Noruego para principantes

Por Carmen Sereno @spicekarmelus

Según he leído, el número de españoles que emigran se ha incrementado en un 56% desde 2008. En números absolutos, ya son más de dos millones los que han abandonado la madre patria en busca de suerte. Así­ lo indica el Censo de Españoles Residentes Ausentes (CERA), al que por cierto, muchos de los expatriados ni siquiera llegan a apuntarse.

Me voy a tirar a la piscina: Voy a dar por hecho que, en su mayoría, se trata de jóvenes. Así­, a lo loco, sin consultar las estadísticas. Pero es que tampoco hace falta. Lo cierto es que este éxodo masivo que venimos sufriendo desde hace unos años radica en una única causa: la puta crisis y su consecuente falta de oportunidades. ¿Y quiénes han resultado ser las principales víctimas de este período prolongado de vicisitudes económicas? En efecto; los jóvenes. Y eso que el Gobierno -sí, el mismo que ahora está en funciones- se empeñó con gran atino en asociar el espíritu aventurero al perfil del joven emigrante y determinó como razón última del abandono de la patria nada más “inocente y comprensible” que las ganas de conocer mundo propias de la edad. Claro. Emular a Indiana Jones tenía más lógica que buscar un trabajo para poder sobrevivir.

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Dejemos las ñoñerías, por favor. Por más que TVE, la tele de todos (todos los que votaron al PP, se sobreentiende) lleve años haciendo de vocero de los argumentos rimbombantes de sus amiguitos en el poder para justificar el aumento de la emigración, lo cierto es que éstos lo han hecho tan rematadamente mal que la fuga de jóvenes no es más que la punta del iceberg. Un iceberg al que no le queda demasiado tiempo antes de derretirse del todo. Porque aunque el verano traiga consigo cifras optimistas de incremento en la creación de empleo, la cruda realidad es que las políticas de ajuste y desincentivación que hemos sufrido en los últimos tiempos nos han convertido ya en un país envejecido, estancado y con muy poca esperanza para las generaciones venideras.

Un momento. Me vais a permitir que rebobine y vuelva a lo de TVE y su propaganda. ¿Os acordáis de ‘Españoles por el mundo’? Era un estúpido programa diseñado a todas luces para que interiorizáramos la imagen de un arquetípico español aventurero que, aunque lo tiene todo, un buen día decide tomar la decisión de probar suerte en otro país. Y claro, las cosas le van muy bien y nuestro protagonista se convierte en un conciudadano feliz, con una adorable pareja oriunda del país de acogida, un trabajo idílico con sueldo y horarios idílicos, y la protección social de un gobierno del que difícilmente uno podría sentirse avergonzado. Tan feliz, pero tan feliz, que cuando se le pregunta qué es lo que echa de menos de España, el sol y las tapas son los únicos argumentos de peso que se le ocurren al aventurero.

Empezar de cero en otro país nunca es fácil, a pesar del postureo de ‘Españoles por el mundo’

Si hubo un programa que llamó poderosamente mi atención fue el de Noruega. Lo único que sabíamos de Noruega hasta la fecha era que se comía salmón a todas horas y que hacía un frío del carajo. Pero entonces, ‘Españoles por el mundo’ le dedicó un programa al país escandinavo y nos mostró una imagen del lugar tan paradisíaca que el tsunami de españoles desencantados no tardaría en poner rumbo a la tierra de los fiordos. En Noruega se vive increíblemente bien, nos decían. Aquí el Estado te paga por todo. Por trabajar, por estudiar, por tener hijos. Hay empleo para todo el mundo y oportunidades. No os preocupéis si no sabéis la lengua. También os pagarán para que la aprendáis. Y los noruegos son tan hospitalarios que os sentiréis como en casa. Reconozco que yo misma me quedé tan sorprendida que no pude evitar sopesar la posibilidad de mudarme al norte también. Así que hice una primera visita de reconocimiento. Fue en el tórrido verano de 2012. Alquilé un coche y recorrí el país de una punta a otra. Y lo que me encontré fue un lugar de una belleza majestuosa, sí, aunque en su mayoría inhóspita, de un clima extremo incluso en agosto, muy despoblado, y con una red de carreteras bastante tercermundista, dada la naturaleza agreste de su orografía. Por no hablar de sus precios demasiado inasequibles para un bolsillo español -un café costaba 6 euros, por poner un ejemplo-, de las dificultades idiomáticas -no todo el mundo habla inglés en Noruega, aunque ciertamente lo hablan mejor que nosotros-, y de algunas reminiscencias vikingas que me pareció atisbar en el carácter de sus gentes (que cada uno las interprete como le venga en gana.) Eso sí, de aquellos españoles por el mundo tan estupendamente bien acomodados que mostraba el programa, ni rastro. Muchos de los compatriotas con los que me topé durante mi aventura nórdica eran estudiantes que malvivían en guetos para extranjeros compuestos por apartamentos minúsculos y prefabricados. Y en el peor de los casos, jóvenes, muchos jóvenes -algunos con sus ingenierías terminadas, otros con escasa preparación académica, pero la mayoría más bien cortos de ahorros-, que trabajaban en los mercados de pescado que abundan por todo el país sin ni siquiera tener nociones de noruego. “Aquí, por cortar salmón para los turistas siete horas al día, me saco mil euros al mes. En España, ni quinientos”, me contó uno de ellos. Sí, ya. Pero en Noruega, con mil euros al mes no te da ni para alquilar una habitación. Y desde luego, sin hablar el idioma, cortar salmón es, con suerte, a lo único a lo que se puede aspirar, por mucho que el postureo de unos señores que salieron por la tele poniéndonos los dientes largos nos hiciera pensar lo contrario. En cualquier caso, para entonces el daño ya estaba hecho. Tal fue el impacto de aquella transmisión, que incluso la mismísima Ministra de Trabajo noruega se vio en la penosa obligación de pedir a los inmigrantes -especialmente, los venidos del sur- que no tuvieran trabajo o que desconocieran la lengua que se marcharan inmediatamente. Que allí no había lugar para ellos. Y que para acabar rebuscando comida en las basuras, mejor lo hicieran en su país, donde al menos el frío les concedería una tregua

Tal vez, nada de esto habría pasado si cierto medio no hubiera tergiversado la realidad de los expatriados con mensajes de color rosa pastel que daban a entender que empezar de cero en lugares como Noruega era pan comido. Que como el Estado protege a los noruegos, haría lo mismo con aquellos que se atrevieran, porque sí, porque lo habían dicho en la tele, a emigrar allí. No digo que las cosas tengan que venir mal dadas a la fuerza, pero francamente, dudo mucho que empezar de cero en cualquier parte sea fácil, máxime cuando se desconoce el idioma, se tiene poca preparación, o no se cuenta con suficiente dinero para sobrevivir mientras tanto. Por eso me habría gustado que alguno de los que se marchó hubiese contado sus dificultades iniciales y las veces que sintió esa pulsión interna del tipo Me vuelvo por donde he venido. Seguramente, una bofetada de realidad a tiempo les habría ahorrado a muchos tener que lidiar con unas decepcionantes “lecciones” de noruego para principiantes.

1 Comment

  1. Si si! muy bueno, además de españoles por el mundo habían otros programas similares, emigrar no es fácil y siempre hay muchos obstáculos ( a menos que seas un futbolista de élite xD) lo interesante de la cuestión es que se aprende muchísimo sobre cosas de la vida…Sería interesante si escribieras un artículo donde se expresaran personas con diversas experiencias, malas y buenas. Al parecer aquí en España la información se sirve para que tengamos un solo punto de vista, nada para crear criterios propios.

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