Opinión | Del radicalismo

Por Francisco Gallego Nájera

Que la clase dominante, la burguesía, pervierte el lenguaje a su favor en pos del alienamiento de la sociedad es un hecho irrefutable que se lleva dando desde hace siglos. En la sociedad industrializada es tal el poder que alcanza a través de los medios de comunicación de masas, las nuevas tecnologías y el servilismo de políticos que se venden por un pedazo de pan, que ha conseguido la aceptación, por la parte total, de la connotación negativa que ésta ha querido dar a términos como el marxismo, el comunismo y hasta el socialismo, hoy en día superado por la socialdemocracia, posiblemente su mayor victoria.

 Esto se traduce en que hoy se lleve a la literalidad, y se acepte como verdadero, la frase «los extremos se tocan», con la que se equipara la verdadera ideología de izquierda con las dictaduras fascistas. Así, si alguien se identifica como socialista o comunista es tachado de radical, dando una significación negativa al hecho de ser radical, pudiendo englobar de esa forma la crítica hacia los oponentes al sistema, al status quo. Lo peor es ver la incapacidad de los actuales dirigentes de la izquierda para combatir estos mensajes y como acaban aceptando la instauración de esa negatividad. Cuando escuchas a Alberto Garzón, por ejemplo, decir que en Venezuela se están llevando a cabo actos violentos por las dos partes queda demostrado lo dicho anteriormente. En Venezuela, si no se apoya al legitimo gobierno revolucionario se está a favor de la oposición golpista dirigida por Estados Unidos y su terrorismo, no puede haber medias tintas.

 Para ser radical no basta con tener ideas contrarias al sistema, que nos sirvan de eslogan en una campaña electoral para atraer el voto

 Pero volvamos al radicalismo y analicemos un poco más la cuestión. Para que alguien nos tache de radical antes debe imbuirse una posición política y moral no ya superior, sino la única, la válida para el sistema, no hay otra. Sin embargo un socialista debe saber que esto es imposible, pues en una sociedad, la actual, con antagonismos de clase, la clase dominante no es neutra ni actúa para el beneficio de todos, solo para el suyo propio y eso implica hacer TODO LO POSIBLE para perpetuar el sistema. Por lo tanto cuando a un socialista o un comunista le llaman radical, el que lo hace no solamente le imbuye el carácter negativo anteriormente mencionado, sino que a su vez se apropia del positivismo. Definiendo a los contrarios al sistema como radicales, los que defienden al sistema y se oponen a los primeros son los guardianes de la sociedad actual, previamente alienada y confundida, creyendo por tanto que hay intereses comunes a la totalidad de la sociedad y si esta es atacada o cuestionada la defenderán.

 Podemos definir en este momento lo que implica no ser radical. No ser radical significa en última instancia estar atraído por el conservadurismo que perpetúa un sistema con contradicciones de clase, siendo la burguesía la clase dominante. Significa oponerse al cambio, no en un significado abstracto de la palabra que puede llevar a confusión, hablamos del cambio en los modos de producción, de los designios del desarrollo tecnológico, de la sostenibilidad y el aprovechamiento de los recursos naturales que supondría, entre otras muchas cosas, un cambio de sistema, estrechamente ligado a una concepción diferente del mundo.

 También podemos decir qué implica ser radical, con su carácter altamente positivo. Para ser radical no basta con tener ideas contrarias al sistema, que nos sirvan de eslogan en una campaña electoral para atraer el voto. Ser radical implica que si estás radicalmente en contra de la pobreza debes estar a favor de medidas que radicalmente procuren acabar con ella, si estás radicalmente a favor la salud pública aplicarás medidas radicales que la protejan y salvaguarden del liberalismo, si se está radicalmente a favor de la energía limpia se está a favor consecuentemente de medidas radicales que la potencien. Si nos dejamos confundir por medidas de centro y consenso estaremos siendo conservadores, pues estas medidas no son cambios reales. En otras palabras, hay que conjugar teoría y práctica siempre, la una sin la otra no sirven de nada.

Yo soy radical.

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