Consejos prácticos para navidad

Por Filosofía Perdida

“Conozco muchas personas con ganas de engañar, pero todavía no he conocido ninguna que quiera ser engañada”. Esta frase, del filósofo san Agustín, puede sonar no solo lírica, sino evidente, al fin y al cabo ¿a quién le gusta que le engañen? Quizás si es parte de un juego, si solo es una simulación compartida, como un espectáculo de magia, pero nunca cuando se trata de algo esencial en nuestras vidas. La misma frase podría utilizarse con el verbo robar, en lugar del verbo engañar, lo que es todavía más evidente; hay personas que viven del hurto pero no hay nadie que quiera ser robado, aunque las encuestas del CIS parezcan decir lo contrario. Ni siquiera las personas que roban ven bien el robo, quizás el que ellos realizan, pero no el que les pudieran hacer a ellos.

A esta lógica tan lineal, podemos añadir otra que todos firmaríamos: será muy difícil robar dos veces a la misma persona con el mismo engaño, salvo que la memoria no lleve a tanto. Lo voy a explicar: Hubo un tiempo en que se estiló un timo en que dos hombres con mono de trabajo y el logotipo de una empresa de gas, llamaban a la casa para hacer creer que eran la revisión de seguridad del butano, cobrando un gran dinero por no hacer nada; descubierto el timo, no creo que nadie a quien hubieran timado volviese a dejar pasar a alguien sin cerciorarse a conciencia de que no le están tomando el pelo una vez más.

Creo que hasta aquí estoy yendo con una lógica tan simple y llana que hasta pueden seguirme incluso los votantes del PP. Pues bien, a pesar de todo lo dicho, todavía hoy se producen robos. No me refiero a esos robos que dramatizan las casas de seguridad para vendernos su sistema de alarmas, ni me refiero a toda esa gente que, en contra del optimismo del gobierno, roba en los supermercados para poder comer; hay robos de grandes cantidades de dinero, ya a nosotros, ya a nuestra ciudadanía y nuestra familia, contra los que deberíamos protegernos y a los que no prestamos suficiente atención. Estas líneas se orientan hacia la seguridad ciudadana que nos ayudarán a estar a salvo, más allá de lo que la ley mordaza ha impuesto para hacer nuestro país más autoritario todavía, pues esa ley no busca la seguridad ciudadana, sino la defensa de los que mandan.

Los robos se suceden tan a menudo que si no fuera por la gran publicidad de la que gozan los ladrones en medios de comunicación, ya habríamos hecho algo contra ellos. No se trata solo de la buena imagen que proyectan los ladrones en sus propios anuncios, sino también de unas noticias que, lejos de informar sobre ello, ocultan todo lo que hacen a nuestras espaldas. Los bancos nos han robado el dinero que debió usarse para rescatar personas, roban las casas a quien no puede pagar su hipoteca (pero que seguirá pagando mientras tenga algo de dinero), roban con comisiones y cargos, como con diferentes maneras de tributar mientras a nosotros nos sangran a impuestos. También los políticos roban: nos roban soberanía los partidos políticos que blindan con la ley D’Hondt sus mayorías, con sus campañas y diversos sistemas blindan sus votos a la incultura y con sus despachos blindan sus privilegios cuando alcanzan el poder, y hasta aquí estamos hablando de robos permitidos por ley. Faltarían añadir todas las estratagemas que han hecho para robarnos más, de las que solo hemos pillado la mitad de la mitad y que pretenden colarnos como algo normal en toda la sociedad esos mismos ladrones.

La suma de injusticias a las que nos vemos sometidos debería parar, pero el problema es que frente a toda esta oleada de robos, tanto legales como ilegales, existe una masa que se niega a actuar, y que muchas veces se pone del lado de los ladrones asumiendo las mentiras que nos dan por excusas cuando se les pregunta por tales robos. Así, podemos conocer a gente que justifica el rescate a una banca que desahucia, gente que desea justificar a un partido que gobierna robándonos libertades y derechos, porque ha oído en la cadena que controla el mismo gobierno que es necesario o bueno, gente que justifica la corrupción política porque -dicen- todos lo hacen (algo que solo entiendo que pueda decir un corrupto, porque yo no lo hago), y así podíamos seguir hasta la saciedad. Los medios, financiados por los bancos que roban tanto, deben promover a los políticos que, por deberles dinero, les protegen y aplauden. 

La salida es muy simple, pero al mismo tiempo se antoja compleja: hay que luchar. Luchar no es solo depositar una papeleta en una urna, pero pasa por ahí, como pasa por no temer hacer boicot a la entidad financiera que desahucia, pasa por denunciar algo injusto sin miedo a las amenazas, pasa por manifestarse sin temor a lo que un gobierno pretenda hacernos, porque el gobierno nos debe el lugar que ocupa, pero también pasa por informar, por ilustrar, por ayudar a los que todavía están empeñados en ayudar a los ladrones, intentando con paciencia conducirlos a la verdad que todos vemos menos ellos.

El cambio puede empezar este diciembre, en unos días, con la posibilidad de que un partido a favor de la ciudadanía alcance el poder, y los mentirosos no han tardado en enrocarse bajo un partido que les permita seguir con el engaño y el robo (no iba a ser tan fácil). Tras amenazar con mil males apocalípticos (a lo que incluso se ha llegado a prestar incluso el gobierno en la rueda de prensa tras el consejo de ministros), se sumaron a dar todo el apoyo a una formación a favor del sistema de mentiras, se ha amparado en todas las televisiones al partido de la banca, que blinda el bipartidismo y se pone del lado de los que roban bajo este sistema. Es importante convencer, ilustrar y ayudar a los que se dejan arrastrar por la publicidad de los ladrones, y se dejarán robar de nuevo si no lo impedimos.

Un gran cambio se puede aproximar, podemos evitar una gran cantidad de robos si nos esforzamos en ello, y el primer paso es el voto del cambio, no del recambio, no de los que ayudados por la banca que nos ha robado colocan grandes carteles que les anuncian como alternativa a los que también apoya la misma banca. No bajemos la guardia con el voto, pero no ignoremos la fuerza del voto para acabar con tanta injusticia como hemos contemplado desde que salimos de una dictadura igualmente injusta. Que nadie nos robe.

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