Historia | El zigurat de Babilonia

Por Susana Gómez Nuño

La cultura mesopotámica se desarrolló entre los ríos Eufrates y Tigris, y su historia es paralela a la de Egipto. Los faraones eran considerados dioses, en cambio, los reyes mesopotámicos tenían un carácter más heroico y no tan divino; eran considerados hombres y su papel era, al igual que el de los faraones, mantener el orden cósmico. El hecho de que el rey fuera un hombre hace perder al discurso mítico, aun prevaleciente en este pueblo, parte de su rigidez.

Esta civilización consideraba el cosmos como algo circunstancial. La climatología, siempre insegura y que no garantizaba buenas cosechas, y la localización geográfica que favorecía las invasiones de otros pueblos fueron factores que provocaron un sentimiento de fragilidad y dramatismo en la sociedad mesopotámica así como una importante diversidad cultural.

La consciencia de su precariedad como humanos y de que su destino, en manos de los dioses, era la muerte, hacía que aceptaran esta última con resignación y pesimismo, lo que explicaría por qué el culto a los muertos es tan diferente al del pueblo egipcio. Los presagios, la magia, la interpretación de los signos divinos y la creencia en espíritus y demonios eran factores que influenciaron su arte.

En el arte mesopotámico el rey (hombre) gobierna, encabeza a su pueblo y se muestra como un súbdito más ante los dioses. Suele representarse como un hombre heroico a la cabeza de las tropas. Ocurre lo contrario en el arte egipcio, en el que se enfatiza la figura del faraón (dios) cuyos actos son eficaces para mantener el orden cósmico y viene representado con rasgos animales y humanos que le iguala a los dioses.

Rey mesopotámico Nabucodonosor II

Se realizaron grandes construcciones en Mesopotamia, lamentablemente, debido a la pobreza de los materiales empleados, la arquitectura que nos ha llegado es escasa. Los materiales más usados fueron la arcilla y el ladrillo, siendo la madera y la piedra, esta última muy abundante en Egipto, apenas utilizadas. Cuando una construcción no era segura se construía otra encima, formándose pequeñas colinas llamadas tells.

Los muros eran gruesos, lisos y verticales, y como elemento de soporte se utilizaban los pilares cuadrados y columnas, aunque el uso de estas últimas, elaboradas con conglomerado de materiales, era más bien ornamental. Las formas más utilizadas fueron el arco, la bóveda y el dintel.

El templo mesopotámico tenía diferentes finalidades: se oraba, se veneraba a los dioses y se realizaban labores administrativas y mercantiles, entre otras. Tenía una disposición horizontal, a excepción de una parte importante del templo, que era vertical: el zigurat, que simbolizaba una montaña sagrada que acercaba a los fieles al cielo.

El zigurat estaba construido por plataformas escalonadas de hasta siete pisos de altura que formaban grandes terrazas y un pequeño templete coronaba la construcción, donde se celebraban los sacrificios y que se utilizaba, además, como observatorio astronómico. Se accedía a la parte más alta mediante escalinatas o rampas.

Los artistas mesopotámicos, al igual que los artistas egipcios, permanecían en el anonimato. Sus obras siempre tenían un objetivo funcional, no estético, que solía ser la exaltación del poder político y religioso con matices propagandísticos.

Etemenanki significa el templo de la creación del cielo y de la tierra. Situado en Babilonia, se identificó como la Torre de Babel y en su cúspide estaba el templo del dios Marduk (llamado también Esagila) al que se rendía culto. No se sabe exactamente cuando se inició su construcción pero se cree que ya existía sobre el 1750 a. C. Después de la destrucción de la ciudad de Babilonia, Nabucodonosor II la reconstruyó, al igual que el zigurat Etemenanki que alcanzó una altura de 91 metros en los siete pisos que lo conformaban.

Para su construcción se utilizó el ladrillo, crudo o sin cocer, aprovechado para los espacios interiores, mientras que el ladrillo cocido se empleaba para los revestimientos exteriores. Cada una de las siete terrazas se recubría de diferente color, siendo la última de estas, de color índigo que simbolizaba el color intermedio entre el cielo y la tierra. Rodeaban al templo tres escaleras, dos laterales y una central que llegaba hasta arriba.

Se cree que Etemenanki simboliza el lugar donde se generó el universo, como un puente entre el cielo y la tierra. Su número de pisos (siete) se relaciona con los siete planetas que se conocían en aquella época, cada uno de ellos estaba asociado al color que decoraba cada una de las terrazas.

Así pues podemos considerar a este zigurat como una montaña artificial donde se propiciaba la comunicación entre dioses y hombres, ya que este contacto solía ocurrir casi siempre en una montaña. Es evidente que la imagen de Etemenanki, soberbia y refulgente, impresionaba al pueblo llano que no podía dejar de relacionarlo con el mundo sobrenatural. Solo los sacerdotes podían acceder al zigurat y usaban el templo situado en lo más alto para observar los astros.

Etemenanki fue el zigurat más afamado de su época y, por esa misma razón, cuando Babilonia se convirtió en la capital del Imperio Babilónico, se encumbró al dios Marduk a las esferas más elevadas, por encima del resto de dioses. Por otra parte, apenas si se han conservado unos pocos restos arqueológicos de este zigurat, tanto por los materiales fácilmente degradables utilizados como por las destrucciones sistemáticas a las que se ha visto sometido a lo largo de los siglos.

1 Comment

  1. Muy hermosas este tipo de construcciones. Que artículo tan intersante e importante porque contribuye a preservar el saber y las bellezas que el hombre ha podido crear desde tiempos remotos.

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