Dios salve a América

Por Daniel Seijo @SeijoDani | Ilustración de ElKoko @Elkokoparrilla y ElPetardo @petardohuelva 

Nadie en su sano juicio votaría a Trump y tan solo un loco podría alegrarse de que Hillary Clinton llegase a ser presidenta. Con ésta disyuntiva las elecciones presidenciales de Estados Unidos se acercan a sus horas decisivas, dejando tras de si una campaña realmente pobre, en donde las propuestas políticas de ambos candidatos, brillaron en mucha menor medida que las descalificaciones o los escándalos personales que han ocupado gran parte del debate y muy probablemente, han terminado convirtiendo a la democracia estadounidense, en el show político más caro del mundo, con un desembolso en campaña, cercano a los 2.651 millones de dólares

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Tras los fuegos de artificio y el sin fin de actos públicos repletos de celebridades de los últimos meses, el próximo martes, los americanos deben elegir a su próximo presidente entre un promotor, empresario y showman con claros tintes fascistas o una exsecretaria de estado y exprimera dama, cuya mayor baza para convencer al ciudadano medio, sigue siendo la de suponer la única alternativa viable, ante el desastre más absoluto encarnado en la posible presidencia de Donald Trump.

Atrás quedan ya los tiempos en los que Bill y Trump compartían partidas de golf, las donaciones del magnate a los intereses de las campañas de los Clinton o los actos del empresario a los que los Clinton asistían dócilmente, porque como el propio Trump declaraba: “Cuando llaman, les doy, ¿y sabe qué? Cuando necesito algo de ellos, les llamo”

El mismo Trump que se resistía a pagar impuestos, el tipo racista, sexista y prepotente que hoy tanto critican desde el partido Demócrata, dono dinero a la fundación Clinton y ellos lo aceptaron. Lo único que quisieron ver entonces del magnate, fueron sus dólares y precisamente esa docilidad con el establishmenthace que promesas estrella en la campaña de Hillary, como la de no crear más impuestos para familias que ganan menos de $250,000 al año, la lucha contra los paraísos fiscales, el subir el sueldo mínimo nacional a 15 dólares por hora o ampliar las subvenciones educativas a bajo interés, caigan en saco roto ante un trabajador norteamericano,  ya demasiado habituado a ver como quienes dicen defender a la clase trabajadora de sus país, entregan el mismo a las manos del neoliberalismo más recalcitrante que ha terminado por arruinarlos.

Sin duda, Trump supone una amenaza directa para la libertad de prensa, para la libertad de las mujeres, para cualquier minoría en territorio norteamericano y puede que incluso supongo una amenaza directa para el propio planeta, pero para millones de estadounidenses, Trump también supone la última esperanza para recuperar sus vidas. Hablamos de estados como Michigan, Ohio, Pensilvania o Wisconsin que dibujan el cinturón industrial de EEUU, en donde el hartazgo con un partido Demócrata por el que se sienten traicionados, puede finalmente dar la victoria a un Trump que curiosamente sobreviviría en la vieja America fabril; atrayendo especialmente el voto de la vieja clase obrera blanca, mientras que su rival Hillary Clinton, debería confiar sus oportunidades al voto del miedo y el de la alta burguesía de su país.

Se enfrentan Hillary Clinton y el partido Demócrata a sus propios demonios, surgidos tras décadas de políticas liberales pactadas con los propios republicanos y especulación financiera sin límites que han transformado a los Estados Unidos, en uno de los países en los que más ha aumentado la desigualdadLa propia Clinton y su partido, han hecho posible que Trump llegue a ser el candidato que hoy es para su país. Hillary y los suyos, no dudaron en ningún momento en utilizar todos lo medios posibles, incluso la conspiración, para evitar que una alternativa de izquierdas pudiese convertirse en una realidad en el partido Demócrata. Jugaron sucio contra Bernie Sanders y lo hicieron para intentar absorber a una disidencia interna, la del movimiento Occupy Wall Street  que suponía una amenaza mucho mayor para el establishment de lo que sin duda, y pese a lo que pueda penar el ciudadano americano, puede llegar a representar Trump.

Que desde la izquierda se llegase a hablar incluso de galimatías psicológicos para intentar explicar el atractivo de Trump ante sus votantes, supone tan solo una clara muestra más de que muchos en el partido demócrata han traicionado a los suyos y sin embargo, parecen seguir negándose a reconocerlo.

Y mientras en el mal llamado mundo libre, muchos nos debatimos entre dos males, en países como UcraniaSiria o Yemen miran al próximo residente de la Casa Blanca, con la triste perspectiva de quién sabe que gane Trump o gane Hillary, seguirán  los drones sembrando muerte en sus países, la financiación a fundamentalistas de todo tipo y las escuchas e injerencias sobre países soberanos que nada parecen deber a los Estados Unidos. Hace ya demasiado tiempo que la política estadounidense sigue su propia inercia demasiado alejada del pueblo y en gran parte también de sus candidatos. Pero si bien en ésta enorme distopía ante la que nos encontramos, uno parece ya no poder exigirle el fin de la muerte a la presidencia norteamericana, al menos si debiera poder pedirle que no disfrutase con ella. En ningún caso debiera de suponer una victoria de Hillary Clinton, la vuelta al silencio que trajo Obama tras el No a la Guerra de Bush, pese a la triste trayectoria del todavía presidente demócrata. Después de todo, no deberíamos olvidar el papel de la exsecretaria de estado en Libia.

Llegamos al final de la carrera presidencial en el mayor imperio de la tierra, con la extraña sensación de que durante los próximos cuatro años nada bueno puede salir de sus entrañas. Una lúgubre perspectiva la estadounidense que puede que nos anuncie desde ya, que en nuestro planeta, también se busca nuevo liderazgo.

“La nación que destruye su suelo, se destruye a sí misma”.

Franklin D. Roosevelt

3 Comments

  1. Como bien escribes bien poca diferencia hay entre demócratas y republicanos igual que en este nuestro país hay entre socialistas y ppfranquistas por eso en los dos países luchan contra el verdadero cambio político

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