Opinión | Pedro Sánchez/Susana Díaz: el perfecto equipo de campaña del PP

Por Luis Aneiros. Viñeta de Bezerradas Nocturnas

Las últimas citas electorales en España arrojaron unos resultados que muchos hemos calificado de increíbles o, al menos, difíciles de asimilar. Cuando uno hace el ejercicio de repasar los acontecimientos que se han vivido en nuestro país en los últimos años, se encuentra con que, escándalo tras escándalo, caso de corrupción tras caso de corrupción, condena tras condena, el PP afianza su posición. O parte de sus votos revierten en una formación como Ciudadanos, que para el caso es lo mismo. Y buscamos explicaciones y no las encontramos. Y hablamos de la falta de unidad de la izquierda que, siendo real, no se explicaría si esa izquierda tuviera lo que podríamos llamar un comportamiento normal. Pero claro, si analizamos, sin necesitar demasiado detalle, lo ocurrido en las últimas semanas, resulta mucho más fácil entender la actualidad política española y sus peculiaridades.

El presidente del Partido Popular y del gobierno de la nación tuvo que declarar como testigo por la Gürtel. Como testigo, si… pero que nadie se lleve a engaños, no es un testigo normal. No es alguien que pasaba por allí y pudo ver algo. Si el tribunal consideró que fue testigo de algún hecho es porque, desde su puesto, lo lógico es que lo que ocurría en su partido no le fuera ajeno. No tiene que ser contable para ver sobres con dinero ni para que le consten transacciones económicas de dudosa legalidad. Que el presidente ha mentido en su declaración es algo que casi nadie en este país pone en duda, pero… Rajoy sale “victorioso” y su partido lo arropa. Ninguna fisura, ninguna duda… Y el presidente, tan sólo unas horas después de su declaración, asiste a un acto en la sede de su partido contra la violencia de género. Y allí habla de colaborar con la justicia, y después su partido se vanagloria de su protagonismo en la lucha contra la violencia machista, y se quedan tan anchos. ¿Resultado final? La comparecencia de Rajoy en la Audiencia Nacional no le deja ni la más mínima sombra de mancha. El ser el primer presidente de la democracia que tiene que testificar en un caso de corrupción en el que se imputa por primera vez a un partido político, ni le pasa factura ni se la pasará.

Y mientras, Mariano Rajoy haciendo lo que mejor sabe y le ha dado tan buenos resultados: esperar a que sea el contrario el que le haga la próxima campaña electoral

Pocos días después, el PSOE andaluz celebra su congreso. El congreso de Susana Díaz para Susana Díaz. Todo a su medida y todo diseñado para su lucimiento personal. Y hasta cierto punto es lógico: el PSOE andaluz es susanista y ella necesitaba esa dosis de absoluto liderazgo para resarcirse de su humillante derrota en las primarias del partido, frente a un Pedro Sánchez que dio la sorpresa al renovar su puesto como secretario general con la fuerte y despiadada oposición del aparato. ¿Y qué hacen un triunfador Sánchez a nivel nacional y una Díaz triunfadora en la autonomía clave del partido? Demostrar su odio personal, escenificar la discrepancia que en otro tiempo les llevó a la vergonzosa destitución del secretario general por la ejecutiva socialista, demostrar la incapacidad del partido clave en la instauración de la democracia en España para ofrecer un proyecto común a los votantes. Reproches y amenazas (“No me hagas elegir entre Andalucía y el PSOE”), ningún disimulo en los gestos y provocaciones como la de impedir la entrada al Congreso a un grupo de afiliados con una pancarta en la que se podía leer “Sevilla con Pedro”, como si el apoyo al secretario general fuera una traición a la lideresa andaluza. Y el cierre de los actos lo protagoniza el himno de Andalucía, que podría sonar en los actos del propio PP, en lugar de La Internacional.

Mientras tanto, los medios ponen su granito de arena en esta ceremonia de la confusión, aportando datos que son una prueba para la fe de los ciudadanos en su prensa. Encuestas que mejoran sustancialmente las expectativas electorales socialistas tras la victoria de Sánchez en las primarias, con un discurso de acercamiento a la izquierda, guiños a Podemos y un tímido cambio en su postura sobre Cataluña, mientras otras, de los mismos medios y casi coincidentes en el tiempo, sostienen que el electorado socialista prefiere un pacto con Ciudadanos. La escasa presencia de Rajoy en las portadas a propósito de su show judicial contrasta con la importancia dada a los sucesos de Venezuela, con titulares, editoriales y profundos reportajes, en un evidente intento de minar la imagen de Podemos y demonizar así cualquier intento de pacto del PSOE con el partido de Pablo Iglesias.

Un PP corrupto pero sólido, frente a un PSOE que continúa su proceso de desintegración y un Podemos que prefiere echarse a un lado para no salir en la foto política, a la espera de una posible moción en otoño, de la que, por cierto, todavía no conocemos las intenciones reales de Pedro Sánchez. Ese es el panorama, esa es la escena política, y esa es la explicación de por qué a día de hoy el PP sigue siendo el candidato principal a los escaños azules del Congreso de los Diputados. Y mientras, Mariano Rajoy haciendo lo que mejor sabe y le ha dado tan buenos resultados: esperar a que sea el contrario el que le haga la próxima campaña electoral. ¿Para qué hablar bien de él desde su partido, si las críticas y las peleas de la oposición le dan más votos?

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