Aitor Merino: «En Asier eta Biok hablamos de la violencia con fines políticos, pero por encima de todo, trata sobre la amistad»

El actor y director Aitor Merino. Foto: José Ramón Ladra.

Entrevistamos al actor de cine y teatro Aitor Merino sobre el documental «Asier eta Biok».

Por Eduardo Nabal

Aitor Merino (Donostia, 1972) es un actor de cine y teatro que triunfó en Madrid con “Smiley”, de Guillem Clua, pero que se dio a conocer con películas como “Historias del Kronen”, de Montxo Armendáriz, y en diferentes series de televisión. Ha dirigido junto a su hermana Amaia Merino su primer documental “Asier eta Biok” muy bien acogido aunque no exento de polémica.

Hola Aitor. ¿Qué tal? Lo primero enhorabuena por tu documental, realizado junto a Amaia Merino ¿Cómo os repartisteis el trabajo?

Aitor Merino: Amaia y yo somos, además de mejores amigos, hermanos. Pero “Asier ETA biok (Asier Y yo)” no la hemos hecho los dos solos. Es un trabajo de equipo. La tercera pata del proyecto es Doxa Producciones, con Ainhoa Andraka a la cabeza. Entre Amaia y yo, más que reparto de tareas, ha habido unas tareas compartidas. Nos entendemos de maravilla. Escribir el guión y elaborar la base del montaje del filme ha sido cosa de ambos (si bien el montaje lo ha realizado Amaia). Pero en todo este proceso, la importancia de Ainhoa, como productora, también ha sido esencial. No se ha limitado a las labores de producción, sino que ha participado de todas las fases creativas, incluidos el guión y el montaje. También ha participado Gabriela Calvache (Cineática films), de Ecuador. Por más que sea un documental de bajo presupuesto, levantar un proyecto cinematográfico requiere mucha inversión, tanto en dinero como en trabajo. Han sido tres años muy intensos.

El documental es ameno, desenvuelto y refrescante pero trata un tema tabú donde los haya. El terrorismo de ETA. ¿Sabías donde te metías y hasta donde querías llegar?

A. M.: Sí, sabíamos que es, quizás, el tema más delicado en el que puedas meterte, aún hoy. Levanta pasiones muy fuertes, casi todas, lógicamente, negativas, independientemente del lado que provengan. Pero la película no trata sobre el terrorismo. De hecho, esa palabra no aparece en ningún momento del filme. Ni cuando nos referimos a ETA ni cuando mencionamos a los GAL. En la película hablamos de la violencia. De violencia empleada con fines políticos. Pero por encima de todo, trata sobre la amistad. La violencia y la amistad son temas universales

Tienes un precedente que es el documental de Julio Medem que intenta “acercar posturas” pero yo prefiero “Asier eta Biok” porque es mucho más dinámica, fresca y natural-  ¿Te lo planteaste  o salió de esa manera, lleno de humanidad y con cierta ironía?

A. M.: Nunca nos interesó hacer una película a modo de reportaje periodístico en la que los protagonistas se sientan frente a cámara a responder preguntas. Cuando supe que Asier sería liberado, tomé una cámara y comencé a grabar el mismo instante en el que abandonó la prisión; el reencuentro con la familia, la reincorporación a la vida en libertad, etc. Después, las cosas se fueron complicando y terminó siendo un documental autobiográfico sobre nuestra amistad y sobre cómo ha afectado a ésta la pertenencia de Asier a ETA. Lo grabé cámara en mano, y lo que aparece son situaciones reales y espontáneas, incluso las más íntimas.

¿Cuándo te planteaste hacer el documental? ¿Cuándo Asier volvió fue detenido por última vez  o ya tenías la idea en mente de rodar algo sobre tu amigo buscando razones, preguntas, posibles respuestas etc.?

A. M.: Bueno, no lo pensamos cuando Asier volvió a ser detenido por última vez porque… desgraciadamente, la última vez ocurrió en la misma semana del estreno del documental en salas comerciales, en enero de este mismo año. Ese hecho desbarató todos nuestros planes, fue totalmente inesperado. Más aún teniendo en cuenta las razones de su encarcelamiento: haber trabajado como intermediario entre el colectivo de presos y distintos organismos sociales y políticos. Una labor que hizo de manera pública después de salir de prisión en 2010 y que dio como resultado que dicho colectivo asumiera la legalidad penitenciaria española, algo que se les reclamaba desde hacía años. Según el juez, dicha actividad es (presuntamente) constitutiva del delito de pertenencia a banda armada, y por ello Asier y otras siete personas (la mayoría abogados) fueron detenidas y encarceladas sin posibilidad de fianza. Actualmente está en la cárcel de Aranjuez a la espera de juicio.

La idea del documental surgió meses antes de que Asier cumpliera su pena de prisión en el Estado francés, tras haber pertenecido a ETA en el año 2002 (aquella vez sí se integró en ETA, tal y como él mismo reconoce abiertamente). Mientras estaba en la cárcel, a pocos meses de que terminara de cumplir su condena, Amaia tuvo la idea de hacer algún tipo de trabajo sobre él. La idea quedó flotando en el aire. Después, los acontecimientos se precipitaron. Un día de julio de 2010 me llamó la familia de Asier informándome de que, sorpresivamente, lo liberarían al día siguiente. Yo estaba en Madrid. No tenía cámara, así que llamé a varios amigos para pedirles una, pero nadie pudo ayudarme. Bajé a una tienda y la compré tirando de tarjeta de crédito. Dejé los planes que tenía en Madrid y tomé varios trenes hasta llegar a Figueres, cerca de la frontera, donde fue liberado. Asier no sabía absolutamente nada, ya que evidentemente uno no puede llamar por teléfono a una persona encarcelada para informarle de que quiere grabar un documental. Así que, aprovechando la coyuntura, me escondí tras un seto y comencé a grabar a hurtadillas el instante en que se abraza por primera vez a sus seres queridos, tal como se ve en la película. Después le conté la idea, claro, e iniciamos este viaje que aún continúa, pues la película sigue viajando por festivales de todo el mundo.

Hay voces muy feroces contra cualquier tipo de nacionalismo independentista. Incluso hay quienes dicen que se cura viajando. ¿Tú crees que la identidad cultural es algo importante que, en concreto, al pueblo vasco se le ha negado, igual que su derecho a la autodeterminación, dominados por una fuerte oligarquía? La polémica se amplió porque hubo voces de intelectuales y políticos un poco oportunistas que aprovecharon para atacar al pueblo de Euskadi sin escucharlo.

A. M: Bueno, es que la oligarquía no se ha distinguido nunca precisamente por escuchar a la gente, sino más bien por valerse de ella en beneficio propio. A mí la sola palabra “patria” me produce urticaria, pero no comprendo que no se deje a los pueblos decidir su futuro. Y más allá de la creación o no de nuevos Estados, el asunto de fondo es el de siempre: Quiénes ostentan verdaderamente el poder, cómo lo gestionan, y en beneficio de quién. Dar un vuelco a ese estatus quo es lo prioritario.

La escena más dura de la película es, a mi entender, la de Asier con su madre. Tú en tu documental revelas algunos mecanismos interesantes como provocar una discusión pero ¿Cómo se comporta una persona que conoces delante de una cámara? ¿Dice siempre lo que piensa o piensa siempre lo que dice? Porque supongo tiene que ser difícil ser espontáneo y no callar cosas.

A. M.: Esa escena en concreto sucedió en la cena de nochevieja. Era la primera nochevieja que Asier pasaba con su madre tras casi ocho años encarcelado. Yo me limité a cenar y conversar como amigo de la familia que soy, eso sí, siempre con la cámara en mano, grabando. Y cuando pregunté a la madre de Asier cómo había vivido ella la pertenencia de su hijo a ETA, lo que ocurrió no podría haberlo previsto. Es cierto que la presencia de una cámara impone siempre, y que de alguna manera condiciona las conversaciones. Pero te puedo asegurar que en esa escena en concreto, lo que ocurrió fue totalmente espontáneo. En esa discusión entre madre e hijo, de tan acalorada que fue, estoy seguro de que ambos se olvidaron de que yo estaba grabando. Por eso tiene la fuerza que tiene. Lo mismo ocurre en la escena en la que le cuento a Asier, en el monte, una pesadilla que tuve días antes, y que tiene que ver con mi miedo a que él fuera capaz de emplear la violencia con sus propias manos. Asier no sabía que le soltaría algo tan fuerte, que ni siquiera le había planteado sin una cámara delante, y por tanto su respuesta fue como fue: impredecible y, para mí, sorprendente. Es lo que te decía de los documentales en los que una persona se pone a responder preguntas frente a la cámara, sin más: que las respuestas pueden sonar a discurso, a perorata. Y eso no nos interesaba para nada. Además, hay que tener en cuenta que Asier y yo somos amigos desde la infancia. No son entrevistas, sino situaciones reales entre personas que, aunque no estén de acuerdo en algunas cosas importantes, se quieren.

¿Rechazaste cosas por miedo? No es necesario que me lo cuentes si no quieres pero todos los documentales suelen tener bastante material que no aparece de cara al público. Por repetitivo, fallido o por otras razones.

A. M.: No, no hemos descartado absolutamente nada por miedo. Hemos hecho la película con total libertad. Solo hay una secuencia en la que hemos tapado los rostros de la multitud (cuando Asier es recibido en las calles de Pamplona) para que no puedan identificarse sus rostros. Y hemos puesto un pitido en otro momento en el que una amiga dice, literalmente, que se caga en el rey de España, pues constituye un delito de injurias a la Corona, y tampoco queríamos poner en apuros a esta amiga. Además, hemos enfatizado el pitido y el borrado de sus labios al decirlo para que sea evidente que optamos por autocensurarnos, con la idea de dejar en evidencia lo absurdo de tener que hacerlo. Por lo demás, te aseguro que no nos hemos cortado un pelo.

Históricamente al pueblo vasco, aunque también el catalán, se le han negado derechos básicos como hablar su propia lengua o incluso una vida y forma de expresarse dignas. En fin, que ha sufrido racismo pero ¿nadie se ha planteado una vía no violenta de solucionar el tema o está siendo todavía difícil? ¿Crees que hay presos por ideología o lo son por acciones demostrables?

A. M.: Me haces muchas preguntas en una y no sé si sabré responder, la verdad. Por partes: No creo que racismo sea la palabra para definir lo sufrido por el pueblo vasco, sino imperialismo. El Estado español se ha construido, históricamente, en base a anexiones entre reinos y la expansión a otras tierras. España lleva el imperialismo en su ADN. Se perdieron las colonias (la España más rancia aún las llora). Pero dentro del propio Estado, algunas anexiones tampoco han sido precisamente acordadas (quizás sí entre los dirigentes, eso no lo sé; pero desde luego no por sus ciudadanos), sino producto de la imposición y la fuerza. Este punto de vista diferirá, por supuesto, dependiendo de qué historiador defienda tal o cual versión… aunque ya se sabe que la predominante suele ser la de los vencedores. En cuanto al empleo de vías no violentas para lograr el derecho a la autodeterminación, o a decidir, como se le llama ahora, en realidad, exceptuando a ETA, en las últimas décadas en Cataluña, Galicia o Euskal Herria la mayor parte de las propuestas nacionalistas han sido no violentas. Y ahora, al fin, ni siquiera ETA apuesta por dicha vía. Respecto a si hay presos por ideología…  Técnicamente, no sé si ese término es el correcto, la verdad. Pero sí hay muchos presos (el propio Asier entre ellos, o también Arnaldo Otegi, por citar al más conocido) que lo están por haber realizado actividades exclusivamente políticas. Y a día de hoy hay pendientes aún multitud de causas abiertas contra personas y grupos que han realizado actividades políticas, que gusten o no, son –insisto-, únicamente políticas. No se persigue tanto la ideología como el proyecto que se defiende o por el que se trabaja. La excusa para encarcelarlos es la existencia de ETA; se les acusa de pertenecer o trabajar para ella, y a partir de ahí, ancha es Castilla. Con una opinión pública española que, alentada por los grandes medios de comunicación, aplaude mayoritariamente las muestras de mano dura por parte del Gobierno de turno contra lo que denominan “los tentáculos de ETA” (y donde cabe lo que a ellos les conviene en cada momento), nadie protesta ni se lleva las manos a la cabeza. Salvo en Euskal Herria, donde este tipo de políticas se ven cada vez con mayor rechazo, pues son percibidas como un torpedeo al proceso de paz. Y la gente quiere pasos hacia delante, está harta. Yo estoy hasta las mismísimas natrices de repetir lo mismo en todas las entrevistas, porque veo que va a saco roto. Aquí, en Madrid, en mi querida ciudad, a la mayoría de la gente le importa un rábano que mi amigo Asier esté en la cárcel por realizar una labor en pro del proceso de paz (aunque explicar las razones políticas subyacentes es más complejo). Sí, él perteneció a ETA hace más de una década. Pero ahora su apuesta por emplear cauces democráticos es absolutamente firme. Cuando cuento la razón por la que está encarcelado, percibo que no me creen, incluso algunos de mis amigos me escuchan con desconfianza. Tampoco les importa que, de manera arbitraria y cruel, la familia de Asier tenga que recorrer mil kilómetros (500 de ida y otros tantos de vuelta) para visitarlo, arriesgándose cada fin de semana en la carretera e imposibilitando una vida medianamente normal. Cuando Asier estuvo encerrado en París, su tía abuela no pudo visitarlo en ocho largos años, porque era demasiado anciana para recorrer una distancia semejante. Y así, cientos de familias vascas (muchas de ellas con el familiar preso aún más lejos que Asier, en Andalucía o Canarias). Ni los grandes medios españoles, ni los medianos; ni los grandes partidos, ni los medianos, se mojan sobre esta situación. Es desesperante.

¿Ha visto Asier el documental? ¿Crees que habrá segunda parte o ya has dicho lo que tenías que decir?

A. M.: Sí, Asier pudo ver la película antes de ser encarcelado de nuevo. Para él ha sido un proceso muy, muy difícil. Precisamente porque la película no es un retrato complaciente, y porque las situaciones que se muestran son tan comprometedoras, además tratándose de un tema tan delicado que no solo le afecta a él, sino a toda su familia y allegados. Poco después del estreno, en la primera visita que le hice a la cárcel de Aranjuez en la que está encerrado, se lo comenté medio en broma y me contestó que no se volvería a embarcar en algo así de nuevo ni por todo el oro del mundo.

Participas en una obra clave dentro del llamado, bien o mal, “teatro gay” de hoy. “Smiley, otra historia de amor”. ¿Cómo es el trío formado por Merino, Pujol y Clua?  ¿Conocías la labor del actor al que sustituyes? Está visto que estás dispuesto a llegar al público por encima de prejuicios todavía vigentes.

A. M.: Está siendo una experiencia maravillosa. Después de dirigir la peli, este personaje me ha caído como un auténtico regalo del cielo. Es una obra inteligente, tierna, y muy, muy divertida, tanto para el público como para quienes la representamos. Pero te diría que en realidad, “Smiley” no es una obra de “teatro gay”, sino simplemente una historia de amor entre dos personas… que resultan ser del mismo sexo, en este caso, dos hombres. No hay ningún énfasis en ello, y ahí radica, en parte, el enorme éxito que está teniendo. El público que abarrota la sala cada fin de semana está compuesto por personas de lo más variopintas, y se ríen y emocionan por igual, independientemente de su condición sexual. Ya en Barcelona fue un exitazo. Allí mi personaje (Bruno) lo interpretaba Albert Triola, y ganó un Premio Butaca por su gran trabajo. Bueno, ahora que me doy cuenta, he dicho “mi” personaje, jajaja, pero ya ves, también lo fue “suyo”. Digamos pues, mejor, que Bruno se ha encarnado en mí. En fin, ningún personaje pertenece a ningún actor. ¿Cuántos han interpretado a Hamlet? Y cada uno de forma distinta y genuina, seguro. Pero Hamlet es siempre Hamlet. En cuanto a Guillem Clua, no solo es un gran autor. También es un director increíble, inteligentísimo. Y Ramón Puyol, que interpreta a Alex, un actorazo y un compañero generoso y paciente (¡porque hay que serlo para aguantarme)! Quisiera mencionar también a Nicolás Belmonte, nuestro productor, que ha hecho una apuesta muy fuerte para que podamos disfrutar de este proyecto en el teatro Maravillas de Madrid. Igual que el cine, el teatro es un trabajo de equipo. Y nosotros lo estamos disfrutando como locos. Definitivamente, soy una persona con muchísima suerte.


Esta entrevista se publicó en NR el 1/7/2017.

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