Opinión | Contra los frentes institucionales o el funeral de una revuelta

Por Eduardo Nabal

El Orgullo Indignado, que celebra su manifestación alternativa a la oficial el 28 de junio, y en la que no estará ningún representante de ninguna fuerza política con representación parlamentaria, no solo denuncia de forma lúdica y reivindicativa la mercantilización de una manifestación que comenzó siendo una revuelta, el ocultamiento de políticas reaccionarias o colonialistas bajo determinados lavados de cara de la comunidad gay en el seno capitalista y empresarial. El Orgullo Indignado y otras plataformas críticas se sitúan también al margen de plataformas que llevan décadas acaparando la plana mayor del movimiento LGTB desde lo institucional y que se han vuelto cada vez más poderosas, partidistas y peligrosas.

Gestos bonitos y efectos oportunistas no han faltado, pero más propios de una socialdemocracia cualquiera que de un gobierno que, cuando quiere, se autoproclama de izquierdas

Las políticas sociales de Ahora Madrid, en muchas cuestiones, no son muy diferentes a las de la democracia neoliberal, y el World Pride de este año es un ejemplo sangrante de todo ello. Estrellas del oportunismo mediático como Beatriz Gimeno, Mar Cambrollé, el presidente de Cogam… o la FELGT en su conjunto se han propuesto sacar una Ley hecha a la medida de un sector de la comunidad LGTB más asimilacionista con algunos buenos propósitos y otros más bien discutibles, pero nunca discutidos fuera de sus círculos de alta política y bajas estrategias. Para su propósito partidista no han dudado en tenderle la mano al Partido Popular que sigue pactando por las bravas con la Iglesia, que no reconoce el genocidio LGTB que sufrieron muchas personas ya mayores en el estado español, que ha recortado en gastos contra la prevención y que ha eliminado la homofobia de los programas de educación de la ciudadanía, entre otras muchas lindezas.

A pesar de las demandas del Orgullo Indignado y otras plataformas críticas no hemos conseguido un veto claro del Ayuntamiento de Madrid a la participación del Gobierno de Israel en la Manifestación Oficial, ni el desblindaje de las cuentas destinadas a los empresarios de Chueca, ni sacar el orgullo de los lugares de siempre y para los de siempre siguiendo los dictados del mercado que los precede. Gestos bonitos y efectos oportunistas no han faltado, pero más propios de una socialdemocracia cualquiera que de un gobierno que, cuando quiere, se autoproclama de izquierdas. Por eso, si llego a ir a Madrid esos días, estaré con la gente del Orgullo Indignado que presiento que cada vez vamos a ser más ante la estupefacción que nos produce el escaso cambio que han sufrido nuestras demandas bajo los llamados “ayuntamientos del cambio”

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