El sistema y la cárcel: historia de un reencuentro feliz

Por Claudio de Prócer @rojo_y_blasfemo | Ilustración de LaRataGris @LaRataGris


Junto a las políticas neoliberales, también hay justicia neoliberal. Si bien no volvemos al garrote vil, lo que está claro es que ha habido un recrudecimiento de penas en los últimos años.

Teóricamente, vivimos en un Estado social y democrático de Derecho. En pocas palabras, viene a decir que vivimos en el Estado liberal de siempre al que se le ha añadido una capa de pintura progresista, fruto de la presión de las masas al final de la Segunda Guerra Mundial. A partir de los años 80, Thatcher y Reagan se dedicaron a despedazar y desguazar ese componente social, y haciendo caso a pensadores como Hayes y Von Mises, instauraron la nueva fase del capitalismo: el neoliberalismo, donde las empresas son tan grandes que la oligarquía mundial ya no necesita a los Estados como elemento de control, pues la acumulación de capitales de las corporaciones suele sobrepasar el PIB de los Estados, y hacen inversiones gigantescas para cargarse los sindicatos, dinero en medios de comunicación, en placeres superfluos y en atarnos en un enrevesado sistema financiero donde el pobre adeuda y el rico acredita, todo legal. Como reza el primer y único disco hasta la fecha de los magníficos Sons of Aguirre, “Si es legal es ético, si no fuera ético, sería ilegal”. El tema, obviamente, es que quién domina la economía domina la política y la legalidad. Un detalle sin importancia, vaya.

shhhhilencio_peq

Si te han entrado ganas de suicidarte por el micro-resumen de los últimos setenta años en el plano político-económico mundial, bienvenido al club. Son muchas las cosas criticables de tal sistema. Una de ellas, la que hoy nos ocupa, es el Derecho penal. El finado Eduardo Galeano solía decir, con acierto, que la Justicia era como la serpiente; sólo muerde a los que van descalzos. El Derecho penal es quizás la mayor manifestación de esa injusticia, valga el oxímoron. Concretando más, hay muchas cosas extrañas en Derecho penal; centrémonos en las penas.

Unos cuantos datos. Numerosos estudios afirman que la máxima estancia de una persona en prisión debería ser de 15 años; de otro modo, se crean secuelas irreparables. En muchos delitos, la pena no cumple una función intimidatoria, que es un pilar base de la ciencia penalista. Es el caso de los delitos de terrorismo, violencia machista, violación, pederastia… Por mucho que tu aumentes la pena, los factores que envuelven cada uno de esos delitos reduce la intimidación y la coacción estatal prevista. Sorpresa: España es uno de los países de la UE con más dureza en el Código penal, y aun así tiene tasas de crimen similares a los países de su nivel económico y social.

¿Qué hace nuestro querido gobierno conservador? Desde los ochenta, imitando a nuestros amigos yankees, se han ido aumentando las penas. La última fue la ley mordaza, una ley que, enmascarada de protocolos sobre pirotecnia y actos festivos escondía debajo un paquete de medidas que hace retornar de facto el gris a los uniformes policiales. O miremos, hace dos años, la pena de prisión permanente revisable, que no es más que la clásica cadena perpetua pero adornada de falsa humanidad.

¿Hacia quién van estas dos penas? Hacia elementos políticos, grupos subversivos. La ley mordaza apresa al estudiante que grita, al intelectual que escribe y al trabajador en huelga. Todos ellos son la carne de cañón, el pilar del progreso inevitable de la humanidad. Las medidas de la ley mordaza son un ataque directo hacia esos grupos, hacia su libertad de expresión, su integridad y su desarrollo como individuos críticos. Es un enfoque jurídico reaccionario que nos devuelve no al pelotón de fusilamiento franquista pero sí a la estigmatización del individuo político. El objetivo de la ley mordaza no es otro que coaccionar brutal y penalmente no sólo al progresista sino al progreso, en la mayor de sus definiciones, pues la libertad de expresión es la base inamovible del cambio real insubordinado y popular. En este sentido, la penalización de la libertad de expresión es un síntoma claro de recrudecimiento de las condiciones; tan duras que las ha criticado des del Times a la ONU, pasando por Amnistía Internacional y decenas de ONGs.

El capitalismo evoluciona, deshumanizando las sociedades, y a medida que avanza necesita hacer frente a la oposición, necesita cubrirse las espaldas

En cuanto a la pena de prisión permanente revisable, sus penas van orientadas hacia actos de terrorismo, tanto exterior (yihadismo) como interior (GRAPO, ETA…), que nos gusten o no son crímenes de base sociopolítica. Teniendo esa motivación, la ley claramente persigue la estabilidad del sistema acabando con opciones políticas de lucha armada. ¿Es normal que en un Estado se castiguen a los insurgentes armados, sean del signo que sean? Hombre, pues sí. Pero es que ya había cárcel de hasta cuarenta años. El recrudecimiento que supone esta nueva pena responde esencialmente a dos motivos, los dos deplorables: un sentido electoralista, pues la muchedumbre vitorea ante la venganza irracional y antidemocrática (recordemos la justificación de los GAL, por citar un ejemplo). Y por la otra parte, un efecto intimidatorio, que queda genial de cara a la galería pero que sólo sirve para que esta gente se lo tome más enserio. Los convencidos, desde Facu Díaz y César Strawberry de Def con Dos hasta los hombres bomba musulmanes, seguirán haciendo lo que hacen. Y en el caso de los primeros, críticos con el sistema y ambos acusados de apología del terrorismo por arte (un sketch y un tweet satírico, respectivamente), se han cargado su libertad de expresión y la posibilidad de politizarse en público tanto suya como la del resto de integrantes de nuestra sociedad.

Es importante señalar que no cambian los métodos, cambian las penas. No cambian la cárcel por la bala en la nuca, sería demasiado violento para una sociedad que mayoritariamente vive en democracia. Simplemente endurecen lo que ya hay, que es mucho más fácil de pasar desapercibido. Ese endurecimiento

Y entonces, ¿a qué viene la parrafada del principio? ¿Es teoría gratis? La argumentación del inicio busca, ni más ni menos, ser radical; es decir, buscar la raíz del problema. Que la estructura jurídica sea represiva no es algo que caiga del cielo por su propio peso; viene unida a las condiciones económicas que lo empapan. El capitalismo evoluciona, deshumanizando las sociedades, y a medida que avanza necesita hacer frente a la oposición, necesita cubrirse las espaldas, o más bien cubrir las espaldas de los que atesoran la propiedad privada. Es por eso que la creciente represión es necesaria; es la instrumentalización de la violencia necesaria para seguir teniendo las condiciones de explotación. En la Guerra Fría, la Unión Soviética y sus satélites eran un faro revolucionario para todos los asalariados del mundo; era necesario que el trabajador apartase la vista de la luz, que le gustara su sistema: apareció la socialdemocracia, el Estado del bienestar, la “democracia”, etc. y con todo ello, referente al tema que nos ocupa, la humanización de las penas, la reducción de las condenas… Era demasiado peligroso dejar que el trabajador pensase que estaba en un sistema represivo.

Pero ahora, con la solitaria Cuba como único haz de luz revolucionario, de foco anti-sistema capitalista, no es necesario. El recrudecimiento de las penas guarda una correlación clara con la pérdida de posibilidades de revolución o cambio real; ahora pueden permitirse volver a condiciones más duras, más salvajes, porque al final el capitalismo es una jungla. Básicamente, pueden volver a apretar las tuercas, y el Derecho penal es una magnífica llave inglesa.

Se el primero en comentar

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.