Economía | Que no te engañen con la desigualdad: ¡el emperador está desnudo!

Por Jaime Nieto | Ilustración de El Último Mono

Como es conocido, España lidera todos los rankings de desigualdad de la Unión Europea. Los cuadros y gráficas que ilustran el crecimiento de la desigualdad o la desigualdad comparada entre países abruman casi a diario. El último de los que me he encontrado últimamente (adjunto debajo) refleja dos formas de medir la desigualdad de la renta. En primer lugar, indica cómo ha caído la media de los ingresos del trabajo entre 07-14 (columna “mean”) lo que ya es un indicativo del aumento de la desigualdad. En un país, durante un año se generan dos tipos de rentas: del trabajo y del capital (rentas de alquileres, dividendos por acciones en una empresa, intereses percibidos por tener un depósito, etc.) y los salarios siguen perdiendo peso. Pero también señala cómo dentro de los salarios, sufren más los bajos que los altos (10% inferior y superior). España, asimismo, se revela como un alumno aventajado en esto de hacer más pobres a los pobres.

Jan Zilinsky. http://janzilinsky.com/an-unequal-recovery/

Medir la desigualdad es un trabajo que se puede realizar de diversas formas, pero para que la información sea útil, el denominador común debe ser la renta, no el patrimonio (riqueza). Invertir estos términos tan solo persigue un objetivo: negar la existencia de la desigualdad. En tanto que la desigualdad es un fenómeno especialmente ligado a la economía de mercado, think tanks (como el Instituto Juan de Mariana) y gurús neoliberales como Juan Ramón Rallo, dedican todos sus esfuerzos a demostrar, estrujando la realidad, que la desigualdad no existe. La lógica es sencilla: si no existe, no es necesario llevar a cabo políticas para reducirla. Es importante desmontar estas teorías tóxicas que niegan la evidencia de una desigualdad creciente que, además de injusta, lastra la economía.

  • La riqueza es una manifestación indirecta de la renta.

La riqueza no es otra cosa que las rentas pasadas capitalizadas. Es decir: para adquirir patrimonio (un inmueble, un bien de consumo duradero como un coche, un depósito bancario, acciones, bonos del Estado, etc.) es necesario haber generado rentas en el pasado. De hecho, de tu nivel de renta depende que puedas adquirir patrimonio de mayor o menor rentabilidad. Así, las rentas más bajas suelen tener que conformarse con formas de capital muy poco rentables como cuentas corrientes, depósitos u otros activos de renta fija como bonos del Estado. Mientras, las personas de rentas más altas pueden acceder a activos de alto rendimiento –pues tienen mayor capacidad para asumir el riesgo- como acciones, bonos de empresas, activos de fondos de inversión, etc. Sirva un ejemplo para ilustrarlo. María lleva trabajando desde los 16 años con sueldos en torno a los 1.000€ y ha logrado ahorrar 20.000€ con los que abre un depósito en su banco, que le ofrece una rentabilidad del 1%. Por otro lado, Ana, nacida en una familia de clase alta que no ha necesitado trabajar para pagar sus estudios, invierte 20.000€ en un fondo de inversión que le ofrece una rentabilidad del 8%. Midiendo la desigualdad en términos de riqueza, Ana y María no presentarían ninguna diferencia (ya que ambas tienen activos por valor de 20.000€) pero la realidad es bien distinta. María, al proceder de un contexto de rentas bajas, solo puede permitirse activos de bajo rendimiento que a su vez le generarán menores rentas en el futuro que a Ana (1% frente al 8%). La medición en función de la riqueza esconde las desigualdades reales.

  • Mi casa no se vende.

La gran trampa de la desigualdad de riqueza la da el patrimonio inmobiliario. En efecto, estas mediciones incluyen el valor de la residencia habitual de las personas. Esto tiene dos problemas. En primer lugar, en ocasiones no se tiene en cuenta la riqueza neta, es decir: una vez descontada la deuda. De tenerse en cuenta la riqueza neta, las viviendas contabilizarían según su valor menos el valor de la hipoteca contraída. Pero en ocasiones, este elemento contable básico se elude. En segundo lugar, volvamos con María y Ana. María, tras unos años, logra adquirir una vivienda por valor de 125.000€ (supongamos que no hay hipoteca pero, sin duda, la tendría). De la evolución de los precios inmobiliarios dependerá que María gane o pierda dinero cuando la venda para obtener una nueva casa. Ana, sin embargo, adquiere una vivienda por 125.000€ y la pone en alquiler, obteniendo rentas de ella. De nuevo, María y Ana son iguales desde el punto de vista de la riqueza. Esta es la razón por la que en estudios comparados de desigualdad de riqueza, España (con preferencia por la compra) no salga tan mal parada con otros países europeos (con preferencia por el alquiler). La realidad es bien distinta: la primera vivienda es un patrimonio no especulativo y que no genera rentas del que debe descontarse la hipoteca.

  • Capital humano.

La última vuelta de tuerca de estos gurús es que no solo debería medirse la desigualdad a través de la riqueza, sino que habría que añadir conceptos como el capital humano. En primer lugar, el capital humano no puede medirse en términos monetarios si no es a través de las rentas asociadas a alcanzar un determinado nivel de estudios. Entonces, ¿para qué realizar una estimación de la renta que se puede obtener para cada nivel de estudios en vez de medir la desigualdad directamente a través de la renta? En segundo lugar, el capital humano, ni siquiera puede venderse, condición necesaria de todo patrimonio para que lo sea. Hasta la primera vivienda tiene esa capacidad, pero en el caso del capital humano simplemente es imposible.

En definitiva, la medición de la desigualdad a través de la renta ofrece una visión directa de la desigualdad. Medirla a través de la riqueza es una distracción, manifestación indirecta de aquella, que tan solo contribuye a reducir sobre el papel el problema de la desigualdad. En cualquier caso, el problema es de fondo. Desde este tipo de corrientes se niega la mayor, que la desigualdad sea un problema en absoluto, falacia que discutiremos en otro momento. Por más que se empeñen en decir que el traje que le han hecho al emperador es invisible, el emperador está desnudo.

 

2 Comments

  1. Estimado articulista, no trate de enderezar un entuerto, en vez de perder tiempo tratando de aclarar los argumentos bipolares de los neoliberales y sus amigos. Pongamos a trabajar en algo nuevo. Y déjelos a ellos con su pasado.

  2. Perdone que se lo diga, pero se ha hecho Vd la picha un lío en el ejemplo de las viviendas, dado que si una la pone en alquiler, y la otra calcula beneficios o pérdidas a según del valor cuando la venda para adquirir otra vivienda, ambas están sujetas a ese «valor especulativo» que maliciosamente le atribuye tan solo a quien la pone en alquiler. Pero además confunde el término, dado que, como economista que dice ser, debería saber diferenciar entre inversión y especulación: si compro una vivienda con el objetivo de ponerla en alquiler, no estoy especulando, sino haciendo una inversión, mientras que en el caso de efectuar la compra con el objetivo de vender sí estaría especulando, con el riesgo de que me pueda salir rana, que también puede suceder.
    Le pongo otro ejemplo:
    En un edificio hay dos locales comerciales de similares características y precios. Yo compro uno de ellos, lo acondiciono como cafetería y la alquilo, recibiendo por ello una renta. Vd compra el otro local, no hace nada, espera a ver si mi local funciona, que los precios suban, su local se revalorice para luego venderlo y así odtener su plusvalía, ¿quién de los dos es el especulador? Y eso partiendo de la base de que ambos somos inversores, y que la especulación no es ni buena ni mala dentro de las reglas de juego.
    Espero contestación.

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