Lagarder, un activista con tarjeta roja

Por Roberto Santos 

Ayer nos enteramos de que la Dirección General de Policía ha iniciado los trámites del procedimiento de expulsión de España del activista rumano por los derechos de las personas sin hogar, Lagarder Danciu, después de haber sido detenido tras protagonizar una protesta en un acto organizado por el Ayuntamiento de Málaga para conmemorar el Día de la Constitución.

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Tras pasar la noche en el calabozo, el juzgado de instrucción número 14 de la ciudad malagueña, concluyó que no había causa por «no quedar acreditado» el supuesto delito de resistencia a la autoridad por el que fue detenido por la policía durante su protesta a favor del derecho a la vivienda.

Pero, aunque el juzgado no encontró delito, a su salida del mismo, la Brigada de Extranjería le entregó la notificación de su procedimiento de expulsión, pese a que es un ciudadano comunitario.

Pero antes de seguir con esto, que sin duda es muy grave, os voy a explicar quién es Lagarder, para que todos podamos entender mejor, qué puede estar pasando aquí.

¿Quién es Lagarder Danciu?

Probablemente es uno de esos personajes que de repente parece estar en todos lados, y eso es porque Lagarder es un activista de los que ya no quedan, un hombre que se deja la piel en defender las causas es las que cree y que ha hecho del activismo su forma de vida.

Lagarder nace en Rumanía en 1981, gitano, no tiene una infancia fácil como la que podamos haber tenido la mayoría de nosotros, es educado en orfanatos públicos. Abiertamente homosexual, afirma huir de Rumanía por discriminación por su condición de gitano y gay.

Es licenciado en Sociología y Trabajo Social en Rumanía, empieza trabajando en Portugal, en el campo, tras entrar en contacto con una mafia de migrantes, pero acaba huyendo de ello por sus condiciones de explotación y viniendo a España, donde continúa trabajando en el campo en un pequeño pueblo de la provincia de Huelva.

Aprende español, homologa su título y comienza a estudiar un máster en Mediación Social e Intercultural. Deja el campo y comienza a trabajar en el sector servicios, se traslada a Sevilla y encuentra acomodo en un instituto de Secundaria, además de como traductor para los Juzgados de Sevilla.

Según explica él mismo, pierde su trabajo en el instituto tras presentar una queja por la discriminación y segregación de alumnos extranjeros en la escuela. Cuenta con pocos ahorros y a los dos años, tras quedarse sin nada y ser desahuciado de su piso de alquiler comienza a conocer la realidad de los mendigos y sin techo de Sevilla, muchos de ellos rumanos, con los que acabará viviendo y lanzándose a su faceta de «activista sin techo» que tan popular le ha hecho en nuestro país.

Comienza el activismo

Tras convertirse en un sin techo, Lagarder es capaz de organizar a los sin techo de Sevilla y monta una acampada frente al consistorio de la capital hispalense, nace así el Campamento Dignidad, a modo de protesta y se mantiene algo más de cuatro meses hasta que son desalojados el 21 de octubre. Allí comienza su lucha contra la privatización de los servicios sociales y las ONG del sector que, según él, durante décadas se han lucrado con la pobreza.

Lagarder alcanzaría la fama nacional en mayo de este mismo año, cuando irrumpió en un acto mediático del PP al grito de «El PP sois la mafia», momento en el que todos los medios de este país ponen el foco en él, al ser placado por los agentes de seguridad mientras Mariano Rajoy y otros dirigentes del PP observan entre espantados y horrorizados la escena.

A partir de aquí, no hemos parado de saber de él y hemos podido seguir sus apariciones en diferentes tipos de actos, siempre con la intención de llevar sus reivindicaciones al foco mediático, aunque muchos lo califiquen de revienta actos, la realidad es que Lagarder siempre ha sido un activista por los derechos de los sin techo, un colectivo invisible y del que muchos han empezado a hablar gracias a él.

A Lagarder le hemos podido ver en la celebración de la victoria del PP en Génova, el pasado 26 de Junio, portando una pancarta que decia, «50.000 sin techo hoy no han votado» mientras votantes del PP le increpaban, imagen que se hizo viral en redes.

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Lagarder es incómodo para todos, le hemos visto en todo tipo de protestas y a medida que su fama ha ido creciendo también ha crecido la crítica hacía él. Hay quien le afea presentarse con sus pancartas en actos que nada tienen que ver con la consecución de medidas sociales para los sin techo. Pero probablemente estas personas, no entiendan que justamente esa omnipresencia es la que ha hecho que hoy muchos hablen de los sin techo, que como os he dicho antes es un colectivo invisible del que prácticamente nadie se preocupa, como si no existieran.

El pasado 20 de Noviembre, Lagarder se presentó en la Plaza de Oriente donde había una concentración de nostálgicos de Franco, con una pancarta que decía: «Franco Asesino» y que le convirtió en blanco de los franquistas que rápidamente se lanzaron a agredirle y quitarle la pancarta, le dieron patadas y empujones y la policía al auxiliarle le pide la identificación y según relata el propio Lagarder en Twitter, le dicen al verla: «y encima eres rumano».

Muchos justificaron esta agresión diciendo que Lagarder había ido a provocar, que a quien se le ocurre ir a una concentración franquista con una pancarta que rece «Franco Asesino»…
A mí llamadme loco, pero lo que me sorprende es que toda esa gente no se cuestione, ¿cómo es posible que en el 2016 pueda haber una concentración de nostálgicos de Franco en pleno centro de Madrid? ¿Se imagina alguien algo similar en Berlín hacia Adolf Hitler? El debate, sin embargo, fue si se lo merecía o no, como si alguien se pudiese merecer una paliza por expresar su opinión. ¿Acaso gozan de más derechos los franquistas que él?

Expulsión de España

La normativa española, a través del Real Decreto 240/2007 regula los criterios que se pueden aplicar para expulsar a un ciudadano comunitario, basándose en motivos de «orden público, seguridad pública o salud pública». ¿Representa Lagarder un peligro para la seguridad nacional o la salud pública? Claramente no.

¿Es entonces un problema de orden público? La jurisprudencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea determina que recurrir al orden público como motivo de expulsión presupone la existencia de una amenaza real, actual y suficientemente grave que afecte a un interés fundamental para la sociedad. Basándonos en esto, no parece que Lagarder encaje tampoco en este supuesto.

Por otro lado el abogado de Lagarder considera que esto no tiene recorrido y asegura que ya esta trabajando en interponer las alegaciones oportunas. Pero, si no tiene recorrido, ¿por que lo han hecho? ¿Acaso quieren asustarle para que se calle? ¿Es la amenaza de expulsión una medida disuasoria para que frene en su activismo?

En caso de llevarse a cabo, Lagarder tendría que permanecer fuera de España por un periodo de 5 años.

Reacciones al anuncio de expulsión

Twitter se ha llenado de mensajes de apoyo al activista, pero también de amenazas de muerte y de gente que celebra su posible expulsión de España.

Mensajes como:
«Putos extranjeros como tú sobran en España»
«Si viviera Franco tu no existirías, mamarracho. Existes gracias a la democracia»
«Cucaracha a tú país»
«Es mejor que cierres la puta boca gitano de mierda, o te vas a arrepentir, te doy una semana de tiempo».
«Lagarder fuera de España, gitano de mierda, estáis muerto tío, estas balas benditas van a flipar contigo»

Y claro, uno ve esto y piensa, ¿dónde esta el Ministerio de Interior investigando estas amenazas? ¿Dónde esta la fiscalía? Porque hemos visto como se rasgaban las vestiduras cuando algunos se alegraban de cosas como el asesinato de Isabel Carrasco y con razón, pero también vemos que contra estos no hacen nada, ni los medios se hacen eco, ni se abren tertulias con este tema. ¿Qué pasa qué las amenazas solo importan en función de a quien se las hagan? ¿Hay acaso ciudadanos de tercera, segunda y primera?

No se en que acabará todo esto, pero desde luego me llama la atención que en un Estado de Derecho se criminalice la protesta y se castigue a quien lo hace. Mucha gente no sabría nada del colectivo de los sin techo de no ser por Lagarder y no creo que nadie con dos dedos de frente le considere un peligro público. Yo desde luego no lo veo así y espero que Lagarder como ciudadano de un país de la Unión Europea que es, pueda permanecer en nuestro país y pueda seguir expresándose libremente y reivindicando lo que le parezca justo y conveniente.

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