Historia | Conmemorando la Internacional en 1924

Por Eduardo Montagut

En este artículo nos acercamos al relato de un acto que recordaba, desde la familia socialista, el aniversario de la creación de la Primera Internacional.

El 27 de septiembre de 1924 se celebró un gran mitin en la Casa del Pueblo para conmemorar el aniversario de la AIT, en el que participaron Cayetano Redondo, Wenceslao Carrillo, Antonio Fabra Ribas y Andrés Saborit, cuatro destacados socialistas. Pablo Iglesias remitió un texto para ser leído en el acto, dado su estado de salud. Cada orador ofreció su sello personal al acto, y trató el objeto del mismo desde distintas perspectivas. El mitin fue organizado por la Agrupación Socialista Madrileña y las Juventudes Socialistas. Un resumen del acto fue publicado, dos días después, en “El Socialista”.

Cayetano Redondo presidió el acto, recordando que se conmemoraba que en Londres se había inaugurado el 28 de septiembre de 1864 la Primera Internacional. Junto a los obreros que la fundaron, estuvieron personajes de la importancia de Marx, Engels y Bakunin, y que luego formarían “dos ramas ideológicas”, en alusión al intenso debate entre lo que después serían marxistas y anarquistas. Redondo fue tipógrafo, periodista, redactor en “El Socialista”, destacado socialista, que sería diputado por Segovia y alcalde de Madrid en la guerra civil, para ser fusilado en 1940.

Redondo rememoró que en aquella época se podía arriesgar hasta la vida, y los hombres de ciencia podían ser, además, agitadores de masas. Redondo recordó que no era la única internacional existente, que existía la de los Jesuitas, y que influía en los gobiernos, en una curiosa alusión al carácter internacional de la Compañía que, como bien sabemos, tiene un vinculación directa con Roma, un argumento que siempre fue utilizado, por distintos motivos, desde la época del despotismo ilustrado hasta las primeras décadas del siglo XX, tanto por ilustrados, como por liberales y la izquierda en general, y que hoy podríamos no entender al encontrarnos en otro contexto.

La Internacional generó pánico entre los gobiernos. Se le atribuyó un gran poder económico, cuando en realidad era una organización muy pobre en lo económico. Pero sí era cierto que contaba con mucha fuerza moral gracias a sus grandes protagonistas ideológicos, como Marx y Engels. Redondo rememoró a Francisco Mora, uno de los padres del socialismo español y su primer historiador.

Redondo recordaba que el Partido contaba todavía con tres supervivientes de esa época: Pablo Iglesias, José Ros, y Matías Gómez Latorre. Como es sabido, el último es una verdadera leyenda del socialismo español, en primer lugar, porque su vida se alargó 91 años, y porque su compromiso le llevó a participar en el origen del movimiento obrero español, participar en la fundación el PSOE, trabajar en “El Socialista”, y ser un dirigente destacado de la UGT, además de ser testigo de la Historia de España desde el reinado de Isabel II hasta el fin de la Guerra Civil.

Redondo terminó entonando un canto a la fraternidad, y leyendo la carta del enfermo Pablo Iglesias, que moriría al año siguiente.

El fundador del Partido recordó cómo la Internacional en España había derivado hacia el anarquismo, y cómo una minoría mantuvo el carácter de los estatutos y el primer manifiesto de la AIT, en una clara alusión a la Nueva Federación Madrileña en la que tuvo tanto protagonismo.

Pablo Iglesias comparó la situación organizativa de la clase obrera en 1864 con la de su presente en 1924. La fuerza obrera había crecido de forma evidente, y fruto de ello era la existencia de una legislación del trabajo, como la jornada de ocho horas, además de la presencia socialista en las instituciones, acreditando su preparación para sustituir el régimen burgués por un nuevo basado en la solidaridad y la justicia.

Por su parte, Wenceslao Carrillo recordó que antes de la creación de la Internacional se había publicado un manifiesto, en alusión al Manifiesto Comunista, en el que se hablaba de la unión de todos los trabajadores. Además, Bakunin había defendido la existencia de las cajas de resistencia y la necesidad de preparación para el triunfo de la revolución. Carrillo no podía dejar de arremeter contra los anarcosindicalistas al aludir que ahora se criticaba la existencia de esas cajas que solamente servían para “adormecer”. Gran parte del discurso de Carrillo giró en torno a este enfrentamiento con los anarquistas, y a la valoración del socialismo español en una clave más contemporánea que histórica. Aludió a cómo había prendido el anarquismo en Andalucía, achacándolo a la falta de “instrucción” de la gente del campo. Los anarquistas promovían las explosiones que terminaban mal para los trabajadores, porque volvían a ser “pisoteados” por “el cacique”.

Carrillo valoró la importancia que en la Internacional se hizo de la acción política, en línea con su crítica hacia los anarcosindicalistas. El orador intentó demostrar que los obreros españoles comenzaban a reconocer que no había más esperanza que el PSOE. También recordó las dificultades y persecuciones sufridas por los socialistas, lamentándose que, con algunas excepciones, los obreros españoles no habían contado con un gran apoyo de los intelectuales.

Gracias a la UGT y el PSOE los obreros españoles habían conseguido algunas conquistas, pero si la conciencia de clase se hubiera desarrollado más en España, habría habido más representantes de los obreros en las Cortes, y se hubiera podido evitar hasta donde había llegado España. Recordemos en qué fecha nos encontrábamos, justo al año del golpe de Primo de Rivera.

Antonio Fabra Ribas comenzó con un relato histórico de la creación de la Primera Internacional, y su desarrollo, especialmente de las distintas tendencias que existieron. También comparó las dos Internacionales. Recordó el acuerdo sobre el Primero de Mayo. Después explicó los debates y acuerdos desarrollados en la Segunda Internacional hasta 1914, para aludir a la compleja realidad del internacionalismo después de finalizada la Gran Guerra. Aludió a que el centro de gravedad del movimiento obrero había pasado de Alemania a Inglaterra, y que en un posible futuro podría pasar a Norteamérica.

Andrés Saborit fue el último orador. Puso el énfasis en cómo se encontraba la clase obrera española, y en las infamias que tuvo que soportar Pablo Iglesias. Celebró la fuerza del socialismo en medio del anarquismo, especialmente del barcelonés, y del republicanismo. A pesar de estas dos fuerzas, los socialistas habían arraigado en España. En todo caso, homenajeó a Pi i Margall y a Salmerón por su defensa en las Cortes de la Internacional, además de la presencia del intelectual Jaime Vera en el Partido.

Saborit relató la historia de la lucha obrera en esos sesenta años, y del descrédito de la táctica anarquista. Esperaba que eso no ocurriera con el socialismo. Recordó que para ser socialista había que ser “buen esposo y buen padre”, además de buen obrero en el taller y un infatigable luchador en el sindicato. Advirtió a los asistentes contra los que se presentaban muy radicales, impacientes y alborotadores porque, en realidad, no eran verdaderamente revolucionarios, y usaban la organización para su provecho, aludiendo concretamente al caso de Mussolini.

Saborit respetaba la existencia del anarquismo, porque consideraba que anarquistas y socialistas eran dos tendencias que respondían a “estados reales de conciencia”, pero consideraba que muchos de los contemporáneos, traicionaban a los anarquistas verdaderos, como Anselmo Lorenzo o Fermín Salvochea. Pero también había que exigir el cumplimiento de su deber a los que se llamaban socialistas.

Además del número de “El Socialista”, que hemos comentado, debemos acercarnos al Diccionario Biográfico del Socialismo Español para profundizar sobre los protagonistas de este acto.

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