porque perdieron la vida al intentar escapar de su país en ruinas, gracias a los bombardeos continuos que reciben, pero que como no son venezolanos y no se les pueden unir a Podemos, a Rivera le importan poco o nada. Lo demostró cuando junto al PP se negaron a habilitar vías legales para la acogida de refugiados en España, o cuando Iglesias le recordó que su partido votó a favor de retirar la tarjeta sanitaria en Cataluña a los habitantes sin papeles, que no viven mejor que los Sirios a los que él fue a abrazar para hacerse la mencionada foto populista.

No tuvo lucidez para explicar por qué se iba a Venezuela al otro lado del Atlántico, y no a ninguno de los múltiples países cercanos, donde se vulneran los DDHH tanto o más que en el país latinoamericano, pero que claro está, no tienen vínculos creíbles para la opinión pública contra Podemos.

Se le denotó nervioso, repetitivo, altanero, y así podríamos seguir poniendo múltiples adjetivos, sin temor a quedarnos cortos. Tanto fue así, que incluso se permitió el lujo de mentir en varias ocasiones, como por ejemplo cuando hablo del número porcentual de alumnos en educación concertada en España, o cuando dijo haber hablado con los 200.000 españoles que residen en Venezuela.

Fue tal la pérdida de papeles, que llamó poderosamente la atención que, mientras Jordi Évole y Pablo Iglesias estando en la misma sala no demostraron abundantes muestras de sudor, Rivera aparecía bastante acalorado y con ronchas en la camisa, al estilo J.A Camacho.

Extrañó a quienes vimos el primer debate, las formas de Rivera, pero si lo analizamos fríamente, rápidamente nos daremos cuenta de por qué no quería debatir. Es sencillo: en el primer debate Rivera aún podía decir una cosa y apoyarse fundamentando sobre ello. Pero pasadas las elecciones del 20D y viendo que muchas de esas cosas que decía quedaron en evidencia, se le acabó el argumento al que agarrarse y es ahí donde entró el Rivera incoherente, nervioso y faltón…

Al no poder repetir las mentiras programáticas tras las pasadas elecciones, solo le quedaba trasladar el debate al barro e intentar atacar a Iglesias una y otra vez con los mismos temas, «Venezuela», «Grecia» y el «Comunismo».

Por su parte, a Pablo Iglesias se le denotó tranquilo, como quien se sabía ganador antes de comenzar.

Es cierto que por momentos subió el tono, cuando los ataques de Rivera llegaban a puntos de rozar el absurdo, como cuando le recordó Iglesias lo «sagaz» que estuvo Rivera, al meter una «cuña» al pronunciar Iglesias que la gente en España, era lo suficiente «madura» como para no caer en los engaños del miedo que promueven PP, PSOE y C’s. Y Rivera remarcó la palabra «madura», para una vez más asociarla al régimen bolivariano. Aunque esta no fue la única. Algo similar pasó con la palabra «chino», a lo que Rivera asoció a que en China también hay «comunismo». Este fue el nivel que mantuvo Albert Rivera durante todo el debate. Posiblemente por ello, a Pablo Iglesias no le hizo falta nada más  que aplicar su discurso de sentido común e intentar una y mil veces traer el debate a España, ya que como le dijo en más de una ocasión, -aquí tenemos los suficientes problemas, como para arreglar los de otros países-.

Iglesias dejó varias frases significativas, como la afirmación clara y contundente,,, de que en Podemos se condenan todos los presos políticos (cosa que se le pedía en algunos sectores), pero no sólo los de Venezuela, también los de el resto de países a los que a Rivera le gusta obviar.

O también su rechazo claro y contundente a que Cataluña se separe de España pero sin prohibir el derecho a que los catalanes pudieran decidir democráticamente, dejando retratado a Rivera, al confirmarle que tanto su partido como el PP eran una «fábrica de independentistas».

En definitiva, creo que el debate fue bastante desigual por el motivo que comentaba en un principio. Cuando entre dos personas, una quiere debatir y la otra quiere enredar, es imposible sacar conclusiones.

Sinceramente creo que vamos a poder saltarnos el debate a cuatro, porque viendo lo visto y si las encuestas siguen encumbrando cada día más el Sorpasso de Unidos Podemos a C’s y sobre todo al PSOE, me temo que nos espera más Venezuela, Grecia, Extremismo y Comunismo que nunca…

Al parecer, el paro, la desigualdad, los desahucios, la economía y demás temas de interés nacional, para algunos no lo son.

Parece evidente que el miedo empieza a atenazarlos y me temo que cuanto más nos acerquemos al 26J, dependiendo de cómo vayan los sondeos y encuestas, se intensificarán los ataques de los unos a los otros y de los otros a los unos. Al fin y al cabo, según dicen y comentan nuestros políticos, en campaña todo vale.

Mención aparte se merece el moderador del debate Jordi Évole, al que por momentos se le vio pasar vergüenza ajena cuando los contendientes cruzaban la línea de lo que pasa de ser un simple reproche, a rozar el insulto. O cuando el tono de voz se multiplicaba por momentos, como si de una pelea de machos alfa se tratara.

Pero si hay algo que se sacó en claro (Jordi siempre saca algo) y como si de una pequeña «exclusiva a voces» estuviéramos hablando. Évole consiguió que Rivera reconociera que estaban dispuestos a pactar con el PP de los corruptos, con la condición de que no estuviera Rajoy a la cabeza del partido. A lo que Iglesias le reprochó que Rajoy no está imputado, pero si lo está el PP, haciendo referencia a que quien mantiene en el poder a los corruptos, corre el riesgo de que se le pueda acusar de lo mismo, y no es muy descabellado viendo las últimas noticias que van saliendo a la luz sobre el partido naranja.

Fue tal el desquicio de Rivera y su partido, que el absurdo les hizo salir a la luz pública a reprocharle al moderador (Évole)  que habían apagado el aire acondicionado para perjudicar al líder de Ciudadanos, sin caer en la lógica, de que tanto Évole como Iglesias permanecieron en todo momento en la misma sala que Rivera.

Ahora ya solo nos queda esperar al siguiente debate, para así poder comprobar si nuestros políticos al fin quieren hablar de programas y propuestas, o si por el contrario, quieren seguir haciéndonos una ruta turística por medio mundo. Pero para eso deberemos esperar unos días. Mientras tanto, solo desear que la( pre)campaña y la campaña no se nos haga tan pesada como la anterior.

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