¡POBRECITOS BANCOS!

Por Rafael Silva Martínez | Ilustración de Iñaki y Frenchy

Hace pocos días, ante la explosión de declaraciones en torno a la problemática de las cláusulas suelo hipotecarias, la Consejera Delegada de Bankinter (institución que dicho sea de paso ha obtenido unos beneficios superiores en un 30% durante 2016 con respecto al año anterior), María Dolores Dancausa, afirmaba sin despeinarse cosas como ésta: «Está proliferando esa idea de que los banqueros somos como los de Mary Poppins, los avaros que le estamos sacando el dinero a la gente. No creo en esa banca, sino en la que financia sueños de la gente cuando quiere comprarse una casa o crear una empresa». ¡Pobrecitos bancos! Ellos, inocentes, limpios de toda culpa, que lo único que querían hacer era financiar nuestros sueños, y hay que ver lo mal que los estamos valorando. Ellos, incapaces de quedarse con el dinero de sus clientes…ellos, espejo de toda la decencia…Pobrecitos, se han sentido como los malos de la película, como esos  villanos de Mary Poppins, como ese Banco Universal de la película «Erre que erre» de Paco Martínez Soria. La verdad es que, tener que leer o escuchar estas cosas, después de haber transcurrido casi una década de crisis («Y lo que te rondaré, morena», como dice nuestro refranero), y haber contemplado todas las barbaridades, estafas, abusos, y crueldades de la banca, clama al cielo. Según Dancausa, «la banca ha pagado con creces sus errores, y ahora trata de hacer las cosas bien». Claro, debemos ser nosotros, los clientes, «consumidores» y «usuarios», que somos muy mal pensados, y muy rencorosos.

Descarga el problema original en la clase política, que se puso al frente de las antiguas Cajas de Ahorros, en vez de a profesionales, cuando todos sabemos que el proceso de «bancarización» (en realidad, destrucción) de las Cajas, mediante fusiones frías o calientes, durante la segunda legislatura del ex Presidente  Zapatero, no fue más que una maniobra para que los grandes bancos privados se hicieran con el botín de las Cajas, anulando por completo su obra social, su cercanía con los clientes y su distinta orientación del negocio. La Consejera Delegada se refirió a los tres focos de preocupación para el sector, tales como el «regocijo» general que están produciendo las últimas resoluciones judiciales que van en contra de la banca, la proliferación de los negocios de reclamaciones, y el peligro que corre el mantenimiento de la seguridad jurídica. Incluso tuvo la indecencia de poner el foco de atención sobre los abogados que representan a sus clientes en estas reclamaciones contra los bancos, porque asegura que muchas veces «se mezclan los casos de personas que realmente merecen ser reparados con otros casos en los que se estimula sin ningún tipo de escrúpulo que personas formadas y alfabetizadas se declaren ignorantes y analfabetas». Parece ser que ahora los cursos de «alfabetización» también incluyen el estudio de los productos tóxicos de la banca. En esta misma línea se expresaba el Presidente del Banco Sabadell, Josep Oliu, poniendo como ejemplo de la mala fe de su clientela, el hecho de que «…¡Hasta algún notario nos ha reclamado la cláusula suelo!» (en realidad, él se expresaba en catalán). Como si los notarios no tuvieran igual derecho que cualquier otro cliente. Quizá se olvidan de que el Tribunal Europeo ha condenado la mala fe de la banca, no de sus clientes. María Dolores Dancausa insistió en que «se está queriendo transmitir la idea de que la banca es perversa por naturaleza».

Incluso llegó a afirmar, en el colmo de la desfachatez, que «la banca podría quedarse sin estímulos para vender productos y servicios por temor a que sean reclamados». Y hasta se preguntaba: «¿Quién va a ser el valiente que se va a dedicar a ese loable y lícito negocio que es ayudar a la gente a cumplir ese sueño de su vida que es comprar una casa y poderla financiar?». Quizá habría que aclararle a esta señora que su actividad no es ningún loable ni lícito negocio, porque ni siquiera debería ser un negocio, ya que el disfrute de una vivienda es, simplemente, un derecho humano. Exactamente un Derecho Humano Fundamental, y no un objeto de mercancía. Bien, llegado este momento, sería conveniente recordarle  algunas cosas a esta señora, que tan bien representa los intereses de su sector empresarial. Para comenzar, y como nos recuerda la PAH, esta sentencia que anula las cláusulas suelo es la octava que el Tribunal Europeo ha dictado cuestionando la normativa hipotecaria española. No es algo de lo que cuatro espabilados quieran aprovecharse, sino que es una lucha que lleva mucha gente adelante, desde hace mucho tiempo, para que salga a la luz pública toda la mierda que la banca comercializa. Han tenido además la suerte de que esté gobernando la triple alianza neoliberal (PP + PSOE + C’s), que se encarga muy bien de proteger los intereses de la banca, ya que el Decreto aprobado recientemente no es más que otro conjunto de consideraciones que ayudan al sector financiero a hacer frente a sus tropelías, tal como muy bien explican Eduardo Garzón y Gonzalo Boyé en este artículo para el medio eldiario.es. 

Los Gobiernos españoles han transferido, durante ocho años, más de 350.000 millones de euros de ayudas públicas, incluyendo inyecciones de capital y avales, además de otro tipo de ayudas y rescates, para mantener a flote a estos indecentes banqueros

Básicamente, el Decreto aprobado por estas fuerzas políticas no obliga a nada a la banca, simplemente pone encima de la mesa (al igual que en ocasiones anteriores) una especie de protocolo de «buenas prácticas», que deja al libre albedrío de la banca casi todas sus decisiones. No en vano, los Gobiernos españoles han transferido, durante ocho años, más de 350.000 millones de euros de ayudas públicas, incluyendo inyecciones de capital y avales, además de otro tipo de ayudas y rescates, para mantener a flote a estos indecentes banqueros, muchos de ellos condenados ya en sentencia firme por haberse autoconcedido (el colmo de la desvergüenza) indemnizaciones millonarias mientras la entidad caía y era rescatada mediante fondos públicos, es decir, de todos los ciudadanos. Una banca que continúa con sus malas prácticas, desahuciando a las familias, aumentando sus comisiones de forma descarada, practicando ERE hasta de miles de empleados, cerrando sucursales, y manteniendo delegaciones en paraísos fiscales. La banca privada, hoy día, junto con las grandes empresas, conforman los grandes agentes del capitalismo transnacional. Los datos son realmente impresionantes. Los seis principales bancos españoles ganaron 8.000 millones de euros durante el primer semestre de 2015, un 48% por encima de los beneficios registrados en el mismo período de 2014. Son las mismas entidades financieras que después cierran sucursales y anuncian ERE, dejando en el desempleo a miles de personas. Unos bancos que además (en el contexto europeo) disponen de barra libre con el BCE, pero que a su vez cobran elevados intereses por comprar bonos de deuda pública al Estado, garantizando un suculento negocio. Como vemos, la banca nunca pierde.

Y si extrapolamos datos y prácticas a nivel internacional, el asunto adquiere ya matices realmente dramáticos. Las 28 instituciones financieras de importancia sistémica a nivel mundial manejan unos 50 billones de dólares, contra un PIB mundial de unos 75 billones. Si seguimos a este ritmo, llegará un momento en que el dinero controlado por la banca supere al conjunto de la riqueza generada mundialmente, es decir, por el conjunto de todos los países del globo. Si hacemos un promedio, cada una de ellas dispone de 1,8 billones de dólares, una cantidad superior, por ejemplo, al PIB de un país gigante como Brasil (1,5 billones). Y bajo las nuevas condiciones del capitalismo globalizado y financiarizado, la forma principal de apropiación de riqueza ya no reside en la producción o el comercio de ciertos bienes o servicios, sino en la especulación con finanzas. Un genotipo económico diseñado para enriquecer de forma escandalosa, desmesurada e irracional a unos pocos, mientras se condena a la inmensa mayoría a la pobreza más absoluta. Esta gran «hidra» o complejo mundial bancario está interconectado, y maneja el mercado cambiario, las tasas de interés, crean los productos tóxicos por los cuales luego pagan los Estados (o sea, el conjunto de sus ciudadanos/as), e influyen en las decisiones sobre los diseños de las políticas económicas que se adoptan, modelando las relaciones de poder a su antojo. En resumidas cuentas, estas peligrosas instituciones financieras dictan las políticas no sólo del mundo de las finanzas, sino también de nuestras democracias parlamentarias.

«La banca ha pagado con creces sus errores, y ahora trata de hacer las cosas bien». Claro, debemos ser nosotros, los clientes, «consumidores» y «usuarios», que somos muy mal pensados, y muy rencorosos.

 La gran banca privada está además detrás del negocio del armamento, de los paraísos fiscales, del blanqueo del dinero procedente de los más aberrantes «negocios», y posee un repertorio de prácticas indeseables tan largo, que relatarlo al completo nos exigiría unos cuantos artículos mas. La banca y sus think tanks neoliberales, con sus ejércitos de periodistas y economistas a su servicio, están detrás de todos los informes que intentan convencernos de la «insostenibilidad» de nuestros servicios públicos, de nuestro sistema de pensiones, etc. Y ante todo este escandaloso escenario, resulta que la Consejera Delegada de Bankinter, viene a que nos compadezcamos de ellos, de estas empresas, a decirnos que no son tan malos, que ellos lo que quieren es «financiar nuestros sueños». Son declaraciones donde brilla con luz propia el más descarado cinismo y la desvergüenza más absoluta. La banca es perversa, sí, señora Dancausa, pero nadie le obliga a ello. No se hagan ustedes las víctimas. Para dejar de serlo, basta con revertir toda la pléyade de abusos, malas prácticas, productos tóxicos, estafas, y mil variadas prácticas más que llevan ejecutando durante décadas (en realidad, durante siglos). En sus manos está cambiar su naturaleza perversa, y reorientar su «negocio» hacia un negocio ético, humano, sostenible, respetuoso con el medio ambiente, productivo y controlado, en vez de ser el criminal negocio que ahora representan.

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