Derechos | Humillación viral

Por Guillermo Rodríguez

Imagina que un día te grabas haciendo el tonto. Imagina que, sin tu permiso, el vídeo acaba subido a internet. Imagina que miles de personas lo ven y envían miles de comentarios burlándose de ti. Imagina que no puedes ni salir a la calle porque todo el mundo te reconoce. Imagina que caes en una depresión. Imagina que tienes que abandonar los estudios.

Deja de imaginar. La historieta que acabo de contarte es muy parecida a la del llamado Star Wars Kid. Un adolescente canadiense que en 2003 se grabó imitando los movimientos de Darth Maul (uno de los protagonistas de la Guerra de las Galaxias), usando un palo de escoba a modo de espada láser. Un compañero descubrió el vídeo y empezó a mostrárselo a la gente. Después alguien lo subió a Internet y corrió como la pólvora, dando lugar a uno de los primeros fenómenos virales de internet.

Quizás tú también te reíste con el vídeo y los originales montajes que se hicieron a su alrededor. Quien no lo pasó tan bien fue el protagonista, porque es verdad que sufrió una severa depresión que le llevó a dejar el instituto. Por suerte la historia termina bien, con el chico rehaciendo su vida y consiguiendo que quienes habían difundido el video sin su permiso le indemnizaran.

Redes sociales y humillación publica

El de Star Wars Kid es uno de los casos más conocidos, pero no el único. Los sucesos similares se han disparado con el boom de las redes sociales. Parece que, igual que si en el instituto teníamos al “empollón”, al “mariquita” o a “la gorda”, en Internet también necesitamos a alguien de quien reírnos.

 A la hora de escribir estas líneas la última sensación en Twitter es una joven de Nueva Orleans que se hizo un selfie para lucir su vestido nuevo. El desorden de su habitación llamó la atención de los tuiteros, que no tardaron en inundar la cuenta de la chica con sus críticas.

Una inocente foto convertida en blanco del afilado colmillo de los internautas. Ridículo y desproporcionado, pero así funcionan las cosas en la era 2.0.

Cualquier video o imagen subida a la Red (con o sin permiso) puede convertir a un ciudadano anónimo en el nuevo hazmerreir mundial. Y si ya es desagradable que alguien te humille imagínate que millones de personas se rían de ti. Las consecuencias pueden ser desastrosas. Pienso en T. C., una napolitana de 31 años que se suicidó el año pasado, harta de burlas e insultos después de que su ex difundiera un video suyo con contenido sexual; o en Amanda Todd, suicidada en 2012 tras el bullying sufrido por el acoso tras la propagación incontrolada de imágenes también con contenido sexual. Tenía 15 años.

He seleccionado unos pocos casos, pero la lista es cada vez más grande. Hay quienes ya hablan de una “cultura de la humillación”. ¿A qué se debe este fenómeno? Según los expertos, la humillación pública en internet viene promovida por la sensación de anonimato de los agresores, la identificación con la masa que acosa y la falta de empatía.

Precisamente la falta de empatía es el principal problema. En internet no somos conscientes del daño que hacemos a una persona, no vemos como le afectan nuestras palabras. Ojos que no ven, corazón que no siente, dicen. Pero para quien sufre las burlas, un comentario en Facebook puede ser tan hiriente como un insulto en persona.

¿Cómo actuar ante el bullying en las Redes Sociales?

La responsabilidad del acoso en las redes es triple: usuarios, redes y medios tenemos la culpa. Los usuarios por difundir ese tipo de contenidos, las redes por no perseguirlos eficazmente (el propio jefe de Twitter, Dick Costolo, dijo “apestamos en nuestra forma de afrontar los abusos y hemos apestado durante años») y los medios por alimentar el morbo.

No hay un perfil característico de la víctima de humillaciones virales, lo que significa que nadie está a salvo. Aunque las estadísticas muestran que el fenómeno se ceba más con las mujeres, quienes sufren el 72,5% de los casos de ciberacoso según la organización Trabajando para Detener el Abuso Online (WHOA, por sus siglas en inglés).

Hay que ser conscientes de que en internet perdemos en gran medida el control sobre nuestra imagen. Tu exposición aumenta cuando creas una cuenta en Facebook, Twitter o cualquier otra red social. Por eso es importante que conozcas las opciones de privacidad de estos sitios y las configures para que lo que compartas sea visto solo por quien tú quieras.

Si eres víctima de un episodio de humillación pública, desaparece de las redes hasta que pase la tormenta y luego intenta limpiar los restos. Recientemente Google ha habilitado un formulario para solicitar el derecho al olvido, es decir, pedir que desaparezcan del buscador los resultados con información dañina sobre tu persona. Puedes usarlo para que un contenido no te siga perjudicando en el futuro.

Pero no debemos actuar solo para protegernos a nosotros mismos. Combatir este problema también es responsabilidad tuya y mía. No compartas videos, montajes o publicaciones que puedan ser denigrantes para alguien; denuncia ese tipo de contenidos allá donde los encuentres (todas las redes sociales ofrecen opciones para denunciar publicaciones), y conciencia a tus amigos sobre lo poco gracioso que es humillar a una persona.

Mi norma ética favorita dice: “trata a los demás como te gustaría que los demás te tratasen a ti”. Así que antes de juzgar o reírte de alguien en las redes sociales, piensa que podrías ser tú. Quizás entonces hagamos de internet un sitio más humano.

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