Opinión | ¿Es tonta la infanta?

Por Luis Aneiros

(Desconozco en estos momentos si el tratamiento obligado a la infanta Cristina es de Majestad o no, ni si es imperativo el tratamiento de usted, pero creo que es mejor no pillarse los dedos por una incorrección protocolaria).

Majestad, me dirijo a usted para darle mi enhorabuena por lo que, sin duda, ha sido una gran noticia. Sería injusto negarle el derecho a alegrarse por una sentencia favorable a sus intereses. Es lógico que la inversión realizada en uno de los bufetes de abogados más caros y exclusivos del país, junto con la involuntaria (sin duda) influencia que haya podido tener su origen familiar en el ánimo de fiscales y jueces, hayan dado como fruto una resolución beneficiosa para usted, a pesar de que todos los indicios y la más pura lógica apuntaran hacia otro posible final en su particular periplo judicial.

Pero, una vez cumplida mi felicitación, quisiera hacerle partícipe (y no a título lucrativo, no se alarme) de mi opinión personal sobre la decisión de la Audiencia Provincial de Palma, sin pretender en ningún caso que mi discurso pueda compararse al rigor, la justicia y la equidad que dicho tribunal habrá puesto en su trabajo. Soy un completo ignorante en materia judicial y carezco de los argumentos legales necesarios para rebatir una sentencia hecha con todas las de la ley. Pero creo no ser el único que piensa lo que a continuación paso a decirle…

Durante los próximos días tendrá ocasión de ver en las redes sociales y publicaciones más o menos serias, viñetas, montajes y “memes” en los que se pretenderá constatar que es usted tonta. La argumentación utilizada por usted durante el juicio, en la que manifestaba continuadamente su total desconocimiento de lo que hacía su marido, tanto en sus empresas, como en su sociedad común, con repetición insistente de frases como “no lo sé”, “no lo recuerdo” o “lo desconozco”, ha podido ser convincente para los jueces encargados de su caso, pero muchos españoles han visto en esa línea de defensa la constatación de que usted sufre de algún tipo de carencia mental. Estoy convencido de que usted ya ha sido debidamente informada de esta circunstancia, y algo me dice que lo considera un precio más que asumible, a cambio de su libertad y una multa claramente ridícula, considerando la gravedad de las acusaciones contra usted y su posición económica.

No me creo que una infanta de la España del siglo XXI se mantenga al margen de los negocios de su marido. No me la puedo imaginar encerrada en la cocina, saliendo tan sólo para llevarle a su esposo las zapatillas, el periódico y la copa de Soberano

Pero yo no la creo, Majestad. A mí no me encaja en usted la imagen de una tonta. Desde niña ha destacado por sus resultados académicos. A lo largo de su desarrollo humano, ha demostrado usted una valía intelectual importante. Se ha relacionado usted con personas más que influyentes en todos los ámbitos de la cultura, las artes, el deporte o las ciencias… No ha tenido ningún problema para acceder a puestos de responsabilidad en empresas del sector financiero, ni para desarrollar en ellas una labor más que satisfactoria. No es usted tonta, Majestad. Más bien al contrario, la considero una mujer de su tiempo, al tanto de todos los aspectos relevantes de la sociedad en la que se mueve, a nivel humano, profesional o tecnológico.

Si usted fuera tonta, no dudo de que sus abogados hubieran argumentado sus carencias mentales como defensa, pero no ha sido así. Y por eso yo no la creo. Ni siquiera la he visto convincente en su interpretación, lo lamento. No me creo que una infanta de la España del siglo XXI se mantenga al margen de los negocios de su marido. No me la puedo imaginar encerrada en la cocina, saliendo tan sólo para llevarle a su esposo las zapatillas, el periódico y la copa de Soberano. No me encaja usted en el personaje de quién no se extraña de ciertos movimientos pecunarios ocurridos en el seno de su hogar. Los españoles no la hemos mandado a los mejores colegios y universidades, no le hemos pagado tutores personales ni prestigiosos masters, para que ahora nos diga que sólo es un ama de casa demasiado ocupada en sus labores de hogar como para enterarse de que su marido dedicaba parte de su tiempo a cometer delitos (no lo digo yo, lo ha dicho la Audiencia Provincial de Palma).

Y durante los días venideros, cuando lea usted en los medios afines al régimen de su padre que es usted una pobre ignorante, una fiel esposa, culpable tan sólo de amar a su marido, y una confiada víctima de los engaños de su cónyuge, no olvide que quién lo diga o lo escriba no se lo creerá. Como no se lo creerá ni uno solo de sus súbditos, que creo que es así como dice el protocolo que nos tenemos que llamar sus compatriotas por no haber nacido en su misma casa. Ni se lo creerán los ciudadanos de los demás países, esos que ya empiezan a estar fascinados por la capacidad de España de generar información sólo entendible en publicaciones satíricas y neurasténicas.

Y termino con un ruego. Ya está hecho, vale. Ya hemos tenido otra prueba más del funcionamiento de la Justicia en España. Tampoco es grave, nadie esperaba otro desenlace del caso en lo que a usted se refiere. Pero, por favor, haga todo lo que esté en su influyente mano para evitar que “sus” medios, “su” fiscal general y “su” Gobierno, especialmente “su” ministro de Justicia, se atrevan a decir públicamente que esta sentencia es la prueba de que, en España, la justicia es la misma para todos. Porque se lo repito, Majestad: yo no creo que sea usted tonta, pero le pido por favor que nunca se crea que nosotros sí lo somos.

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