Opinión | Cebrián y el franquismo

Por Manuel Tirado, con ilustración de Bezerradas Nocturnas

La derecha en este país lleva años argumentando que la izquierda debe olvidar de una vez por todas la Guerra Civil. Los gerifaltes herederos del franquismo y que ahora están casi todos en las filas del Partido Popular nos recuerdan que los que creemos en la recuperación de la memoria histórica deberíamos mirar hacia adelante y no abrir “viejas heridas”. Nos acusan de que no deberíamos usar el dinero público para desenterrar e identificar a miles de asesinados durante la represión franquista, ya que eso no lleva a nada, sino a rememorar el dolor.

Recuperar la memoria es un acto de justicia y nada tiene que ver con rememorar el dolor, más bien tiene que ver con tratar de paliar el sufrimiento de cientos de familias que no tienen donde ir a visitar a sus familiares asesinados.

Su silencio y su apoyo al régimen fueron impulsores y cómplices de que el franquismo se perpetuara

En la misma línea que la más rancia “derechona” española se ha manifestado Juan Luís Cebrián, presidente del grupo Prisa, en una entrevista para El Mundo, afirmando sin pudor alguno, que lo que ha hecho la Ley de Memoria Histórica es generar “conflictos y problemas”. Y se queda tan pancho. A este individuo no se le cae la cara de vergüenza con estas declaraciones, sino que más aún, intenta explicarnos que la izquierda actual no sabe lo que fue el franquismo.

Lo más terrible de estas declaraciones es que el presidente de Prisa afirma sin ningún tipo de vergüenza que «cualquier alcalde de pueblo puede desenterrar los cuerpos de las cunetas y enterrarlos en un campo santo». ¿Y las identificaciones? ¿Y saber quién es quién? ¿Y la tranquilidad de los familiares sabiendo con certeza la identidad de las víctimas? Usted, señor Cebrián, ha perdido el norte. A usted, señor Cebrián, no le importan las víctimas del franquismo porque es un heredero claro del régimen que mantuvo a España durante cuarenta años en el oscurantismo más atroz y que desembocó en el 78 en una perpetuación de esa élite franquista en el poder de la que usted siempre ha formado parte.

¿Cómo se va a quejar usted del franquismo? El franquismo para usted, señor Cebrián, que viene de familia “bien”, como dicen en mi pueblo, fue educarse “a la europea”, en el elitista Colegio del Pilar, mientras los españolitos de a pie se educaban en el nacionalcatolicismo, en aulas donde los curas ejercían su magisterio inculcando al alumnado los valores del alzamiento militar y a base de “la letra con sangre entra” adoctrinaron y amansaron a toda una generación que todavía le cuesta despertar y salir de ese miedo que inculcaron en sus corazones a base de “caras al sol” y saludos fascistas.

El franquismo fue para usted, señor Cebrián, vivir en un barrio privilegiado y no pasar hambre ni penurias, mientras cientos de represaliados estaban en la cárcel entonando el llanto del pan y la cebolla. El franquismo fue para usted un camino de rosas, mientras miles de jornaleros trabajaban de sol a sol en el campo por un mísero jornal, contemplados a caballo por el señorito de turno que no dudaba en usar la violencia si no se cumplía en el tajo con eficiencia.

Normal que usted afirme que hubo “franquistas buenos”. Los suyos eran “los buenos”, claro, los que no mataban ni pertenecían a una junta militar, pero que con su silencio y su apoyo al régimen fueron impulsores y cómplices de que el franquismo se perpetuara.

Y ahora sale usted diciendo que la izquierda actual no entiende el franquismo. Mire usted, señor Cebrián, esta izquierda es heredera, por desgracia, de los perdedores, de los exiliados, de los oprimidos… ¿Cómo no va a entender la izquierda de este país el franquismo si ha sido víctima directa de su barbarie?

Le perdono por haber convertido El País en un panfleto más de esa máquina del fango periodística que trata de que nada cambie en España. Le perdono que sea corresponsable de maquinaciones políticas para tratar de imponer a los dirigentes en los partidos políticos, esos que a usted y a sus amigotes más les interesan.

Pero, hágame un favor, lávese usted la boca cuando hable de “nuestros muertos”, que nunca fueron los suyos.

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