Por Jose De Villa (@JosedeVilla1) | Viñeta de Atxe (@Atxesinh)
El presidente de México, Enrique Peña Nieto, insiste en que el país va “por buen rumbo”, que es una “potencia turística” y que “ha sido estigmatizado por la violencia y el narcotráfico”. Como todos los dictadores, este testaferro del imperio yanqui sólo se escucha a sí mismo y sólo vive “SU” realidad, que es la de un multimillonario de pocas luces, escasa cultura y maleable totalmente por quienes lo colocaron en el poder para ser el capataz de un pueblo muy pobre, anclado en el catolicismo más fanático y sin futuro que se pueda distinguir con claridad.
México sufre una kakistocracia que abarca desde los puestos más humildes e insignificantes de poder, hasta la silla presidencial, la Suprema Corte de Justicia de la Nación y un Congreso servil, antipopular e implementador de los deseos y mandatos del neoliberalismo más cruel y aberrante. En sentido estricto, como nunca antes en su historia, la nación está en manos de una clase política no sólo muy corrupta, sino incapaz técnicamente hablando e inculta en extremo.
Pero lo más grave, es que los estamentos de esta dictadura se fueron consolidando con el paso de los años y la falta de libertad del pueblo, permitió que el traidor ex presidente Carlos Salinas de Gortari suscribiera, en condiciones de total desigualdad económica y tecnológica, un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, que en poquísimos meses acabó con el campo mexicano, con el mercado interno, el empleo, la soberanía alimentaria y llevó a la quiebra a miles de empresas, creciendo exponencialmente la emigración a Estados Unidos, la violencia, la inseguridad y la miseria general.
Junto a ello, los yanquis, poseedores del mayor mercado de drogas en el mundo y de una industria armamentista de primer orden, incrementaron inmediatamente el consumo de droga mexicana y la venta de armas a los cárteles del narcotráfico. Así, México puso los muertos en una guerra ficticia contra el crimen organizado y Estados Unidos obtuvo los máximos ingresos por venta de armas y comercialización de drogas en su territorio.Paralelamente, en la ficticia guerra del narcogobierno mexicano contra la delincuencia organizada, la compra de armas a Estados Unidos y la penetración de “asesores”, agentes y demás funcionarios estadounidenses, ha colocado a la seguridad interna de México bajo el mandato escondido, pero efectivo, del Ejército, la Marina y las agencias policiacas gringas.
Así, de un plumazo, Estados Unidos, gracias a las traiciones de los presidentes mexicanos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, domina la economía, la política y la seguridad de su “patio trasero”. Sin disparar un tiro, literalmente se ha hecho con México.
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