Ecología | Día de la Tierra

El Día de la Tierra no es como el Día de la Madre (la biológica). No es un día de celebración,  sino de reflexión sobre nuestra relación con la Naturaleza y los problemas ambientales a los que le obligamos a enfrentarse. Habitualmente estos problemas (deforestación, sobrepoblación, pérdida de biodiversidad, cambio climático…) no suelen parecernos relevantes hasta que experimentamos un efecto directo y devastador sobre nuestras vidas, como pueden ser las consecuencias de incendios forestales catastróficos, la violencia de fenómenos meteorológicos extraordinarios o la prolongación de la sequía. Basta con echar un vistazo a nuestro alrededor para detectar las señales, naturales y socioeconómicas, que nos advierten de la falta de equilibrio en la relación hombre-medio. Esos desórdenes no hacen más que indicarnos que nuestra Madre está gravemente enferma y que precisa de una urgente regeneración y restablecimiento de su salud.

Fotografía de O meu ollo de Vidro

Al afrontarla, la incertidumbre implícita en la problemática ambiental puede llegar a ruborizarnos y a superarnos. Pero si lo simplificamos, se trata únicamente de la consecución del equilibrio en nuestra relación con el medio. El concepto de desarrollo sostenible fue descrito en 1987 en el Informe de la Comisión de Bruntland como “un desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades”. El objetivo del desarrollo sostenible es la búsqueda de ese equilibrio entre sociedad, cultura, economía y medio ambiente y la consideración de que esa relación hombre-medio implica una interacción recíproca.

El principal inconveniente es que vivimos en una sociedad globalizada que limita el valor de los recursos naturales al valor que estos tienen en las actividades que generan beneficio económico. No logramos comprender que tienen funciones sociales y ambientales con un valor mucho mayor del que poseen sus funciones económicas. De ahí la trascendencia de la concienciación en una sociedad a la que preocupa principalmente la dimensión económica. Debemos dejar de infravalorar estos recursos y alejarnos del concepto clásico de coste-beneficio a la hora de gestionarlos. No basta con buscar soluciones a nivel local o estatal, sino que se trata de abrir el espectro a un problema de alcance planetario (en el sentido más literal). Es imperativo estructurar un nuevo modelo de sociedad que combine conciencia y legislación para aceptar la existencia de límites físicos y la imposibilidad de crecimiento infinito así como su responsabilidad en la transformación del medio que le rodea.

¿Qué podemos aportar como individuos?

Al tratarse de un problema de dimensiones globales solemos asociar las soluciones únicamente al establecimiento de leyes reguladoras y acuerdos por parte de los estados, rechazando cualquier tipo de responsabilidad personal en el asunto. Pero como individuos podemos realizar pequeños cambios en nuestra vida diaria que cobran una importancia fundamental al extrapolarlos al conjunto de la sociedad.

Consumo responsable. Nuestros hábitos de consumo son excesivos y están completamente desvinculados de nuestras necesidades reales. Por eso, cuando vayamos a hacer cualquier tipo de compra, debemos preguntarnos si de verdad lo necesitamos, si sería suficiente con alquilarlo o comprarlo de segunda mano o si existen alternativas a ese producto que sean más sostenibles.

Reducción de residuos. La generación de residuos cada vez es mayor y la capacidad del planeta para asimilarlos disminuye. Naciones Unidas estima que cada milla cuadrada del océano contiene un promedio de 46.000 pedazos de plástico flotantes y la Agencia Europea del Medio Ambiente estima que una tercera parte de los alimentos que se producen en el mundo se desperdician. Podemos reducir los residuos urbanos que producimos con hábitos tan sencillos como comprar a granel, consumir en empresas sostenibles (ultramarinos, tiendas de barrio), reciclar y reutilizar o elaborar nuestros propios productos (como pueden ser los productos de limpieza).

Ahorro de energía. El uso de la electricidad es fundamental en la mayor parte de nuestras actividades diarias pero debemos considerar que implica, en su mayor parte, el uso de combustibles fósiles, causando un importante impacto en el medio ambiente. El ahorro y el uso eficiente de energía no conllevan una pérdida de bienestar. Entre las recomendaciones más habituales se encuentran:

  • Aprovechar al máximo la luz natural.
  • Apagar dispositivos, luces y enchufes cuando no se están utilizando.
  • Usar bombillas de bajo consumo.
  • Utilizar transporte público siempre que sea posible.
  • Uso de electrodomésticos de bajo consumo.
  • Emplear termostatos reguladores de temperatura en calefacción y aire acondicionado.
  • Sustituir baño por ducha rápida y cerrar grifos.
  • Utilizar dispositivos de ahorro en grifos y cisternas.

En definitiva, debemos comprender que nuestra relación con el medio ambiente es un proceso de acción-interacción en el que nuestros actos tienen consecuencias a veces irreversibles. Por eso es tan necesario el día de hoy: para poner en evidencia un problema que necesita nuestra implicación diaria para ser solucionado.

 “La Madre Tierra militarizada, cercada, envenenada, donde se violan sistemáticamente los derechos elementales, nos exige actuar. Construyamos entonces sociedades capaces de coexistir de manera justa, digna y por la vida.”

Berta Cáceres, al recibir el Premio Ambiental Goldman en 2015

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