El cinismo en la imprenta

Por Daniel Seijo @SeijoDani


Libertad de prensa:  derecho que poseen los medios de comunicación para investigar e informar sin ningún tipo de limitación o coacción, como la censura previa, el acoso o el hostigamiento.

Guerras olvidadas en los límites de repúblicas ex soviéticas, violaciones en Yuba o Haití, jóvenes asesinados con nuestras armas en Yemen, represión en El Aaiún, las coacciones laborales en tu empresa o el negocio de las minas del coltán en el Congo. Siete noticias que sin duda no abrirán las portadas de ningún medio mañana, y que quizás, ya no encuentren el espacio suficiente en unos altavoces informativos, cada vez más saturados de publicidad y lo que algunos darían en llamar publireportajes o para ser más exactos: propaganda.

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Son malos tiempos para el periodismo. Y lo son, en parte, por ti y por mí. Por todos los que hemos abandonado al llamado cuarto poder, en manos de accionistas con sus propios intereses y gobiernos de mecenato. En donde la única guía de la palabra, es en demasiadas ocasiones, simplemente la moneda. Nos encontramos, como señalaba Rafael Correa, en una entrevista que le realizaba Ana Pastor para TVE, ante una realidad escrita por quién depende del sustento del dueño de la imprenta. Una realidad en muchas ocasiones vilipendiada y manipulada en las redacciones de medio mundo, como paso previo para ser servida en nuestros quioscos, radios y televisiones cada mañana. La verdad ya no importa, ya tan solo lo hace, la inmediatez del contenido.

Sabemos con premura cuando ha ocurrido un atentado, aunque nada sepamos del origen de la organización que lo comete. Conocemos al instante los muertos por violentas protestas contra regímenes totalitarios que apenas logramos localizar en el mapa, y de los que ni mucho menos podríamos formarnos una idea política propia e ingerimos cada mañana, tarde y noche: asesinatos, novedades políticas, deportes y cultura de medio mundo, sin que ello nos aporte nada. Aunque parezca mentira, nos mantenemos más desinformados que nunca de la realidad que nos rodea, vivimos en la época de la información y carecemos de ella. En la década de los mass media, hemos pasado de un periodismo como medio de denuncia, a un periodismo como escaparate ideológico, como mero altavoz de pequeños grupos de poder. Un periodismo por tanto, al servicio de quienes lo financian.

De las cenizas de la credibilidad hipotecada de los medios tradicionales, han surgido grandes iniciativas con un alma propia.

Una amenaza del poder político y empresarial al periodismo que ha sido factible, en gran medida, gracias a que los lectores no hemos respaldado de manera enérgica a los medios y a los profesionales que se levantaban cada mañana, con la única intención de mostrarnos un mundo sin adulterar. Sin duda alguna, los Rupert Murdoch, Michael Bloomberg o Carlos Slim de turno, no buscan a periodistas como Alberto Arce o Hernán Zin, a nadie importa lo que pasa en Tegucigalpa, y Palestina, hace mucho tiempo que dejó de ser rentable. En eso se ha convertido para ellos el periodismo, en pura rentabilidad, y si para ello las portadas de sus medios tienen que derrocar a un gobierno o potenciar la imagen de su propio candidato, sin duda lo harán. Y no creo que se lo impida precisamente su ética.

Son malos tiempos para confiar en un medio o en una línea editorial, malos tiempos para levantarse con el periódico de siempre cada mañana y sin duda, malos tiempos para los periodistas valientes. Pero no todo está perdido. De las cenizas de la credibilidad hipotecada de los medios tradicionales, han surgido grandes iniciativas con un alma propia. Proyectos como 5W o diarios como infoLibre o eldiario que buscan devolver al periodismo no solo su decencia, sino también su valía.  De la mano de amplios reportajes, en donde de nuevo lo que cuenta es responder las preguntas y no solo atraer las miradas ante un titular pomposo, el periodismo goza de una segunda oportunidad. Iniciativas valientes, pero también caras, que viven continuamente en un complicado equilibro entre brillantes reportajes y cuantiosas facturas que les permitan hacer verdadero periodismo un día más.

Es nuestra responsabilidad el mantenerlos en pie. Es nuestro derecho a una información libre e independiente el que está en juego, y sin duda, para poder vivir en un mundo libre, uno debiera tener la oportunidad de poder conocerlo primero.

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