Cultura | Proteccionismo en la España del XIX

Por Eduardo Montagut

El proteccionismo es la teoría y práctica económica que defiende que la producción nacional es prioritaria frente a la de otros países, para lo cual deben establecerse aranceles aduaneros que dificulten la entrada de productos foráneos, con el fin de que no sean competitivos, y/o la prohibición de importar determinados artículos. El mercantilismo planteó el proteccionismo como uno de los principales medios para evitar la salida de metales preciosos en la época preindustrial. En el siglo XIX, el proteccionismo fue seguido por algunos países que comenzaban su industrialización con el fin de evitar la competencia de la industria británica, como ocurrió en Francia o con el Zollverein alemán, defensor del libre comercio interior pero que estableció una barrera aduanera frente a la competencia exterior, especialmente británica. En España fue la política seguida en casi todo el siglo XIX, con algunas excepciones y matices, como en el primer liberalismo en las Cortes de Cádiz, ya que se establecieron medidas librecambistas, motivadas, en gran medida, por las exigencias de las colonias americanas opuestas al monopolio comercial de la metrópoli.

En 1826 se promulgó el Real Arancel General de entrada de frutos, géneros y efectos del extranjero, que establecía la prohibición expresa de entrada de más de seiscientos productos y el derecho diferencial de bandera. El proteccionismo comenzó a ser defendido ya con fuerza en estos primeros momentos por los industriales catalanes para preservar sus productos textiles de la competencia inglesa. Después de la pérdida de casi todas las colonias se estableció que Cuba y Puerto quedarían como monopolio exclusivo de los productos agrícolas e industriales peninsulares. El proteccionismo siguió siendo la política seguida a la muerte de Fernando VII hasta la Regencia de Espartero, ya que, este político y militar cercano a Gran Bretaña, estableció el Arancel de 1841 que redujo considerablemente el número de artículos que no se podían importar. En otro sentido, se incorporó al País Vasco al sistema aduanero español, coincidiendo con la derrota carlista. La relajación del proteccionismo provocó el enfrentamiento de los catalanes, y la otra medida, la protesta de los vascos.

La reforma hacendística de Mon-Santillán de 1845 y el Arancel de 1849 introdujeron algunos matices librecambistas, aunque, a partir de entonces se dieron continuas modificaciones de tarifas aduaneras en distinto sentido. Los matices librecambistas estaban motivados por la necesidad de importar tecnología y bienes de equipo para la construcción del ferrocarril, y eran defendidos también por los comerciantes, mientras que los cambios en sentido proteccionista se debían, en gran medida, a la presión de los industriales catalanes, fuertemente organizados en torno al Instituto Industrial de Cataluña.

El Arancel Figuerola de 1869 se inclinó más claramente hacia el librecambismo porque suprimía el derecho diferencial de bandera, establecía un programa gradual de reducción de tarifas sobre los productos importados y no prohibía la importación de ningún producto. En todo caso, conviene relativizar el carácter librecambista de este Arancel, debido al ministro Laureano Figuerola al poco de triunfar la Revolución Gloriosa. Ciertamente lo fue, pero si lo comparamos con los anteriores y los posteriores.

Pero en la época de la Restauración la política económica volvió a tener un marcado carácter proteccionista, como se comprueba en el Arancel de 1891. Cánovas proclamó que el proteccionismo era un dogma fundamental del Partido Conservador. El proteccionismo debía contentar a tres pilares fundamentales del sistema político liberal-conservador: los industriales catalanes, los grandes propietarios cerealistas castellanos y los empresarios siderúrgicos vascos.

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