Por Javier DG @olduvay22
Escribió Henry Thoureau que
“es tan difícil verse a uno mismo
como mirar para atrás sin volverse”
Guatemala navega al filo de la exclusión,
embarcada en asentamientos ilegales
de candela ausente y cables de cobre
sin electricidad que los acaricie.
México en la frontera.
Orson Welles eternizó con maestría
los primeros planos
de una violenta sed de mal,
amparada en la sociedad del rifle
con su adalid más radical.
Desde allí, hacia la capital,
entre secuestros, extorsiones
y homicidios,
se elabora el tejido de la triada criminal,
para moldear la sociedad anestesiada
y organizar, cerquita de José Cuervo,
unos Juegos ajenos a la realidad.
Maracaná.
Luces y fuegos artificiales
para celebrar el éxito
del huracán neoliberal.
Festejos
grabados en el cielo oscuro de Río,
donde los asistentes al banquete
preparado por esa élite colonial,
(ocupas ilegítimos de la autoridad
colocados por Slim, Trump y alguno más)
sonríen desde el palco tras moldear
golpes de Estado sobre naciones
donde la pobreza
es el arma de destrucción masiva
que nadie en las Azores,
se atrevió a denunciar.
Utilizan el deporte como excusa
de progreso, de SU progresión
hacia una sociedad más desigual.
Piñatas rellenas con gases
que aturden la razón,
usados contra todo el que denuncia
esta“celebración” subastada con patrocinios
que se lanzan a la yugular del pueblo,
no de la nación.
Cien metros lisos para montar sobre el viento
y volar
entre favelas, con la policía detrás,
y la orden de abrillantar los aros olímpicos
de la desigualdad.
Pértigas para alcanzar la dignidad,
sujetas por jóvenes
a los que se eleva el listón
hasta el infinito de un cielo cerrado,
hasta que dejen de respirar.
Y en la Maratón, calles sin asfaltar
sembradas de vallas y concertinas
atravesadas por las madres solteras de Río,
muchachos adictos al miedo
sin fuerzas para huir nadando
hacia el futuro prometido
por los colonizadores del mal,
allá en las costas de Malibú,
desde una terraza kilométrica
con vistas al ancho mar.
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