Cultura | La mujer en el pensamiento de la izquierda no marxista

Por Eduardo Montagut

En este breve artículo estudiamos las distintas corrientes no marxistas en la izquierda en el siglo XIX en relación con la mujer.
El socialismo utópico comenzó a interesarse por las mujeres, al reconocer la necesidad de la independencia económica de las mismas como factor fundamental. Pero, por otro lado, los socialistas utópicos no fueron especialmente críticos con la división sexual del trabajo. En todo caso, su preocupación por la sujeción de las mujeres tuvo un gran impacto en su momento. Fourier llegó a decir que la situación de las mujeres era un indicador clave a la hora de conocer el nivel de progreso y civilización de una sociedad. Otro aspecto que trató el socialismo utópico fue su crítica al celibato y al matrimonio indisoluble como instituciones represoras y causa de injusticias e infelicidades.
Flora Tristán dedicó en su obra Unión Obrera (1843) un capítulo a estudiar la situación de las mujeres. La autora mantenía la idea de que todas las desgracias del mundo provenían del olvido y del desprecio que habían sufrido los derechos naturales e imprescriptibles de la mujer. Flora Tristán defendió la importancia de la educación de las mujeres para el progreso de las clases trabajadoras por su influencia sobre los hombres como madres, hijas y esposas.


Por su parte, el anarquismo no precisó teóricamente la cuestión de la igualdad entre los sexos. Proudhon mantuvo una postura antigualitaria al defender la idea de que no contemplaba el destino de la mujer fuera de la familia y el hogar. Pero también es cierto que el anarquismo contó siempre con numerosas mujeres y hombres que lucharon por la igualdad. Una de las ideas claves que guiaron a muchas anarquistas, fruto del acusado individualismo del anarquismo, fue que las mujeres se liberarían gracias a su propia fuerza y esfuerzo individual. De poco valdría el acceso al trabajo asalariado si las mujeres no eran capaces de vencer el peso de la ideología tradicional en su interior. Así pues, se puso el énfasis en vivir de acuerdo con las propias convicciones. Las anarquistas propiciaron verdaderas revoluciones en la vida cotidiana propugnando que las mujeres fueran libres. La libertad debía regir la relación entre los sexos. Su rebelión contra el Estado, la Iglesia y la autoridad llevó a las anarquistas a no dar ninguna importancia a la lucha por el voto de las sufragistas, pero también a criticar con dureza la intervención del Estado en la procreación, la educación y cuidado de los hijos, defendida por el marxismo.

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