Opinión | Operación Blas de «Lezo»

Por Javier DG

No hace mucho tiempo pudimos ver en la tele la salida de Rodrigo Rato de su domicilio. Pudimos ver la silueta de un hombre que fue maestro de un “milagro”. Su impoluta figura de armario clásico style desaparecía de forma paulatina en un coche teñido de azul oscuro, como el plomizo cielo del que empieza a caer. Con gesto corvo y mirada hierática, parecía escuchar de reojo y con calma el canto de unos pájaros viejos enjaulados en un producto financiero llevado al esperpento.

En ciento veinte segundos de presunta pero aparatosa apropiación indebida, administración desleal, falsedad documental, blanqueo de capitales, fraude fiscal, y estafas cosidas en silencio con su Fondo Monetario, bajo el auspicio de amigos infiltrados entre Cajas quebradas y ladrillos colocados sobre un encofrado forrado de billetes manchados con el sudor de gente sencilla, la culpa se difumina desde los pies hasta la afilada nariz, dejando en suspenso el atributo de un gesto cómplice y vacío de cualquier matiz que en otros tiempos nos mostraba un hombre con sonrisa aferrado a una campanita, pero nunca como ahora, una sonrisa sin banquero. Y es que, para esta calaña, la única ley válida es la que se hace para que la cumplan otros. La pesadilla parece no tener fin.

Son aves rapaces responsables de crear esas cadenas de números, monopolios energéticos y recortes inhumanos incrustados al hierro de una cocina furtiva, hecha a la vista, donde gigantes de la gastronomía cazan y elaboran, pero jamás, comen lo que cocinan

Nos encontramos de bruces con la operación Lezo (detonante de la dimisión de la Condesa consorte de Villa Cazatalentos -una más en su historial-).

Ignacio González, delfín de Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, fue ofrecido en el mercado mediático como alumno aventajado de un neoliberal pensamiento que hoy se pasa la vida en los Tribunales, enfangado y podrido hasta la médula. La cantidad de dinero acumulada (presuntamente) por este sujeto, gracias a las privatizaciones y negocios urdidos a través de sociedades para comerciar con un bien elemental como es el agua, me provoca asco. Los tipos de esa ralea, abusan de su posición para esquilmar los recursos naturales de un país en SU propio beneficio. Son aves rapaces responsables de crear esas cadenas de números, monopolios energéticos y recortes inhumanos incrustados al hierro de una cocina furtiva, hecha a la vista, donde gigantes de la gastronomía cazan y elaboran, pero jamás, comen lo que cocinan. Suculentos botines obtienen desmantelando servicios públicos mientras el resto pagamos la cuenta a un Estado prostituido en su Constitución por una igualdad de escala inversa, una igualdad escondida entre finanzas alimentadas con la sangre extraída de un regadío desierto, donde ahora gobierna el hambre, no el hombre.

A cada paso que dan, con la excusa de financiar un partido, dopan sus campañas electorales, reparten sobres de silencio y se enriquecen con el dinero saqueado a quien paga sus impuestos. Muchos han hecho del noble arte de la política una profesión a su medida, midiendo el riesgo para repartirse el país y quedar impunes. Granados, Salvador Victoria, Lucía Fígar, Nacho González, Soria, Rato, Fabra, Matas, Zaplana, Dancausa, Bárcenas, Villar Mir, Díaz Ferrán, Gürtel, Púnica, Pitufeo, Auditorio, Aquamed, y un etc. largo y prolongado de ex ministros y ex consejeros dimitidos, imputados o encarcelados (y lo que está por llegar), en connivencia con “grandes empresarios” que manejan los hilos en una caverna de terciopelo desde la que desean gobernar y reventar la soberanía y matar a Montesquieu y su separación de poderes (mientras escribo estas líneas, leo que el Fiscal Jefe Anticorrupción -Moix- quiere apartar al fiscal principal de la operación Lezo…)

No pasa nada, querida España, pues, aunque esto sólo sea la punta del iceberg y tus ventanas escupan tanta basura en la misma dirección, mañana volverás a cubrir las urnas con un paño bordado de azul Génova. Y es que hay dos herramientas poderosas que todos estos personajes manejan a la perfección: el miedo y la mentira. No sufras, querida España, pues en un par de días ya solo se hablará de ese tema que, en los últimos tiempos, tanto te preocupa: Venezuela

(«Tengo confianza en la justicia» Rodrigo Rato -El País 15.04.2015)

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