Opinión | Buenas y malas tertulias

                                                                                                                                                                                                                                                   Por Manuel Tirado

Siempre me gustó una buena tertulia. Sentarme en torno a una mesa, con un buen vino y acompañado de gente con la que poder dialogar e incluso discutir sobre temas diversos, siempre me ha apasionado.

Me enamoré de las tertulias leyendo libros como Memorias de un literato de Rafael Cansinos Asséns, en el que se dibujaba toda esa vida literaria del Madrid de principios de siglo XX donde las tertulias literarias como la de Pombo, con Ramón Gómez de la Serna al frente, o la del café Colonial, donde Cansinos ejercía su magisterio, eran el pan de cada día en ese Madrid de bohemios modernistas y de jóvenes literatos que apuntaban a las vanguardias como modelo de expresión poética.

Hoy en día y observando el panorama de algunas tertulias políticas que vemos en televisión creo que mi concepto de las tertulias ha cambiado por completo. Para mí las tertulias son lugares donde se puede discutir absolutamente de todo, con profundos argumentos, con respeto a la opinión dispar, donde hay que defender las opiniones con ardor guerrero en ocasiones, pero al mismo tiempo, ejerciendo un decoro absoluto por las opiniones ajenas.

Hoy en día las tertulias políticas se dedican más, creo que lo he dicho en alguna ocasión, a la cultura del “zas en toda la boca”, a ridiculizar al adversario, al desprestigio del enemigo, que es propio de esa cultura de la rapidez y lo inmediato que caracteriza a nuestra sociedad y que, por lo tanto, ha convertido a la política de hoy en día en un mero espectáculo para entretener a las masas.

Y claro, cuando hay gente que no quiere participar de ese espectáculo, de ese sarao mediático en el que algunas tertulias de televisión se han convertido, pues empiezan a atacarlos por no querer sumarse a ese aquelarre sin sentido que algunas noches se monta en algunos platós de televisión.

Me refiero, claro está, a la espantada que el pasado sábado dio Juan Torres durante el espacio conducido por el periodista Iñaki López en La Sexta, donde el tertuliano (por llamarlo de alguna manera) Eduardo Inda, acusó en reiteradas ocasiones a Torres de ser el «economista de cabecera de Podemos» e intentó relacionarle con el Gobierno de Venezuela, entre risas y grandes aspavientos.

Tras ser acusado en reiteradas ocasiones de “demonio podemita”, el economista, que sí reconoció abiertamente haber participado en el esbozo del programa económico de Podemos (como ya lo hizo en su día con el de Izquierda Unida) decidió abandonar el plató de La Sexta esgrimiendo que no estaba dispuesto a seguir participando de ese circo mediático.

Porque es verdad que algunos medios están convirtiendo el debate político en un auténtico circo, donde las acusaciones van y vienen sin ningún sentido y donde el rigor y la seriedad de los argumentos se están perdiendo por completo.

Alguien comparaba las tertulias políticas de hoy en día con una especie de “Sálvame” donde no se respeta absolutamente nada y donde se busca más el aplauso fácil y el desprestigio del adversario que la defensa de la propia opinión, que en definitiva, es en lo que debe basarse una buena tertulia política. Pero claro, eso no vende. Eso se aleja del espectáculo que en cierta medida parece que demandan los televidentes.

En esto están convirtiendo las tertulias políticas de hoy en día, en puro espectáculo, capaces de entretener pero no de crear opinión, donde “el todo vale” por mantener la audiencia se ha convertido en la única premisa.

Ataca, que sube la audiencia. Denuncia, aunque sea todo mentira. Fango, fango y más fango. ¿De verdad que son éstos los debates políticos que queremos ver en televisión? Yo no me resigno a pensar que estamos abocados a este tipo de debates que son el opio para la ciudadanía y que, por desgracia, en cierto modo, son un fiel reflejo de lo que es la política hoy en día.

Yo digo lo mismo que Juan Torres el pasado sábado en La Sexta: “perdonen, pero me voy”.

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