Opinión | El poder, ¿herramienta o consecuencia?

Por Angel L. Hernandez

Mucho se está hablando estos días de los métodos, de los procedimientos, en concreto dentro de Podemos. Es obvio que es importante el cómo. Aunque muchos entienden que bajo este debate subyace otro debate, el debate del poder, del poder dentro de un partido, dentro de la organización, siempre como si el poder fuera malo «de por sí”, como si el poder tuviera una esencia maléfica que todo lo corrompe, como decía Lord Acton “El poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente”.

Este ideario ha ocupado la hegemonía del pensamiento, eso es lo que han inculcado como un mantra quienes han ostentado el poder, para así justificar sus desmanes y los de los suyos, “todo el mundo es corrupto”, “el poder corrompe” y por ende cualquiera que alcance el poder lo será y por tanto más vale que lo ostenten las y los de siempre, pues ya sabemos “..más vale malo conocido..”

Pero realmente ¿es ese el discurso? ¿Se está hablando del poder dentro de una organización? ¿O la pregunta es otra con un calado mucho más hondo? Y que da mucho más miedo a los poderosos, a quienes de verdad ostentan el poder, a quienes mueven los hilos y manejan a los políticos , cual títeres. La verdadera pregunta debería ser: ¿Queremos el poder? ¿Qué poder queremos? ¿Para qué queremos este poder?.

Estas serían las preguntas que parecería obvio contestar pero que, a mi entender, también son erróneas. Quizás lo que deberíamos preguntarnos es si lo que queremos es un cambio social, una concienciación de la sociedad, una sociedad más equilibrada, con conciencia de clase y que luche. Seguramente una vez conseguido el cambio social, conseguida la concienciación del pueblo, el poder vendrá  sobre las personas más concienciadas de la lucha. Igual que “los para siempres se componen de ahoras”, el poder se compondrá de pequeñas victorias.

Mucho he oído hablar este último año de la fórmula para alcanzar el poder, de cuál es la mejor “estrategia política para dominar el BOE”, los argumentos son varios, pero principalmente son electorares, como si una vez alcanzado el poder nos pudiéramos “quitar la careta” y hacer todo lo que deseamos hacer, porque somos los únicos que sabemos lo que le interesa al pueblo, pero entonces ¿Qué nos diferencia de lo que aborrecemos? ¿Qué nos diferencia de ese Rajoy que pedía bajada de impuestos, de IVA (el IVA de las suches), que negaba recortes y que luego acometía por el bien común, aunque nadie lo entendiera? ¿De verdad queremos este poder? ¿ De verdad vamos a dedicar todos, o gran parte de nuestros esfuerzos, a este fin?

Mi esperanza no es alcanzar el poder, ni que mi entorno político cercano lo alcance. Conscientemente creo que como decía Milan Kundera “La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”, no podemos olvidar, yo no lo hago “Ni perdón ni olvido”, pero creo que la tarea que se nos propone es mucho más amplia, tenemos ante nosotros la tarea de cambiar la sociedad, una sociedad injusta, clasista, heteropatriarcal y que muchos, incluso los más empobrecidos y que peor lo están pasando, justifican. Quizás y sólo quizás, debemos olvidarnos de “tomar los cielos”, de campañas de amor, de corazones. Quizás y digo sólo quizás , porque este es mi pensamiento , aunque espero sea compartido, debemos dejar la sonrisa a un lado, hablar de los problemas de la gente, de nuestros vecinos, de los desahuciados , de los despedidos, de una educación mermada, de una sanidad en mínimos, de una sociedad injusta en definitiva.

Pongámonos manos a la obra, busquemos las fórmulas, pero no nos perdamos en esta búsqueda, centrémonos en los problemas, en analizarlos y combatirlos, en crear conciencia, recuperar la conciencia de clase, llevar la empatía a todos y cada uno de los rincones de esta sociedad. Y seguramente en este momento el poder vendrá a los sectores más avanzados de esta sociedad, pero quizás entonces ese poder, ese asalto a los cielos ya no sea necesario, pues estaremos en los cielos de una sociedad más justa, menos desigual y más equilibrada.

Por eso yo digo: Sí al poder hacerlo, si a que la mayoría social tenga el poder para construir su destino, y no al poder «amable», para que los de siempre tengan el verdadero poder.

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