Cuando mi padre leía «El País»

Por Manuel Tirado. Montaje de Bezerradas Nocturnas

Hoy en día es muy difícil discernir la verdad a través de los medios de comunicación tradicionales. Desgraciadamente los reductos donde la información y la opinión son libres y no están condicionadas por grupos de poder son ínfimos. Con este panorama, la ciudadanía se encuentra perdida entre la gran cantidad de adoctrinamiento que nos hacen “mamar” desde los medios tradicionales y apegados al poder.

Pero la manipulación informativa que sufrimos hoy en día, en algunos casos, puede volverse contra ella misma. Os voy a contar una historia para que me podáis entender mejor.

Mi padre, un trabajador del metal, que como saben fue un sector muy importante de la lucha obrera en los primeros años de la “Santa Transición”, allá por los ochenta, llegaba a la playa en esos domingos de tortilla de patatas y pechugas empanadas en el maravilloso litoral onubense y abría el ‘El País’ bajo la sombrilla y se sentía orgulloso de reconocerse en un periódico con el que se sentía identificado porque contaba “su verdad”, porque hablaba de “su lucha”. Una lucha de mejores salarios y de dignificación de la clase obrera.

La historia de mi padre es la de miles de españoles, gente de izquierda que nunca pensaron que su periódico se iba a vender al poderoso caballero y sobre todo que el partido por el que se habían dejado la piel, el PSOE, que consideraban suyo, como parte de su familia, dejó de representarles.

Cuando a nuestro lado se ponía un señor leyendo el ABC, con un puro humeante en la boca y bañador con el cocodrilo de ‘Lacoste’ estampado en su pierna derecha, me decía: “Manolillo. Este no es de los nuestros. Este es de los que mandan, de los que manejan el cotarro, de los que seguro tendrán un chalet a pie de playa conseguido a base de explotar al trabajador”. Quizá la frase de mi padre era un tanto exagerada. Pero ahora, con la distancia del tiempo, me he dado cuenta de que allá por los años ochenta, llevar un periódico u otro bajo el brazo, te definía ideológicamente y tenías la sensación de pertenecer a una clase social, a una parte de la sociedad de izquierdas y progresista que había luchado en los tajos y en las calles porque las cosas en este país cambiaran, muchas veces a golpe de porra de los grises.

Como pueden imaginar mi padre era socialista hasta la médula. Mi padre era de esos socialistas que defendían el estado del bienestar a muerte, adalides del progresismo y de la lucha sindical, de los admiradores de Felipe González y de los que idolatraban a Alfonso Guerra como si fuese un gurú que cada vez que abría la boca se separaban los mares y brotaba maná de las piedras secas. Mi padre era un obrero que casi sin recibir educación ninguna se leía ‘El País’ todos los domingos como si fuese La Biblia.

Como todo ortodoxo de una religión, a mi padre le costó mucho trabajo reconocer que su Dios no era el verdadero y que la prensa en la que había confiado, ahora lo traicionaba y se ponía del lado del enemigo. Una prensa y un partido, el PSOE, que se aliaban con la derecha y un periódico, como ‘El País’, que ya no hablaba de “sus cosas” y en el que ya no se reconocía. Silenciosamente dejó de llevarlo bajo el brazo y ahora los domingos a la playa prefiere leer el Marca.

La historia de mi padre es la de miles de españoles, gente de izquierda que nunca pensaron que su periódico se iba a vender al poderoso caballero y sobre todo que el partido por el que se habían dejado la piel, el PSOE, que consideraban suyo, como parte de su familia, dejó de representarles.

Mi padre no tiene “Facebook”, ni “Twitter”, ni campea por las redes sociales. Ya jubilado va al hogar del pensionista de mi pueblo y trata de informarse lo mejor que puede, pero eso sí, se negó hace mucho tiempo a abrir ‘El País’ porque se siente defraudado por su línea editorial y por su discurso. Ustedes lo saben, no hay peor sentimiento que la decepción y la frustración.

El colmo, me dijo mi padre, fue cuando escuchó a Cebrián, el que dirigía el cotarro, en una entrevista para ‘El Mundo’, decir sin pudor alguno, que lo que ha hecho la Ley de Memoria Histórica en este país es generar “conflictos y problemas”. Mi padre en seguida se puso a pensar en amigos suyos cuyos padres y abuelos estaban enterrados en cunetas, gente de la UGT y del PSOE que habían dado su vida por la libertad, por la República y le entró un “retortijón” en el cuerpo – como se dice por aquí abajo- que para qué os voy a contar.

Eso nunca se lo perdonará mi padre a ‘El País’, al que era “su periódico”. Eso y haberse convertido en un medio más de la máquina de fango que hace que la información en este trozo de planeta sea cada vez más sectaria y que sólo entienda de una cosa: de dinero y de defender a los que, como decía mi padre, “manejan el cotarro a su antojo”.

A veces me reconoce, mientras estamos tomando un tinto de verano bajo la sombrilla en cualquier playa de Huelva, que echa de menos a los suyos. Echa de menos que la prensa defienda a los de siempre, a los humildes, a los que Galeano llamó los invisibles, que por cierto, seguimos siendo todavía la gran mayoría.

 

 

 

 

16 Comments

    • La maldad política de Guerra y González o de Rajoy y Aznar o la de Pujol o la de Juan Carlos de Borbón o la del Señor Cebrian.es para muchos manifiesta y manifestada.

      Mire su edad y cuantos años tenía cada uno en 1975.
      Alfonso Guerra 35 años en 1975
      Felipe González 33 años en 1975
      Mariano Rajoy 20 años en 1975
      José María Aznar 22 años en 1975
      Juan Luis Cebrián 31 años en 1975
      Juan Carlos de Borbón 37 años en 1975
      Jordi Pujol 45 años en 1975

      Todos estos señores nacieron sucios de pueblo y raza

      Nadie garantiza nada, pero en 1975 todos ellos estaban sensiblemente vividos, educados y algunos bien madurados en el franquismo contaminador.
      Pablo Iglesias – 3 años en 1975. No nació sucio
      Pablo Iglesias por lo menos no atufa, ni apesta: no estaba, no vivió aquella negra, triste, oscura y malvada época.
      Por cierto, yo también nací sucio, pero me lavo con estropajo todos los días el alma y la palabra. Aunque no es fácil saber cuánto hay que frotar y hasta cuando.

    • gregorio, no te basta con saber q los anteriores no han serrvido para nada bueno,o es q t tienen q garantizar q pablo iglesias servirá para algo bueno porque si nó de lo contrario seguirás votando a los sinverguenzas y corruptos de siempre,buena reflexión la tuya para avanzar.

  1. No sé, ni entiendo porque envejecen tan mal muchas personas. Porqué se degradan como seres humanos y se deteriora su ideología.
    Realmente pienso que nunca fueron lo que dijeran que eran, socialistas honrados y de izquierdas. Y solo eran arribistas sin escrúpulos.
    Porque hay tantos personajes del PSOE (ejemplo F.G.M) por una parte y del País (ejemplo J.L.C) por otra que se engañan queriendo seguir engañando mientras se pudren con sus palabras.
    Lo peor y más dramático es que son demasiados y muy viles.
    La lista de socialistas de nombre y reaccionarios de corazón y de periodistas sin escrúpulos algún día se hará pública.

    Me dan pena y me asquea su vejez

  2. yo, con una historia muy diferente a la del padre del autor, también dejé de leer El Pais hace ya algunos años. El detonante en realidad fueron las mentiras contrastadas allá por el 2013. El testigo para medir la manipulación eran los artículos difamando a Podemos, y no por criticarlos, sino por el ensañamiento salvaje y grotesco.

  3. Yo no puedo soportarlo. Lo veo en internet y voy constatando su deterioro. Si entro en los comentarios a las noticias me voy dando cuenta de cómo cambian sus lectores. Sus opiniones no se diferencian en nada de los lectores de ABC o La Razón. Para muestra ver hoy los comentarios al escarche de la extrema derecha a Mónica Oltra. Se me pone la piel de gallina.

Responder a Julia Velasco Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.