25-S: Las elecciones gallegas. De Santiago a Sevilla, por Madrid

Por Luis Aneiros @LuisAneiros | Ilustración de @_elultimomono


La aplastante victoria del Partido Popular en las elecciones autonómicas gallegas confirma la sospecha de que, en política, importan más las sensaciones que los hechos y las palabras. El electorado gallego confirma su carácter conservador y desconfiado, y renueva su fe en quienes están aquí desde siempre, en quienes siempre han ganado, en quienes siempre han sido sus gobernantes. El hecho de haber utilizado el propio nombre de Feijoó como marca electoral, en lugar del logotipo de su partido, marca una clara diferencia con respecto a anteriores citas electorales, pero no se puede negar que Galicia es el último fortín del PP, y que será la justificación para algunas de las decisiones que el partido tomará a nivel nacional. Baltar será lo que nosotros queramos, pero el PP ha sacado casi la mitad de los votos emitidos… Rita Barberá no importa porque no ha tenido coste electoral, y su historia se muere con el escrutinio del último voto de la noche… Gürtel y Púnica son sólo expedientes judiciales que no les atañen, porque han arrasado en su enfrentamiento electoral. Y por duro o injusto que pueda sonar, el pueblo gallego se ha convertido en el cómplice necesario para este lavado de conciencia y esta justificación de lo que pueda ocurrir.

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Pero la victoria de uno, sobre todo cuando tiene estas dimensiones, representa también el mal trabajo de sus contrincantes. Resulta curioso cómo, mientras el PP logra hacer desaparecer del escenario sus tropelías y cacicadas, el PSOE paga muy caro la torpeza de sus dirigentes, tanto locales como nacionales. La enigmática posición de Pedro Sánchez y su enfrentamiento con los barones de su partido han dado una imagen que no se ha perdonado, y que no era posible contrarrestar con la figura del candidato socialista a la Xunta, que tan sólo cuenta con un 36% de conocimiento social, frente a un 99,8% de Feijoó, y un partido dirigido por una gestora ante la imputación por corrupción de su ex secretario general, Gómez Besteiro, con lo que las figuras nacionales del PSOE cobran una importancia poco deseable, en vista de la actual crisis interna que los socialistas no pueden esconder. ¿Será Susana Díaz la gran vencedora de las elecciones gallegas?

En Marea logra un segundo puesto que no llega y que parece disimular un retroceso llegado por problemas internos lógicos en un proyecto tan complicado, pero que se puede entender como una nueva oportunidad para una izquierda que todavía no ha sabido encontrarse a sí misma. Es verdad que la mayoría absoluta del PP hará que esta legislatura no ofrezca muchas ocasiones para poner en marcha las medidas que, sin duda, son urgentes en Galicia, pero un buen trabajo de oposición puede lograr que a la gente le llegue la verdad de lo que supone continuar con las políticas que el PP aplica allá donde se le permite. Denunciar las privatizaciones de lo público y la gestión interesada de nuestros recursos en beneficio de quienes sólo tienen como objetivo llenar sus bolsillos gracias a nuestras necesidades, poder decir en voz alta lo que la población necesita y debe oír desde dentro de las instituciones, son tareas que necesitan de alguien que no esté manchado con la triste historia de nuestra tradicional izquierda-derecha. La desconfianza a la que antes aludía es un obstáculo muy difícil de sortear, y la labor de la prensa más influyente en Galicia ha sido decisiva a la hora de mostrar el rostro que interesaba mostrar de En Marea desde el “nosotros o el caos”.

El BNG logra una gran mejoría en sus votos, pero el resultado parlamentario es el peor desde hace muchos años. Su candidata, Ana Pontón, cuenta con un conocimiento de menos del 30% de la sociedad gallega, y sin duda es complicado luchar en una arena en la que parece que sólo hay tres contendientes, y el BNG no sería uno de ellos. Como no lo fue Ciudadanos, con una penosa campaña en la que se despreció el carácter gallego de la ocasión, se ninguneó a su candidato y se mostró el rostro de Albert Rivera como si de un flautista de Hamelín se tratara. Ciudadanos demuestra poco a poco su carácter anecdótico y su falta de propuestas reales, y devuelve al PP lo que le quitó bajo la sombra de la nueva política y de la mano de Pablo Iglesias.

Las necesidades de los gallegos no son las de los catalanes ni las de los andaluces. Nuestras carencias, ancestrales algunas de ellas, y nuestras inquietudes, no son las del resto de España. La mayor cercanía de quien gobierna una autonomía debería de convertir en prioritarios los asuntos propios de dicha autonomía, y debería de llevarnos a buscar la solución a nuestros problemas. Pero no ha sido así. Los gallegos hemos votado en español y pensando en lo español. La falsa unidad de un PP podrido desde lo más profundo y las heridas sangrantes en la espalda de Pedro Sánchez han movido a un voto “seguro”. La importancia que la prensa sabe darle a tres mensajes de Twitter mientras oculta años y años de desmantelamiento de lo público en Galicia y de una gestión nefasta de los servicios básicos, otorgan al miedo por lo desconocido más valor que a lo que se pierde cada día.

Dicen que los electores nunca se equivocan, que son los políticos los que no saben o no quieren interpretar su voluntad. Y es verdad. Es tan verdad, que estoy completamente seguro de que tendremos en Galicia, durante cuatro años más, un gobierno que seguirá sin querer entender lo que se le ha dicho. ¿O si lo han entendido?

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